Si mi hijo es gay, yo no puedo obligarlo a ser heterosexual. Esa es la verdad.

Ha tomado mucha fuerza el debate sobre la famosa cartilla sobre la sexualidad en los colegios, porque se ha entendido que la actual ministra de educación quiere convertir a los niños en homosexuales, lesbianas y travestis, al mostrarles que la sexualidad es mucho más que los dos sexos que siempre hemos comprendido que la naturaleza o Dios nos dio.

Este debate tiene mucho de intolerancia de ambas partes. Los padres de familia y educadores, que consideran que la sexualidad es tan sencilla como la naturaleza la plantea y que consideran que no debe ser el estado el que defina qué se les enseña a los niños y que no en materia de sexualidad, y la parte del gobierno, que busca inculcar el sentido de la comprensión y la convivencia entre todo tipo de preferencias y actitudes sexuales. Cada uno expone que su punto es válido, porque consideran que tienen la razón, y si bien es posible que ambos la tenga, han dejado ver que lo que importa, es imponer sus ideas a la fuerza y no de una manera concertada entre las partes, mostrando que la intolerancia al tema es enorme.

¿Quién tiene la razón?, no lo sé. Recuerdo cuando yo estaba en el colegio y nos daban clases de educación sexual, y esto era un escándalo en las familias, porque se le hablaba a niñas y niños de 12 años del acto reproductivo, los métodos de planificación y los ciclos menstruales, intentando explicarnos cómo es el cuento de las “abejitas”, pero de una manera tan técnica, que lo convertían en una de las cosas más aburridas del mundo.

Por mucho nos lograron enseñar que en unos días del ciclo es más probable que la mujer quede embarazada, pero nunca nos contaron que los cambios hormonales de la mujer son complejos, y que sus cambios de humor serían muy complicados; ni mucho menos nos dijeron que si bien la mujer tiene cambios mensuales de estado de ánimo, al liberar un óvulo para ser fecundado, los hombres liberamos millones de espermatozoides al día, y por eso cambiamos de estado anímico cada dos horas y por eso siempre estamos pensando en sexo y muchas cosas nos excitan (ver video, que es muy divertido y enriquecedor). Básicamente, nos vendieron el sexo como una cosa aburrida, pese a ser una de las cosas más deliciosas del mundo.

El sexo es un instinto natural, que no solo es de reproducción y eso es lo complejo de entender. La religión católica lo ha mantenido en el terreno de la familia y la procreación, quizá porque en el pasado, en las épocas tribales, era necesario controlar la sexualidad en el matrimonio, para asegurar la continuidad de esta institución y mantener el linaje y el patrimonio, para salir de los esquemas de las familias tribales a las familias nucleares, pasando del nomadismo al sedentarismo; en este cambio social, ya el jerarca de la tribu no era el padre de todos los hijos, sino que se buscaba que cada pareja tuviera clara su descendencia, para poder transmitir la tierra, los rebaños y el poder, evitando problemas como los hijos de Abraham, que al tener un hijo ilegítimo con su sirvienta, terminó causando una fractura en la tribu, y dio origen a dos religiones, que aún se matan por decir quién tiene la razón.

Esa sexualidad de pareja era vista como una herramienta social y económica, y por eso la infidelidad generaba tantos problemas, porque el nacimiento de hijos ilegítimos, desembocaba en serios problemas, asesinatos y guerras; más aún cuando los matrimonios eran por conveniencia, y las mujeres debían desposar hombres que no amaban y viceversa, generando el caldo perfecto para las infidelidades, como bien queda expresado en la historia de la Ilíada y Troya.

Por eso el tema no es enseñar cómo tener sexo, sino lo que significa, sus implicaciones, sus riesgos, responsabilidades y consecuencias: quedar embarazado, contraer una enfermedad, volverse obsesivo con el tema, respetar los deseos el otro, considerar que ninguno es dominante, a menos que sea consensuado en un juego sexual, y comprender que el sexo es mucho más que una instancia de reproducción, y que por todas las dinámicas culturales, ya es un mecanismo emocional mucho más complejo en las personas que una simple erección o un orgasmo, porque se refiere a la autoestima, la sensación de aceptación, cariño, amor, comprensión, pasión, deseo y lujuria. El sexo no es pecado, pecado es lo que hemos hecho de él.

