A los seres humanos para que acabemos con las masacres de delfines,
The Cove fue el ganador del Oscar al mejor documental este año. Gracias a eso muchas más personas tendrán acceso y se interesarán por saber de qué se trata una situación que ocurre permanentemente mientras casi nadie se da por enterado y, por este motivo, apoya actividades que patrocinan lo que puede ser descrito como una de las peores, más dolorosas e inhumanas masacres de animales en la historia.
The Cove relata cómo cada año son asesinados más de 23.000 delfines en Taiji, Japón, para luego vender su carne. En resumen, esto es lo que sucede entre septiembre y marzo todos los años: los delfines tienen el oído supremamente desarrollado, muchísimo más que los seres humanos. Su capacidad auditiva es utilizada por estos asesinos para capturarlos y hacerlos pasar por una pesadilla indescriptible. Emitiendo unas ondas de sonido en el mar, estas personas logran acorralar los delfines, que intentan huir desesperados para salvar sus vidas, y apenas los tienen todos juntos seleccionan algunos para distribuirlos a distintas partes del mundo para todos esos programas de nadar con delfines y para los shows de los parques temáticos como Sea World.
Cada delfín se vende por unos 150.000 dólares americanos (cerca de trescientos millones de pesos colombianos) y los que no son seleccionados para ser vendidos vivos, son llevados a «The cove» (la cueva), que es una playa escondida en donde los asesinan con chuzos hasta teñir toda el agua de rojo, el rojo de la muerte que tan inhumanamente provoca el ser humano a otros seres vivos e inofensivos. No existen palabras para describir las imágenes.
En el documental muestran cómo, descaradamente, esta parte de Taiji es constantemente vigilada por aquellos a quienes no les interesa que el resto del mundo se entere de lo que sucede en esas aguas. Los autores de este proyecto tuvieron que desarrollar todo un operativo para capturar las imágenes del documental y para mostrarle al planeta cómo se está acabando con los delfines.
Pero la situación es aún más grave. El gobierno de Japón es cómplice de una situación absolutamente ridícula y peligrosa. Mientras que quienes abogan por continuar con estas matanzas se defienden diciendo que matar delfines para comer su carne no es una actividad comercial, sino una tradición cultural japonesa, la mayoría de los japoneses ni siquiera saben que la carne de delfín es vendida como alimento en los supermercados. Es decir, no se trata de ninguna tradición, sino de unas personas que masacran a los pobres delfines para lucrarse. Es toda una industria que es asombrosa y silenciosamente apoyada por parques temáticos y por acuarios que tienen delfines en cautiverio para presentar sus shows y cobrar precios absurdos para que las personas naden con los delfines.
Pero lo más grave es lo siguiente: la carne de delfín está absolutamente contaminada con mercurio, lo que significa que es totalmente venenosa para el consumo humano. Los mismos delfines son envenenados al alimentarse de peces más pequeños que a su vez han consumido desechos tóxicos que tienen mercurio. Ya anteriormente, en 1956, se presentó el brote de la conocida enfermedad de Minamata, en la ciudad japonesa de ese nombre en la que decenas de personas murieron por intoxicación con mercurio después de comer carne de pescado envenenada, y muchas otras presentaron los síntomas que van desde daño cerebral, ceguera, malformaciones, entre otros. Además, algunos animales del lugar también mostraron algunos síntomas de contaminación. Pero el gobierno japonés, aún sabiendo esto, está permitiendo que se ofrezca a los ciudadanos carne de delfín que se marca como carne de ballena en los supermercados y restaurantes para engañar a los ciudadanos y llevarlos a ingerir alimentos envenenados.
