Esta semana he estado silenciosa; no he dicho mucho. Y hoy sólo quiero decir algo extremadamente simple y, por esa razón, aún más doloroso.
Hoy me levanto en una Medellín gris, fría y lluviosa, y no puedo sacarme de adentro ese vacío y esa impotencia que me produce el pensar en esos otros que, idénticos a mí sólo que con menos suerte, hoy se levantan en las calles, con frío, hambre y desesperanza.