La educación se está transformando y deformando. En ciertas cosas ha evolucionado mucho, pero en otras, se ha desdibujado. En ciertas ocasiones, los alumnos creen que el profesor es su empleado y él tiene el deber no solo de enseñarles sino de no exigirles, porque si ellos no pasan la materia es culpa de él.

El profesor tiene el deber de enseñarle al alumno, y eso implica que debe exigirle lo máximo, porque implícitamente, no solo se tiene el deber de transmitir un conocimiento, sino de sacar lo mejor de cada miembro de su clase.

Por algún motivo, mayormente en los postgrados, los alumnos creen que porque están haciendo una inversión en educación, tienen el derecho de pasar las materias sin el esfuerzo requerido y con un juicio constante sobre el maestro. Este cambio en la relación profesor-alumno es muy peligroso, porque lo que logra es reducir la calidad de los graduandos y poner a los profesores más al servicio del entretenimiento que del conocimiento.

Hoy dar clase es muy difícil, porque se debe competir contra la omnipresencia del estudiante, que por medio de su tableta, computador o celular, puede estar distraído de la clase, chateando con otras personas o bien buscando cada cosa que el profesor dice para refutarlo. Esto es inevitable y no se soluciona prohibiendo el uso de celulares en clase, sino logrando un nivel tan alto que logre retener la atención del alumno. Esto ha llevado a que muchos profesores deban tener clases muy entretenidas y motivantes, lo cual es muy complejo en las partes teóricas y funcional para lo práctico.

Por esto, las cosas han evolucionado en un muy buen sentido, porque el proceso de enseñanza ha logrado acercarse a las nuevas necesidades y condiciones del mercado, pero la posición del alumno como cliente, pone en riesgo todo el ejercicio.

Por esto, es fundamental que desde el comienzo de la clase y de la carrera o del curso, el estudiante comprenda que él tomó la decisión de hacer esa inversión y que eso incluye la total disciplina y respeto hacia sus docentes, pese a que algunos no logren un nivel extraordinario de desempeño o su personalidad sea tosca. Es fácil decir “que él no se ha ganado el respeto”, pero para estar en ese puesto, tiene un nivel de conocimiento y experiencia que garantiza que no solo se lo ganó sino que lo merece completamente.

No debemos confundir las condiciones del mercado con el proceso educativo. Un profesor no es un mesero, es más un chef, que cocina el mejor plato posible, respetando la tradición de esa cultura, para servir a sus comensales y darles lo mejor en cada plato; lo que significa, que si bien, a usted no le gusta el plato, debe tomarlo, porque usted tomó la decisión de conocer y vivir esa cultura, con todas sus consecuencias, las que le gustan y las que no, porque por algo ese chef le dio a usted ese plato.

No todos los profesores son divertidos, ni tienen la capacidad de transmitir fácilmente el conocimiento, pero sin duda son completamente idóneos en lo que hacen, y ser docente no es ser un entretenedor de audiencias.

Al final lo importante es que el alumno aprenda lo que debe aprender para su vida profesional, y no que la haya pasado divertido en clase; ideal si se logran hacer ambas cosas.

@consumiendo

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Por si le interesa, ayer escribí sobre que lo bueno de la pelea entre los del «si» y lo del «no».