Quienes me conocen, saben que uno de mis planes predilectos es salir a tomar un café… sola. Es la terapia perfecta para un día no tan bueno y mi mayor fuente de inspiración cuando quiero sumergirme por un rato en las letras. Sin embargo, para algunos, a quienes les comparto el placer que me causa hacer este tipo de actividades sin compañía, parece escandalizarles…como si disfrutar de la soledad fuera una rareza.

Y es que, con el paso de los años, me he dado cuenta de que estar solo y sentirse completamente cómodo es algo que muy pocos conocen, pues existe una tendencia a asociar el concepto de felicidad con estar rodeado de otras personas. Y aunque es un punto totalmente respetable, difiero por completo.

 En mi caso, es la mejor manera que tengo de aclarar mis ideas; hacer cosas que me apasionan y que disfruto aún más en soledad; darme un tiempo para mí, sin ningún tipo de interrupción y dejando de lado la constante obligación de dar explicaciones a los demás.

Pero, lo que aún no comprendo es por qué para otros la soledad es motivo de vergüenza. De hecho, alguna vez, una amiga, como si se tratara de una penosa confesión, me contó que todos los domingos iba al cine sola. Ella es una de las personas más cinéfilas que conozco y sé que disfruta ver un buen filme, tanto como yo adoro tomarme una taza de café; pero, para ella esto no era motivo de orgullo. Y no veo por qué ¿Acaso ella debería quedarse en casa por el temor a comprar una boleta de cine y no dos, o tres? No tiene sentido. Yo no sacrificaría una película que esperé por tanto tiempo, solo porque los demás no disfrutan ese plan de la misma forma en la que yo lo hago. Y teniendo la opción de ir sola, no encuentro una razón de peso para no hacerlo.

Lo anterior es la prueba fehaciente de que nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad invadida de estereotipos. Entonces, el hecho de disfrutar plenamente la soledad es anormal.

De hecho, tal vez alguien pensaría que, en mi caso, voy a hacer este plan es porque soy una asocial; pero, a la final soy todo lo contrario. Vivo momentos increíbles con las personas que quiero, pero para mí es vital, por lo menos una vez por semana, darme un tiempo a solas y no propiamente porque sea la reina de los ermitaños.

A lo que voy es que, de vez en cuando, es bueno liberarse de esa necesidad de estar rodeado de otras personas para sentirse completamente pleno. Hay que tomar el riesgo de enfrentarse a sí mismo y de disfrutarlo el tiempo que sea necesario. De desconectarse de la vida social por un rato y enfocarse en los propios pensamientos; de cancelar un plan por pasar tiempo a solas, así se trate de ver su serie favorita debajo de las cobijas.

Cuando usted aprende a disfrutar la soledad se da cuenta de que no hay mejor compañía que usted mismo y, además, aprende a valorar más a quienes le obsequian su presencia y a otros quienes solo merecen su ausencia.

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