Querido 2016: Esta vez, dejaré de gastar tinta escribiendo propósitos que solo se quedan en el papel; por el contrario, me dedicaré a enumerar, a conciencia, los que en realidad necesito y quiero para mi vida. Y que evidentemente llevaré a cabo.

Este año, no. No me pondré los mismos propósitos de siempre: durar más de seis meses en el gimnasio, para no perder la plata; ganar más dinero, a cambio de ser una esclava del trabajo; gastar dinero que no tengo en cosas que no necesito; cambiar lo que me gusta de mí, por ver felices a los demás… No.

En cambio, este año me prometo practicar el deporte que más me gusta, con mayor disciplina, eso sí; en vez de seguir un régimen que detesto, para conseguir resultados efímeros y solo para que los demás me digan que he bajado de peso u otros rechacen el cambio, argumentando que preferían verme como estaba antes.

También prometo dejar ir, si es necesario; perdonar y soltar a las personas y situaciones que me atan, sin rencores, solo porque así estaba escrito. Empezar  a entender, poco a poco, que todo sucede por alguna razón y que si, quizás, no hubo un final feliz es porque no debía terminar de otra manera. Seguir aprendiendo a vivir el presente y evitar pensar en la utopía del futuro. Dejar de lado la impaciencia y aprender que las cosas llegan en el momento perfecto, ni antes ni después.

Amar sin temores. Abrirle siempre la puerta al amor, siempre y en todo momento. Bien decía la poetisa Alejandra Pizarnik: «No importa si cuando llama el amor yo estoy muerta. Vendré. Siempre vendré si alguna vez llama el amor.»

Seguir mostrándome tal y como soy, esté donde esté; sin miedo al rechazo o a la polémica. Nunca aceptar algo con lo que no estoy de acuerdo o que va en contra de lo que soy. Decirlo siempre, pero con mayor prudencia y tacto. Al fin y al cabo, no todos tienen que pensar de la forma en la que yo lo hago y es momento de entenderlo de una buena vez.

No sentirme culpable si algún día prefiero llegar a casa a descansar, ir a leer un buen libro a la biblioteca o simplemente ver mi serie favorita; en vez de estar con mis amigos o familia. No olvidar lo importante que es disfrutar la soledad y valorar a quienes me obsequian su presencia (lea también: ‘Aprender a disfrutar la soledad).

Dar siempre el 100 por ciento en todo: en el trabajo, en las relaciones, en cada meta que me trace. No caer en la mediocridad, nunca dejar algo a medias ni, mucho menos, ser una persona a medias. Y eso incluye intentar, cada día, ser mejor ser humano. En vez de juzgar, en primer lugar, entender que cada uno lleva una cruz invisible que, aunque no se vea, hay quienes deben cargarla todos los días.

Y finalmente, prometo, por encima de todo, ser feliz. Hacer lo que esté a mi alcance para que nada ni nadie perturbe mi paz interior. Invertir más en lo que me de felicidad que en lo efímero.

Te prometo año nuevo que, a partir de este momento, doy por terminados los ciclos que me ataban al pasado y a vivir más el presente. Te prometo que mi propósito principal será amarme más a mí misma, para así amar mejor a los demás ¡Gracias 2015!

 

En Twitter @AnaLuRey