Este es un buen artículo de Frida Bergsten, una periodista sueca que presenta una mirada interesante sobre la forma en la que Medellín asumió los Juegos Suramericanos en comparación con lo que harían ciudades de países más desarrollados que Colombia.

Suramericanos con mirada sueca

La sinceridad de los organizadores de los Juegos Suramericanos con la situación de la ciudad es asombrosa. El solo hecho de hospedar a los deportistas en la Villa Suramericana gana medalla de oro, porque no oculta la pobreza de un amplio sector de Medellín.
 
Por Frida Bergsten
Publicado en el periódico El Colombiano el 28 de marzo de 2010
(
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/S/suramericanos_con_mirada_sueca/suramericanos_con_mirada_sueca.asp )

Más segregacionista es Malmö, la tercera ciudad más grande de Suecia. Más indiferente es Malmö. Allá no se destaca lo feo y mucho menos se enorgullecen de ello. La sinceridad en los juegos Suramericanos en Medellín es asombrosa, admirable. Los deportistas se hospedan en la Villa Suramericana, que está ubicada en la estación Aurora, al final de la línea J del metro cable. La subida allá es impresionante, un paisaje con mucha pobreza y casas nunca vistas en Suecia.

Pero el solo hecho de hospedar a los deportitas en esta montaña muestra confianza y respeto por la gente de la zona, a la cual no había subido, por miedo, por ignorancia, o porque los extranjeros, como yo, supuestamente no deben subir allá.

Lo ignoramos, así uno se olvida que existe. Ese sería el pensamiento y la actitud en cualquier otra esquina del mundo, de cualquier ciudad con el honor de ser anfitriones de unos Olímpicos, un mundial, unos juegos Suramericanos. Pero ni a Suecia, mi país natal, que es uno de los más seguros y desarrollados del mundo, se le habría ocurrido hospedar a los deportistas en «Rinkeby», la Aurora de Estocolmo. A los suecos les daría un paro cardíaco donde «Rinkeby» fuera la imagen de Suecia. Ojalá aprendan de Medellín, aunque el primer paso es que se enteren de la existencia de los juegos, de los cuales ni se habla. Y ojalá que la próxima vez sí me dejen entrar a la Villa Suramericana, por que ni eso pude, no me habían alcanzado a acreditar, y el hecho que era periodista sueca no importó.

Durante mi visita en Medellín en septiembre del año pasado me contaron sobre los grandes juegos que vendrían a al ciudad de la eterna primavera. Nunca los había escuchado, jamás los había visto en la televisión y nunca había leído un artículo sobre el tema en la prensa sueca. Los juegos «olímpicos» de Latinoamérica, un continente entero, son completamente ignorados en Suecia y seguramente en los otros países nórdicos y, me atrevería a decir en los demás países de Europa.

Barra de amor para todos

Medellín, ¿cómo se describe la ciudad con solo una palabra, corta y concreta al estilo sueco: Moda, narcotráfico, clima, inseguridad, rumba, metro? No, amor. Amor por la ciudad, y amor por los demás, por los brasileños, peruanos, venezolanos, suecos, franceses, tailandeses, nigerianos, la lista es infinita. Nunca he conocido una ciudad con tanto amor por los extranjeros, ya es tanto que da miedo invitarlos a Colombia porque el mayor peligro es que se queden, como dice alguna campaña publicitaria. Tanto es el amor de esta ciudad, que Bienestar Social de la Alcaldía creó un programa de barras deportivas, conformadas por 200 habitantes de calle con discapacidad cognitiva y miembros de grupos juveniles de la comuna 13, que eligió apoyar a Brasil y a Argentina.

Se prepararon pompones y porras, y ánimo para gritar como locos. El pasado jueves fueron 30 de estos héroes a un partido de baloncesto entre Uruguay y Argentina, uniformados con camisetas rojas y pintados de carnaval en el rostro. «Argentina, Argentina, que la metan», exclamaban eufóricos al ritmo de un tambor y una guacharaca.

Era el grupo del coliseo el que más bulla hacía, imposible que los argentinos no percibieran su presencia. Hasta los uruguayos estaban felices con la barra, que realmente iba por los dos equipos y se gozó todo el partido. «Yo le tengo mucho cariño a Argentina desde el fútbol, Colombia es mi país y le hemos hecho mucha barra, pero hoy hago fuerza por Argentina», contó una mujer de la barra en voz alta tratando de ganarle a las porras de sus compañeros. Otra del combo narró que había quedado ronca de tanto gritar el día anterior en otro partido.

Televisores y perros

Pinchos de butifarras, perros con un equipaje increíble, piñas rellenas de helado y salsas, mango biche con sal y obleas. Colombia es una locura, con muchas cosas deliciosas. Pero me quedo sin las solteritas, nunca había probado algo tan extraño.

El sitio de rumba donde se celebran los triunfos deportivos es «Möllan», parecido a la 70 de Medellín, la zona rumbera antigua donde tambien los aficionados van a festejar los triunfos.

En esta larga calle, en una esquina, está un puestito de perros y hamburguesas, que ya porque los he visto varias veces no me asombran tanto. Debajo de la plancha grasosa tienen un mini televisor, esto es suficiente para ganarse el premio de fantasía. Este aparato no es precisamente para uso de sus dueños, existe para que los transeúntes interesados en los juegos puedan verlos. Una muestra más por el ingenio paisa, y de su amor por los demás.

El paseo por la 70 continúa, es impresionante la transformación que ha tenido la zona, y toda la ciudad de hecho. La gente se ve muy calmada y contenta, más alegre porque la acera por fin creció al doble. Wembley´s fútbol, un sitio con canchas sintéticas de fútbol tenía muchas esperanzas en los juegos. Todo el sitio fue reformado, por obligación, y les sugirieron aprender inglés.

«Los juegos no han cumplido la expectativa en mi negocio, la villa queda muy lejos de acá. Pero no importa, estamos en Medellín, y si la ciudad está contenta yo también», contó el administrador Edgar Alejandro Rivas Duque mientras le vendía unos chicles a un futbolista bañando en sudor.

Saliendo a coger el metro hay un grupo de brasileños con sonrisas más grandes que una media luna, y con razón, Augusto Dutra, de solo 19 años, acaba de ganar medalla de oro en salto con garrocha. «Estoy feliz de estar acá, muchas felicitaciones para la ciudad por ser tan agradable y limpia», anotó en un «portuñol» que enamora.

Un metro a imitar

Me parece muy bonito ver los diferentes acentos y los diferente tipos de personas reunidos en Medellín. Al escuchar el «cantadito» chileno fácilmente creo que estoy parada en una calle común y corriente de Suecia, pues allí viven muchos chilenos. Pero me desinflo cuando trato de hablar con unos deportistas de ese país en el metro y me tratan como una hormiguita, ignorada completamente.

Después de la larga jornada, se hace tarde, en Suecia el peor enemigo sería el clima que invita a encerrase en la casa, en Medellín, por el contrario, el clima es el mayor amigo e invita a quedarse fuera. De todas formas era hora de irme a casa y cogiendo el metro fue una sorpresa más. Con organización y limpieza impecable, mejor que la del metro de Paris, Estocolmo, Londres, Madrid, Budapest y el de Oslo. Continué el regreso a casa tomando un taxi, con temor por la hora tan avanzada. Y finalmente una sorpresa más: el taxista, me trató como si fuera un papá, y esperó cuidándome durante 10 minutos mientras me abrían la puerta de la casa. Esto es una prueba más del amor de Medellín y su gente.

» Contexto (Escrito por El Colombiano)

Rinkeby no es una Villa Suramericana
Rinkeby es un barrio de Estocolmo que queda al este de la capital, y es uno de los más pobres de Suecia.

El barrio  tiene aproximadamente 15.000 habitantes y la mayoría son inmigrantes, estadísticas del 2008 mostraron que casi 90 por cientos son de otros países, la mayoría de Asia y África.

Con toda certeza, al gobieron sueco nunca se le ocurriría organizar un evento como unos Olímpicos o un mundial en un barrio como Rinkeby. Y menos, hospedarían a las grandes estrellas en una zona tan pobre, todo por no mostrar una imagen afectada.
 

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