Más palabras sabias de Tolstoi en Guerra y paz; más ideas para pensar -y seguir sin comprender- por qué los hombres se matan unos a otros sin saber por qué en medio de guerras absurdas que son, en sí mismas, las que van creando uno a uno los motivos para aumentar las muertes y destruir a un enemigo que no existía y que no se odia porque ni siquiera se conoce:

«La retirada de las tropas francesas adquiría por momentos un carácter más trágico a medida que avanzaba la estación de los fríos […].

El número de hombres helados o que permanecían hasta morir en los fuegos de los vivaques, aumentaba día en día.

[…]

Harto sabido es hasta qué punto se permiten los jefes apartarse de la verdad cuando describen la situación de un ejército.

[…]

Al entrar en Smolensko, que constituía para unos la tierra prometida, los franceses se mataron unos a otros para apoderarse de las provisiones, saquearon sus propios depósitos y, una vez realizada tal devastación, emprendieron de nuevo su retirada sin ni siquiera saber por qué ni dónde habían de deternerse. Napoleón, aquel genio a quien nadie aventajaba, tampoco lo sabía. […] Pero esos informes y las órdenes del día eran letra muerta. Nada se hacía de cuánto se ordenaba, y, a pesar de los títulos pomposos con que se adornaban, cada uno se daba cuenta de que tenía mucho que reprocharse y que el momento de la expiación había llegado. Así, no obstante la atención que parecían dispensar al ejército, en realidad cada uno solo pensaba en sí mismo, en huir lo más pronto posible y en salvarse.

[…]

Ninguno de los jefes se preocupaba de los demás y cada uno de ellos, desembarazándose de su artillería, de su impedimenta y de la mitad de sus hombres, solo pensaba en escapar de los rusos circunvalando durante la noche su ala derecha.

[…]

En cuanto al jefe supremo, se puso una pelliza, montó en un trineo y partió, dejando tras sí a sus compañeros de infortunio, de los cuales, unos siguieron su ejemplo, otros se entregaron prisioneros y otros fueron a aumentar la cifra de los muertos.

[…]

Y nos relatan [los historiadores], finalmente, con todo detalle y visible complacencia, la marcha del emperador, del emperador que dejaba en los campos de Rusia a su grande y heroico ejército.

Estos hechos, que en lenguaje vulgar serían simplemente tachados de cobardía y se enseñaría a los niños a tenerlos en menosprecio, los presentan los historiadores como algo grande y maravilloso, producto de un genio. Y cuando carecen de argumentos para justificar una acción contraria a cuanto la humanidad reconoce como bueno y justo, ¡ah!, entonces evocan con tonos solemnes la noción de grandeza como si esta pudiera excluir la noción del bien y del mal. Si fuera posible compartir sus puntos de vista, nada malo habría en las acciones de quien es <<grande>> y ninguna atrocidad podría serle atribuida. (…) y <<lo grande>> es para ellos el atributo esencial de ciertos personajes a los que dan el título de héroe. El propio Napoleón que, arrebujado en una magnífica pelliza, se marcha abandonando a cuantos entraron en Rusia con él, se califica a sí mismo de <<grande>>.

Y entre todos cuantos, desde hace cincuenta años, le llaman Napoleón el Grande, no hay siquiera uno que comprenda que admitir <<la grandeza>> al margen de las leyes eternas del bien y del mal equivale a reconocer su inferioridad y su pequeñez moral. (…) No puede haber <<grandeza>> donde no existen ni sencillez, ni bondad, ni verdad.»

León Tolstoi, Guerra y paz.

 

Los invito a ver unas bonitas imágenes de Santa Fe de Antioquia en mi blog OJOSDELALMA:

http://www.catalinafrancor.com/blog/2010/04/30/sabores-y-colores-de-santa-fe-de-antioquia/