Es toda una cadena de engaños y mentiras que esconde una de las peores masacres de animales de toda la historia. El encargado del tema de la caza de ballenas de Japón ha tenido el descaro de defender esta costumbre con el argumento de que los delfines están comiendo mucho pescado en el mar, lo que perjudica a la industria pesquera, y que, por lo tanto, se debe permitir la caza de delfines para que no se dé esta situación. Esta defensa ha sido calificada como un absurdo biológico y lo único que permite es ver cómo el gobierno japonés pretende defender a toda costa una industria asesina y que no tiene presentación.
Por otra parte, es la industria pesquera la que está acabando con el pescado; el documental presenta una cifra escalofriante: si se sigue pescando al ritmo actual, el abastecimiento de comida de mar podría colapsar totalmente en el año 2046. En 36 años. ¿Vamos a permitir que este absurdo continúe?
Les pido a todas las personas que vean el documental The Cove y que compartan este texto para que el mundo entero conozca lo que se les está haciendo a los delfines en Taiji con el consentimiento del gobierno de Japón y de la industria de los parques temáticos y los acuarios. Por favor no paguen por nadar con delfines, no promuevan su captura. Es revelador lo que explican en el documental: por lo general los delfines y las ballenas son vistos por los espectadores en medio de shows y como si siempre estuvieran felices bajo el cuidado de sus entrenadores. La realidad es que no alcanzamos a percibir el estrés que les produce estar encerrados en tanques a través de los cuales pueden oír la gritería de las personas que están afuera (recordemos la enorme capacidad auditiva de los delfines), además de que, según explican estos expertos, cuando están en libertad, estos animales nadan cientos de kilómetros diariamente, mientras que en cautiverio no cuentan con el espacio que necesitan.
El productor ejecutivo de The Cove cuenta cómo él mismo fue el que empezó con esta industria en la época del famoso Flipper, pero después cayó en la cuenta del gran error cuando Flipper «se suicidó» en sus brazos. Él emplea el término de suicidio explicando que los delfines no respiran automáticamente, sino que tienen que hacer un esfuerzo consciente para tomar cada bocanada de aire y pueden simplemente no tomar la próxima cuando las condiciones de vida se vuelven insoportables. Eso fue lo que hizo Flipper, dejar de respirar, debido al estrés que le produjo su cautiverio.
Los delfines son los únicos animales que se reconocen en un espejo, es decir, poseen «self-awareness» (conocimiento de ellos mismos, de su existencia). Se trata de seres que son considerados por muchos como más inteligentes que el ser humano, de una forma que nosotros aún no alcanzamos a percibir. Ya hay muchas conexiones probadas entre los delfines y los seres humanos, por ejemplo en las terapias en las que estos animales se dan cuenta de las enfermedades de algunas personas y las ayudan a recuperarse. En el documental participa un surfista australiano que cuenta cómo descubrió esta conexión en una ocasión en que surfeaba en Australia y se encontró con un tiburón a menos de dos metros de él. En ese momento seis delfines nadaron rápidamente y empujaron al tiburón en un acto que claramente demostró una consciencia de «sabemos que esto es una amenaza para ti y podemos ayudarte». Y lo hicieron.
En fin, creo que ni siquiera hay que ir tan lejos a considerar cada una de las cosas hermosas y maravillosas que representan los delfines para saber que hay que detener esta situación y salvar a los animales.
Por favor, ayudemos a que el mundo conozca lo que sucede y paremos a los asesinos que están permitiendo estas masacres. Acabemos con el cautiverio de delfines y ballenas. No comprando tiquetes para ver sus shows y para nadar con ellos, y compartiendo esta información cada uno puede poner de su parte.
¡Hagamos algo por un mundo que amenaza cada vez más la vida!
Esta es la página en la que se puede hacer parte de la causa donando dinero o firmando una petición para que prohíban la caza de delfines en Taiji:
http://www.takepart.com/thecove
Este es el sitio web oficial del documental:
A través de este enlace pueden hacerse fans de The Cove en Facebook para firmar la petición y alcanzar el millón de firmas en la búsqueda de acabar para siempre con esta práctica en Taiji: