Para recordar cada segundo de la vida, para tener la imagen en la mente y en el corazón cuando se pida un plato de comida, cuando uno sabe que hay algún alimento que se va a dejar o que la porción es demasiado grande. Para jamás desperdiciar un alimento y para que la solidaridad y la compasión no se desprendan ni un segundo de nuestras acciones:

«- Si usted me asegura que no va a decir nada yo le digo cuál es mi secreto.

Dice Amena y habla más bajito y mira alrededor como quien quiere asegurarse. Yo le digo que claro, que a quién le voy a contar qué, y ella me dice que a veces pone a hervir agua y le agrega algo, una piedra, una rama, cuando los chicos no la ven.

– Entonces los chicos ven que estoy cocinando algo y yo les digo que va a tardar, que se duerman un ratito, que después los despierto. Y entonces así se duermen más tranquilos.

Yo escucho; no le pregunto qué le dicen al día siguiente, cómo hace para que funcione más de una vez: me parece que no quiero saber».

El hambre. Martín Caparrós.

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