Que se está incendiando una selva enorme de verdes infinitos. Que, literalmente, esos verdes se están convirtiendo en cenizas oscuras y opacas que se elevan y se extienden dolorosa y sabiamente hasta los límites de nuestro planeta, y también hasta las narices y los pulmones de los hombres que hicieron aquello posible. Que se queman no solo árboles, hojas, troncos, hierbas y flores, sino todo tipo de animales, seres vivos completamente vulnerables que estaban allí, en su casa, siendo lo que la naturaleza les dijo que fueran y mudos frente a los enredos de los hombres, hasta que llegaron las llamas de esos hombres que no se cansan de conquistar y arrasar con lo más bonito, con lo que no tiene precio, lo que nació de forma natural y cuyo diseño ese hombre no podría imitar jamás, para cambiarlo por papeles con números, por placeres pasajeros y por eso que llaman poder, que no es sino vacío y más necesidad de papeles numerados.
Que esos hombres siguen escogiendo a los representantes que más daño pueden hacerles, a los que tienen esas prioridades que mencionábamos en el centro de la mente y del corazón, y que se olvidan de que no les servirán para nada si no tienen ya no su casa particular, sino la casa más grande, la de todos, la que es necesaria para construir cualquier otro tipo de hogar. Que los animales y las flores y los árboles y el sol y las nubes y los ríos y los mares y las tierras y las raíces están llorando a gritos, pidiéndoles compasión a esos hombres, a quienes les han dado todo y para quienes construyen los más bellos espectáculos todos los segundos de todos los días. Que la tierra se desangra. Que esos hombres empezarán pronto a recordar y a presentarles a los más chicos aquellos paisajes, plantas y animales solo en las páginas de los libros, con el corazón encogido, la voz quebrada y la mirada baja de quien se sabe responsable de la tragedia que parecía imposible, de la más dolorosa, de la que no hay regreso. Que estamos convirtiendo nuestra respiración y nuestra vida en cenizas, y torturando lo más valioso y maravilloso que tiene la humanidad. Que nos estamos matando. Y que seguimos observándolo en silencio.