Antes de salir con alguien, la gente lo busca en internet, y Facebook se ha convertido parte del proceso de selección de salidas, incluso más relevante que el mismo Tinder.
Esta reflexión comenzó porque escuché a dos jóvenes hablando, cuando una le decía a la otra, “Ni loca, yo vi en su Facebook y él votó por el No”. Hoy ponemos en las redes todo lo que hacemos, lo que nos gusta, nuestras tristezas, nuestros logros, casi nuestra vida entera, y así los demás saben mucho más de nosotros, de lo que pensamos. Esto ha permitido que muchos miren la página de la persona antes de salir con ella; la googleen, la busquen en otras redes, puedan ver sus fotos, actitudes, e incluso su pensamiento político, causando que la gente haga un proceso de selección previo a salir con alguien.
Esto tiene por lo menos dos implicaciones muy importantes. La primera es que cuando estudia una opción por medio de las redes y la descarta, es muy probable que la equivocación sea enorme, porque no le damos la oportunidad de sentir la química con esa persona, y nunca sabremos si realmente era como lo interpretamos en las redes. Segundo, se están acabando las citas a ciegas.
El fin de las citas a ciegas no es fatal para nuestra sociedad, pero sí veremos cómo se pierde una de las aventuras románticas más hermosas de tiempos pasados, donde dos personas se reunían con la intención de conocerse, solo porque alguien pensó que era prudente que así fuera.
Quienes hayan ido a una cita a ciegas, saben la cantidad de preguntas, emociones y ansiedades que genera. Por ejemplo en el hecho de vestirse, porque uno se pone ciertas prendas para agradar o darle gusto a la pareja, pero como no sabemos quién es, qué le gusta o si nos va a gustar, no sabemos cómo vestirnos, para no parecer ni lanzados ni distantes. Lo mismo pasa con el perfume, el lugar de encuentro, la hora del cita e incluso el día de la semana en que se debe dar.
Que ese mágico ritual de sorpresa y ansiedad desaparezca, nos privará de una de las magias románticas más bellas que la humanidad ha tenido, y que gracias a ellas, muchas parejas se conocieron y fueron felices, gracias a amigas y amigos que hacían de Celestinos y Ciranos.
¿Cómo hacemos para salvar este momento?, algunos diran que es simple, porque uno puede bloquear el perfil de Facebook, y otros pueden decir que no es necesario, porque siempre uno ha sabido cómo será el encuentro, solo con preguntarle a nuestro amigo si ella es linda o no, y respuestas clásicas como “es queridísima”, ya nos han dado un nivel de entendimiento claro de lo que podemos esperar.
El gran reto no ha quedado solucionado, porque muchas veces vemos personas hermosas, que nos dedicamos más a verlas que a escucharlas, y al comenzar la relación nos damos cuenta, que detrás de esa belleza, no había lo que esperábamos.
Esto, quizá nos deja con la esperanza, que cada momento es una cita a ciegas, porque nunca sabemos que podrá pasar, o que parte de la persona que amamos llegaremos a conocer, y esa ansiedad aún se puede salvar. Quizá eso pase.
Toda cita es a ciegas. Ni Freud ni Llinás pueden desentrañar la clase de persona que esconde un perfil o un par de citas. Esa es la gracia, la incertidumbre, la exploración, el descubrimiento y la conquista. Lo otro es matemáticas.
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Una cita a ciegas es un riesgo grande. Qué tal le salga un criminal.
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Realmente es importarte dar a conocer a nuestros hijos, la experiencia de una cita a ciegas y que no tomen como definitivo o lo que vean en redes sociales. Narrarles nuestras propias experiencias puede ayudarles en la toma de decisiones al momento de acordar una cita.
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