Estoy cansada de las cifras. Cifras sin rostro que cada vez les importan menos a quienes las conocen. Dos millones de damnificados por el invierno en Colombia, mil doscientos heridos en las protestas de Egipto, más de cuatro mil muertos por cólera en Haití. Números de significados perdidos. Números que se vuelven rutina y no cuentan nada de sus realidades. Pero seguiremos oyéndolos.

Sé que, probablemente, lo que escribo es, para, por lo menos, 90% de quienes lo leen, una sensiblería más; de pronto para 8% es un texto bonito y, espero, para 1% o 2% pueden ser palabras que algún cambio logran en la forma de ver las cosas. Más que suficiente. Si ese porcentaje aumenta, me sentiré feliz; simplemente, cuando conozcamos una cifra de estas de todos los días, que en realidad son devastadoras, pensemos: «dos millones de damnificados… una sola de esas vidas equivale a la mía entera: todos mis recuerdos, mis sueños, mi familia, mis planes, mi visión sobre el mundo, mi estudio, mi trabajo, todo lo que tengo, mi vida entera podría haberse ido en una de esas. Y son dos millones como la mía, dos millones de universos que se extinguieron en esto que pasó».

A ver si entendemos un poco mejor la dimensión de las cosas, a ver si nos duele lo suficiente y somos parte más activa de este mundo.

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