Mucho se ha escrito sobre el triunfo del “No”, la emotividad extrema de los del “Sí”, y del enorme vacío legal que hoy queda. A primera vista, el Centro Democrático y Andrés Pastrana son los grandes ganadores de la jornada, pero al mirar con más detalle, lo que viene es nivel de incertidumbre muy complejo para el país.

El acuerdo de paz está vigente y el Congreso lo elevó a norma constitucional, y sin importar lo que la votación del 2 de octubre haya dicho, se debe cumplir o se faltaría a la Ley y a la Constitución; esto es innegable y lo que estamos viviendo es la consecuencia del enorme error de llevar a las urnas, una cosa que ya estaba en firme. El Acuerdo es hoy la principal arma de las FARC, y por esto que estas afirma que seguirán apoyando la paz, porque legalmente el acuerdo está vigente.

El impacto en la economía será impresionante, porque el vacío creado y el manto de incertidumbre harán que muchas empresas detengan sus inversiones, que los hogares no dinamicen su gasto y que mucha inversión extranjera frene sus acciones, hasta no tener un panorama claro.

La votación dividida del 2 de octubre, frenará aún más la economía y pondrá al gobierno en serios problemas de gobernabilidad, en el momento en que debe pasar (muy tardíamente) la reforma tributaria. Esto hará que las calificadoras de riesgo estén proclives a reducir la calificación del país, aumentando el valor del endeudamiento en el exterior y reduciendo las salidas al presupuesto nacional.

Seguramente la mayoría de los votantes no comprenden ni comprendían los impactos que su votación iba a traer, pero el mundo entero le apostaba a un país que democráticamente consolidaba su salida de la guerra, y ahora ve una nación dividida, donde la respuesta a esta crisis política, se puede demorar más de 2 años en tener solución.

No es claro cómo se podrá renegociar el acuerdo, ni mucho menos cómo se revalidará dicha renegociación, porque si bien, se sentarán a definir las diferencias y a intentar solucionarlas, no es claro de manera puntual por qué la gente votó por el No, y eso hará que la renegociación sea más difusa que la primera fase. Y si bien se logra un nuevo acuerdo, se dudará mucho en llevarlo a las urnas, porque el temor por la votación será enorme, ya que si se suman los dos bloques de votación a favor, fácilmente alguna parte dirá que tiene ese nivel de poder sobre los colombianos, mostrando una masa del más del 80% de apoyo, lo que llevaría a ese segundo plebiscito a ser un arma electoral impresionante para las próximas elecciones presidenciales.

No obstante, siendo un poco más realistas, es evidente que los 22 meses que le quedan al gobierno Santos, no solo será muy complejos a nivel de gobernabilidad, sino que pueden llegar a ser el mínimo tiempo que se demore la revisión del acuerdo con las FARC, porque los líderes políticos del No, aprovecharán esto para buscar el poder en 2018, y no tienen el afán que tiene el país, porque les conviene presentarse como los que evitaron el Acuerdo y los que salvarán al país.

Nuestra democracia habló el 2 de octubre, y nos recordó lo frágil que es. Perdimos la oportunidad de definir por nosotros mismos, porque el acuerdo está protegido constitucionalmente y la guerra política que se avecina puede durar más de dos años, desgastando al país, hasta que se logre un ajuste en el acuerdo que haga que los opositores se sientan triunfadores, abriendo la puerta a una constituyente, que genera más incertidumbre.
Mientras todo esto pasa, la economía se moverá lentamente, los paros crecerán frente a un gobierno sin fuerza, y la exigencia de las partes por lograr una salida al acuerdo será a dos velocidades completamente diferentes, porque unos buscarán una salida ágil, mientras los otros demoran el proceso a su conveniencia.

¿Qué hacer?, esperar, lo único que queda. Ya la decisión del fin de este conflicto no le tocó al pueblo colombiano, sino a sus gobernantes, a la oposición y a las FARC, que se volverán a sentar a discutir sobre los “cómos” y los “cuándos”, mientras los hogares colombianos recibirán el impacto económico y político de esta decisión nacional.

Cada uno de nosotros tenemos que hacer la paz. Trabajar día a día porque nuestra vida mejore, para llevar el pan a la mesa, mejorar la calidad de vida de nuestros hijos y cumplir con nuestros deberes como ciudadanos, y así, con la fuerza de 14 millones de hogares colombianos luchando por mejorar, este país seguirá con la fuerza que siempre ha tenido, y le demostraremos al mundo, que en Colombia siempre el país va mal, pero la economía va bien, y por algún motivo eso nos pone entre los más felices del mundo. Ya llevamos 52 años en estas, sin ninguna duda, tenemos la fuerza para durar otros mas.

@consumiendo

www.camiloherreramora.com

Por si le interesa, ayer escribí sobre por que no me convencieron los del «No»