Al comprender nuestra sexualidad, algunas personas se dan cuenta de que no se sienten atraídos por el sexo opuesto, sino por los de su mismo sexo, y cuando estaba en el colegio y veíamos a un niño con tendencias delicadas y rasgos homosexuales, la montada que le pegábamos era monumental; de niños y de jóvenes somos crueles, y nos gusta burlarlos de algunos, para mostrarnos fuertes y líderes dentro de los grupos de amigos, y si todos decían que alguien era bobo, feo, negro, bajito, lento, malo para el fútbol o gay, se la montábamos sin piedad. Hoy a eso se le llama bullying y tiene al mundo aterrorizado, pero siempre ha existido y llego a pensar que es una etapa propia de la formación de la persona, que busca la forma de montársela a alguien para minimizarlo y el otro busca la forma de superar ese proceso y aceptar quien es, viviendo en paz con sus diferencias.

Hoy, el mundo es mucho más abierto a la homosexualidad en todas su vertientes, porque hemos comprendido que es una realidad, bien sea porque es una decisión personal o porque es un rasgo genético, lo cual aún no es claro; pero en ambos casos, la persona es la que decide vivir esa sexualidad a su manera y no por eso hay que segregarlo.

El problema no es que reconozcamos que hay homosexuales, sino que muchas personas se formaron bajo el paradigma de que eso es pecado, y tenemos que comprender que para ellos eso es malo y no podemos imponerles una igualdad hoy, que antes no existía; lo que hace que el debate de llevar la educación de géneros al colegio sea una afrenta para ellos, porque fue en el colegio donde les dijeron que eso era malo.

La sexualidad es una decisión personal, no familiar, religiosa, ni estatal. Lo que pasa es que la familia fue instituida por la religión y el estado hace muchos años, y como muchos consideran que eso es lo correcto, lo defenderán a capa y espada, o de lo contrario deberán aceptar que sus creencias están equivocadas, y que mucho de lo que es el fundamento de su personalidad, está equivocado, porque las verdades han cambiado, han evolucionado.

Solo por ejemplo, suponga que en su familia, alguien rechazó a un familiar por ser gay, y lo echaron de la familia, y esa persona se alejó de todos a vivir su vida, para no causarle vergüenza al núcleo familiar y no manchar el apellido. Hoy, sus hermanos, se dan cuenta que cometieron un enorme error y están en el dilema de si deben buscarlo y pedirle perdón, o dejarlo olvidado como lo han hecho por años. Esto es muy complejo.

La historia está llena de decisiones radicales sobre las definiciones de las verdades del momento y cuando estas cambian, las consecuencias emocionales son enormes y muy difíciles de manejar. La iglesia mató personas por creer en otro dios o que la tierra no era el centro del universo, y muchas familias segregaron a sus parientes por ser hijos ilegítimos o homosexuales, solo por el hecho que eso era considerado un pecado, pese a que la ley reconoce todos los derechos patrimoniales a ambos.

Hoy, la discusión es muy profunda: ¿Debemos enseñar o no la sexualidad como es a nuestros hijos?, ¿esa sexualidad la debe enseñar el colegio?, ¿el Estado debe definir qué enseña el colegio en sexualidad, como lo hace con las concepciones políticas y constitucionales?

Personalmente creo que no hay ningún problema en que a mis hijos le enseñen que la sexualidad es mucho más que reproducción y amor, que cada persona es libre de tomar sus decisiones, y que es fundamental respetar las decisiones de los otros y que si alguien piensa diferente a nosotros, no debemos señalarlo de pecador, malvado, sucio o animal, sino aprender a vivir con él, respetando sus creencias y que él respete las nuestras.

Por eso en este proceso, no solo debemos respetar los derechos de los homosexuales, sino de las personas que nuestra sociedad y cultura formaron con la idea que ser homosexual no es correcto y debemos encontrar un punto medio donde comprendamos ambas posiciones, o de lo contrario la lucha por los derechos se convertirá en la imposición de los nuevos derechos sobre las ideas del pasado, como una conquista cultural violenta. Ambas partes tiene la razón.

Hace años se decía que una mujer no podía votar, hace siglos se decía que los negros no eran humanos, hace milenios se decía con quien se debía casar la gente. Las cosas cambian, porque cada vez comprendemos más nuestra humanidad y hacerlo ha costado muchas vidas, pero en este caso, no debemos matarnos para aceptar que en la sexualidad podemos ver nuestra enorme diversidad.

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Por si le interesa, ayer escribí que sobre el costo de un punto de inflación en Colombia