Durante más de 9 años esperé por este día. Fue completamente diferente a las miles de formas en que lo pensé, y ocurrió de la manera más extraña de todas, o quizá de la más simple, y por eso, fue como fue.
Hace más de 9 años conocí a tu mamá y me enamoré perdidamente de ella, por su lucidez, inteligencia, capacidades, aptitudes y actitudes, por ser una luchadora nata, y una profesional impresionante; no te voy a negar que su belleza me deslumbró, pero solo vine a fijarme en ella, cuando la pasión con que defiende sus ideas e ideales me conmovió profundamente.
Mas cuando me enamoré de tu mamá, tú ya estabas en su barriguita, y que pudiéramos estar juntos tu mamá y yo, fue algo muy difícil por muchos motivos, pero lo que nos ayudó a tomar la decisión, fue que tú me escogiste como papá, y lo hiciste de la manera más tierna de todas: mostrando tu ternura y calma, cada vez que yo ponía mi mano sobre esa bella barriguita que te acogía.
Desde ese momento, te dimos muchas pistas sobre la realidad, sobre la verdad, porque siempre supimos que lo mejor era que tú supieras tu historia; mas comprendíamos, que no podíamos decírtela tan tajantemente como se podría hacer; entonces, te explicamos que tú me escogiste como papá, y después en un inolvidable día, te regalé mi apellido para que lo cuidaras por siempre. En ese mismo camino, te seguimos contando cosas, para que algún día, tú sola te dieras cuenta, que yo soy tu papá, porque te amo profundamente y porque decidí serlo, al enamorarme de dos mujeres al mismo tiempo.
Muchas noches pensé cómo sería el día en que comprenderías todo, pero jamás pensé que hoy 24 de noviembre de 2016, todo quedaría claro y mucho menos de la manera en que ocurrió.
Mientras el país estaba pendiente de la firma del nuevo acuerdo paz, tú llegabas a la casa a contarnos de tu primera comunión. Ya sabes que nosotros dos, pese a ser formados como católicos, no profesamos esa fe hoy en día, y que desde el comienzo de nuestra relación, decidimos no bautizarte, porque queríamos darte el regalo de la libertad de escoger tus propias creencias, y pensar que vas a hacer tu primer comunión, es un tema muy complejo para nosotros.
La conversación comenzó explicándote que antes debes ser bautizada, y que debes escoger tus padrinos, quienes serán las personas que te ayudarán a seguir el camino de esa fe y apoyarte a resolver preguntas; bellamente tu primera respuesta nos sorprendió profundamente y aún no sé si esto será así en el futuro, pero nos llenó de alegría oír las personas que mencionaste. Segundos después, mi corazón se inundó de una alegría inmensa, cuando dijiste “porque si Tito estuviera vivo, él sería mi padrino”, porque sé que mi papá –ese abuelo que nunca conociste– sería el mejor padrino del mundo y estaría feliz de serlo.
En ese momento debí salir del cuarto, para llorar esa amarga alegría en silencio y mientras hablaba por teléfono con un ángel que en ese momento escuchó mis lágrimas, llegaste y me abrazaste, dejándome ver y vivir esta ternura y calma que lograbas cuando ponía mi mano cerca del vientre de tu mamá. Ese momento me marcará para siempre, porque ambos comprendimos el dolor de no tener a mi padre.
Pero la tarde no se detendría ahí; mientras tu hermano jugaba ajedrez solo, y tu mamá, tú y yo, hablábamos de la religión y estábamos sumidos en un debate muy complejo para tu edad e inclusive la nuestra, porque no es fácil decir por qué no se está de acuerdo con la forma de una religión pero sí con sus principios, pero que no queríamos influenciar en tu decisión de hacer o no la primera comunión. No se me olvidará la cara que pusiste, cuando supiste que la Iglesia, sacrificó a la persona que dijo que la tierra gira alrededor del sol y no al contrario, y comenzaste a pensar y hacer preguntas completamente profundas, que ninguno de nosotros, con nuestros años de estudio, podemos contestar. En ese momento, comprendí que algo estamos haciendo bien como papás.
Al pasar a cenar, les puse a ti y a Enrique una simple prueba, al darles a probar una empanada de un sabor nuevo, y lentamente te diste cuenta que sabía a pollo, que tenía maíz y papa, y cuando comprendiste, gritaste emocionada: ¡es empanada de ajiaco!, lo que me hizo sacar una sonrisa en la cara, después de haber llorado por la ausencia de mi gran amigo, sorprenderme por tu capacidad de racionamiento y divertirme por la forma en que disfrutas los juegos y la comida, donde ese nuevo invento de Jorge Raush, quedará para siempre plasmado en mi alma.
Mientras departíamos en la cena, tímidamente te me acercaste al oído y me dijiste: “Papá, hay un niño que me gusta…”.
Algún día comprenderás, que eso es muy difícil de escuchar por un padre, y más cuando tu hija ya dice que tiene 3 exnovios con solo 9 años. Entonces, te mire fijamente y te pregunté quién es, y me dijiste su nombre, y como por obra del destino, solo pude sonreír y te dije: “Él me cae muy bien”. Quizá eso haga que ya no te interese, pero desde hace años él te dio un koala de peluche de regalo y nunca lo has soltado.
“Él no tiene papá”, me dijiste, “porque cuando iba a nacer, el papá se fue y nunca volvió”. Al oír esto, tus papás te dijimos que eso no tiene nada de malo, que por el contrario es admirable todo lo que su mamá ha hecho, para educar y formar a un niño tan especial.
Algo en mí me dijo que era el momento, cuando tu mamá te dijo, “recuerda, que cuando yo conocí a tu papá, ya estabas en la barriga de tu mamá”, y tú emocionada dijiste, “sí, yo escogí a mi papá”, y sacando fuerzas que no sabía que tenía, suavemente te pregunte: “¿tú entiendes que significa eso?”, y tú respondiste que no, y entonces te explicamos, que tu historia es en algo parecida a la de tu amigo, porque ese que debía ser tu papá, se fue antes de que tú nacieras, y en el camino, tú me escogiste a mí como tu papá, y desde ese día mi mundo cambió.
Te miré a los ojos, y vi que comprendiste todo, y que no te afectó en nada, y que me abrazaste suavemente y me dijiste: “mi papá”…
Cuando me desperté en la mañana, jamás pensé que hoy sería el día que llevo esperando más de 9 años. El día en que tú comprendieras todo, que supieras la verdad y con amor me abrazaras y me llamaras por el título más bello del mundo: papá.
Nota: todo lo acá escrito es como pasó, y lo escribo por dos razones. Para que tú lo leas algún día, mientras las lágrimas recorren mis mejillas, y que cualquier otro que lo lea comprenda, que ser papá no es un tema de sangre, sino de corazón.
Hace unos meses escribí la Carta a los hombres que van a tener una hija, se la recomiendo; lo mismo que este video, que es simplemente, emocionante…