El petróleo derramado, los gases tóxicos liberados y las enormes olas salidas de sus ritmos corrientes son solo las lágrimas de la naturaleza. Lágrimas que pueden llegar a ahogarnos.
«Naoto Kan no puede ocultar su pánico a que se funda el núcleo de alguno de los reactores dañados o reviente alguno de los sarcófagos que contienen a los reactores -como sucedió en Chernóbil en 1986- y lance a la atmósfera una nube radiactiva 500 veces superior a la de la bomba atómica sufrida por Hiroshima en 1945.» El País.
A esto llegan las iniciativas del hombre.
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