A la sociedad colombiana,
Dos historias se reunieron en un día como resultado y prueba de dos ideas que para muchos podrían parecer idealistas e irrealizables: (1) que los sueños perseguidos con pasión y perseverancia se hacen realidad y (2) que a través de la cultura y el arte sí se puede sacar a los niños y jóvenes de la violencia, y transformar sociedades desde su raíz.
Una historia es la de un amigo mío de la infancia, Juan Manuel Barrientos, quien hoy, con veintiséis años, se ha convertido en uno de los mejores chefs de Colombia y se codea con los más representativos chefs internacionales como ejemplo de un joven exitoso que ha traído a nuestro país un nuevo modelo gastronómico lleno no solo de sabores, sino también de significados.
Y es que su restaurante El Cielo, que es hoy uno de los mejores de Medellín, no es su único ni -a mi modo de ver- su más grande logro. Aunque fundamental para el éxito actual de Juanma y para que sus esfuerzos se vieran recompensados y su pasión aún más impulsada, El Cielo se convirtió en algo más, le permitió a este joven chef colombiano expresarle al mundo sus preocupaciones por temas sociales y convertirse en alguien que trabaja por la paz de Medellín y de Colombia, y que representa al país en eventos internacionales sobre la paz.
Es aquí donde llega la conexión a la segunda historia. Esta semana tuve la oportunidad de asistir al lanzamiento de la revista de Juanma, un diario llamado «Juanma, notebook» que habla de gastronomía internacional, temas sociales, medio ambiente y actualidad, en donde se le hizo un emotivo homenaje a un soñador que hoy es portada de numerosas revistas y prueba de que quien afirma que cumplirá sus sueños no puede más que hacerlo.
En este homenaje Juanma quiso acompañarse de un símbolo de la transformación social. Gracias a él conocí a los «Crew peligrosos», un grupo de quince jóvenes de comunas de Medellín en las que la vida se hace más difícil de lo que es para el promedio de las personas, que hablaron y bailaron frente a mí logrando ponerme la piel de gallina solo por la emoción de ver un ejemplo vivo que me gritaba con todas sus fuerzas que el arte y la cultura pueden transformar lo más negativo de una sociedad.
Estos quince bailarines y cantantes de hip hop persiguieron un sueño -son también un ejemplo de la primera idea que mencioné al principio- que los sacó de la violencia y que transformó lo que hasta un momento de sus vidas había sido el principio de un infiero. Al ver que realmente eran capaces de lograrlo se aferraron a su pasión, dejaron atrás lo que podía enlodar sus sueños y decidieron trabajar hasta la muerte para evitar que otros tuvieran que pasar por lo que ellos habían pasado: montaron una escuela de hip hop en la comuna de Aranjuez por la que han pasado más de dos mil niños, jóvenes y adolescentes que, a través del arte, la música y la cultura, se han alejado de las calles, las drogas, la delincuencia y la ilegalidad.
Henry, el líder del grupo, me dice mirándome a los ojos que él sabe y que no tiene duda alguna de que es así como se transforma una sociedad desde su raíz. Me cuenta con pasión y orgullo acerca de ejemplos reales, y de gran nivel, de eso en lo que he querido creer y que precisamente hoy está tan vigente para los colombianos debido a que, por primera vez en la historia, tenemos un candidato presidencial que nos presenta un programa cuya esencia es la transformación moral y cultural de la sociedad colombiana: Henry me habla de nombres y números reales de personas que estaban destinadas a vivir en las calles, entre drogas, armas y crímenes, y que dejaron de hacerlo debido a que les dieron la oportunidad de ser parte de la sociedad, de estar incluidos, de vivir más dignamente, de contar con un sueño en el que ellos pueden ser protagonistas y de tener una vida en la que los objetivos no son conseguir a toda costa lo necesario para sobrevivir ni quitarle al otro lo que tiene por el simple hecho de que tenga más, sino continuar luchando por una pasión legítima impulsadora de una vida humana con ganas de vivir dentro de una sociedad.
Henry, con una sabiduría escalofriante y con unos conocimientos históricos que dan cuenta de lo sólido que ha sido su proceso y de lo firmes que son sus intenciones, me explicó cómo en Estados Unidos los africanos y los latinoamericanos se destacaban por ser los mejores artistas, pero que llegó un momento en el que la discriminación pudo con todo y les arrebató el presupuesto cultural dejándolos en la calle. Me habló del legendario Ray Charles y del guitarrista mexicano Carlos Santana, que es hoy uno de los mejores guitarristas del mundo y que, según me contó Henry, llegó al país de las oportunidades como inmigrante a tocar guitarra en las calles.
Me explicó entonces que fue al verse en una situación tan precaria que el narcotráfico permeó a muchos artistas. Me habló de que fue Pablo Escobar quien llegó hasta allí para tentar a quienes soñaban con la música y el arte, para ofrecerles comida y robárselos para siempre a un mundo en el que la paz, la legitimidad y el trabajo eran la regla. Es así como la falta de oportunidades, la desigualdad, la exclusión, el hambre, la imposibilidad de cumplir sueños apasionados de deportistas, músicos y artistas se convierte en la oportunidad de lo fácil y en el camino de la ilegalidad.
En ese mismo evento al que asistí, cuando conversaba con Henry y con otros de los bailarines, una persona que los conoce se acercó para contarme que había recorrido todos los barrios de la ciudad conociendo las necesidades de la gente, y que se quedaba sin palabras cuando llegaba a los lugares más remotos y se encontraba con que los niños conocían a los Crew Peligrosos y le expresaban sus deseos de «llegar a ser como Henry y como otros de los integrantes del grupo».
Eso lo dice todo. La fuerza de un sueño y el ofrecerle oportunidades a un ser humano son las herramientas más poderosas con las que cuenta la humanidad -y cualquier gobierno- para construir sociedades armónicas, igualitarias y pacíficas. La transformación social es posible a través de la educación, de ofrecer a todos los ciudadanos una vida digna, de demostrarles que hacen parte de una sociedad y que, solo por eso, tienen iguales derechos que el resto y pueden acceder a oportunidades que les permitan trabajar dignamente y cumplir sus sueños. Solo así se alejarán de una calle y una ilegalidad que se convierten en consuelo -y casi en la única opción- para quienes desde que empiezan a conocer el mundo se sienten excluidos de él.
Cuando se adquiere un compromiso de corazón no se abandona jamás. Henry maneja hoy recursos del programa de planeación local y del presupuesto participativo de la Comuna 4 de la ciudad, en la que se encuentran diversas expresiones artísticas. La verdad es que al invertir en lo valioso se produce más y se logran mejores resultados. Él y su grupo ya son patrocinados por Adidas, están cercanos a recibir el patrocinio de Diesel, y ya son reconocidos internacionalmente por algunas organizaciones hasta las que ha llegado su proyecto social; según me cuentan ellos, han sido invitados a otros países como Inglaterra, Francia y Brasil, pero no han ido porque no quieren abandonar su escuela ni por un segundo, no quieren que cientos de niños dejen de sonreír y de soñar ni por un instante, y quieren seguir construyendo su propia identidad: no desean llegar a ser un grupo más que baila como bailan en Nueva York, sino ser los Crew Peligrosos, esos que empezaron bailando en las calles y que hoy están transformando a quienes parecían destinados a vivir en ellas.
*Comparto con ustedes el video de una corta entrevista que le hice a Henry y el de los Crew Peligrosos bailando:
Entrevista: