Se nos dice desde pequeños que en la vida debemos triunfar, alcanzar grandes logros, ser los mejores en lo que hacemos y que al final, nuestra vida, es una carrera al éxito. El gran problema, es que nadie nos ha dicho qué es tener éxito.

Eso nos hace pensar que tener éxito es lo que la sociedad nos impone, la publicidad nos insinúa y lo que vemos en personas que admiramos. Debemos tener riqueza, poder, belleza, lujo y un sequito de seguidores y admiradores, como si fuésemos estrellas deportivas o musicales, que continuamente demuestran que son reconocidos por muchos, admirados y con sus bolsillos llenos de dinero e influencia.

Este y otros paradigmas similares, hacen que muchos de los jóvenes decidan que su éxito radica en tener dinero y poder, para estar rodeados de las consecuencias superficiales de la riqueza, pero en el camino se dan cuenta que el problema es sobre pasar las causas de la riqueza, la fama y el poder.

Lo que pasa es que estos artistas y deportistas, ya comprendieron qué significa el éxito. El éxito radica en cumplir sus sueños, en lograr las metas que ellos mismos se han puesto, donde el camino deben sacrificar muchas cosas como su vida familiar, trabajar constante e intensamente por años, regular sus hábitos alimenticios y sociales, e incluso someterse a ser el centro de atención del mundo, pese a que ese no sea uno de sus objetivos, convirtiéndose en personas famosas, reduciendo casi a cero el espacio de su vida íntima y privada. Es fácil ver la vida lujosa de ciertas personas, disfrutando de las consecuencias de su esfuerzo, pero poco se ve las causas que lo llevaron a ese punto, como en el caso de los deportistas, que pasan más de 20 años entrenando todos los días, para alcanzar una medalla de oro.

Básicamente, el éxito es la felicidad misma, que se fundamenta en saber que se quiere hacer en la vida y hacer todo lo posible para alcanzarlo.

Esto no significa que ser exitoso es ser rico, sino haber cumplido con los sueños propios. Exitosa es la persona que se ve feliz, porque hace lo quiere, lo hace con pasión y sabe todo lo que ha tenido que sacrificar para llegar a ese punto. En muchos casos, se le debe dar la espalda a lo que sociedad espera de nosotros, ir en contra de la corriente, luchar contra los preceptos y las ideas predeterminadas, y ver cómo esos que un día decían que eso era una terquedad, hoy la reconocen como determinación y perseverancia.

No busque el éxito en las consecuencias, sino en la meta. Lo que viene después de lograr lo soñado, son regalos adicionales que ayudan a adornar el momento, como pequeños obsequios de la vida por los sacrificios entregados.

Si su meta en la vida es ser el mejor deportista del mundo, sabe que debe luchar por eso; si es ser el cantante más famoso, sabe que deberá sacrificar mucho por eso; pero si lo que quiere es tocar música a su manera y disfrutar lo que hace, seguramente su vida será muy plena, porque su objetivo es simple y tiene la enorme ventaja que depende de usted para ser feliz siempre.

No deje que los demás definan cuál debe ser su meta a alcanzar, ni mucho menos el camino para hacerlo, porque al final, cuando lo logre, una de las cosas más bellas es darse cuenta, que fue usted el que hizo el camino, que gracias a la ayuda y comprensión de muchos lo logró, y que eso que algún día soñó como un imposible en un futuro lejano, es la recompensa por seguir sus convicciones y deseos.

El éxito lo define cada uno, por eso es que vemos personas exitosas que no son millonarias, como los premios Nobel, los escritores, los artistas, los científicos, las madres de familia. Defina que quiere hacer en la vida, y luche por ello, y cuando lo logre, comprenderá que el éxito no es otra cosa que haberse cumplido a usted mismo sus promesas.

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Por si le interesa, ayer escribí que sobre si uno puede escoger la sexualidad de los hijos