Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Uno se levanta un día y el sol, de nuevo, vuelve a brillar.

Dicen por ahí que tocar fondo es la mejor forma de salir a flote. Y no hay dudas, pues se sale con esa misma fuerza con la que cayó en la profundidad de la oscuridad.

Y no solo sale a flote, escala un peldaño (o varios) más; empieza a mirar la vida con otros ojos, desde una perspectiva distinta. Y así, se reinventa, se renueva, construye de sí un ser del que vale la pena aprender.

Uno aprende de sí mismo en la borrasca, porque allí es cuando se enfrenta a los rincones más inimaginables y recónditos; aquellos que en los momentos de extrema y efervescente alegría olvidó. Que ocultó con el sabor del éxito, de las sonrisas y la sensación de tocar el cielo con las manos.

(Lee tambiénExpresar las emociones, el gran pecado del mundo moderno)

¿Contra quién se lucha en los peores momentos si no es contra sí mismo? Porque es el silencio de la madrugada el que trae respuestas; porque ahí, cuando la mente está a mil por hora mientras uno solo pone su mirada a un punto del techo en su habitación es cuando el origen del sufrimiento sale a la luz sin ninguna resistencia.

Y al otro día, con un par de bolsas en los ojos, se levanta exhausto pero aliviado de haber encontrado la causa y la consecuencia. Entonces, se decide a cortar esas raíces en vez de irse por las ramas.

Un proceso que no es fácil, que incluso trae al principio más problemas que soluciones; pero que si no pierde eso que llaman resiliencia, al final ve de nuevo el sol.

Así como el mito de la caverna de Platón, las respuestas llegan sin buscarlas y uno se da cuenta de que la felicidad siempre estuvo en el interior; después de toda una vida buscándola en distracciones.

Cuando uno abre los ojos y se quema las pestañas, no hay retorno. Es como si el camino por el que andaba, a trancas, se cerrara sin más; para no permitir que cometa el mismo error. Y ya no hay vuelta de hoja, pues así como sucede con un buen libro, solo el lector se devuelve pero para enfatizar en las frases que lo hicieron sentir vivo.

La resiliencia es tan importante como la vida misma, pues nos permite verla desde la perspectiva del aprendizaje, mas no de la victimización; mientras el alma se ensancha y el corazón abre espacio solamente para las situaciones, personas y cosas que deben estar ahí.

(Artículo relacionado: ¿Por qué dejar de victimizarnos?)

Vivir es una sola experiencia, pero la resiliencia es la base de poder contar el cuento en otras palabras, en unas más bonitas.

 

En Twitter@AnaLuRey

Compartir post