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Al cierre de la jornada electoral del 11 de marzo, la confianza en el proceso electoral colombiano quedó malherida por la falta de tarjetones para las consultas inter-partidistas que se presentó en varios puestos de votación. Y es que no se trató de una falla de importancia menor. Aunque matemáticamente no haya afectado de forma significativa el resultado final de las consultas, representa un grave daño con un costo incalculable para la democracia colombiana; un error inadmisible por parte de la Registraduría que no se puede minimizar ni justificar de ninguna manera.

¿Pero por qué fue tan grave? A continuación comparto cinco razones:

  1. Se vulneraron dos derechos fundamentales sagrados para la democracia: el derecho a votar y a la igualdad ante la ley. La voz de algunos votantes no se contó y ellos nunca lo olvidarán. Por otra parte, la voz de unos ciudadanos contó más que la voz de otros, hecho que nos debería importar a todos porque a cualquiera le hubiera podido pasar. Esto no se puede minimizar argumentando que no afectó el resultado final. Lo que ocurrió era previsible y evitable, y es completamente inaceptable en pleno siglo XXI.  Aunque hoy damos esos derechos por sentado, no debemos olvidar que la humanidad tardó siglos en conquistarlos.
  2. Se perdió confianza en el proceso electoral entre gran parte de la opinión pública. Desde el medio día hasta que comenzaron a emitir los primeros resultados, los hashtags #Fraude o #FraudeElectoral, se alternaron puestos entre las cinco principales tendencias en Twitter para Colombia.  Aunque esas tendencias pueden reflejar opiniones informadas, desinformadas o desinformadoras, lo cierto es que alimentan la cobertura noticiosa y el análisis de los medios masivos. Es muy posible que la palabra «fraude» quede asociada con las elecciones legislativas de 2018 en las mentes de muchos colombianos; todo esto, en un entorno de creciente desconfianza en la democracia y una preocupante polarización. Así las cosas, es probable que el error de la Registraduría sea interpretado por los millones de indignados o incrédulos como evidencia de falta de imparcialidad o falta de garantías, validando los discursos populistas de quienes hacen política a costa de las instituciones. Y si bien es cierto que el error no afectó el resultado final en esta ocasión, si deja un mal olor en el ambiente de cara a las presidenciales. ¿Qué pasará si las elecciones de mayo son tan reñidas como las de hace cuatro años o cómo lo fue el plebiscito?
  3. La reputación de Colombia ante la comunidad internacional sufrió un revés. El retroceso llega justo en un momento en el que nuestro país busca ejercer un mayor liderazgo regional y está tramitando el acceso a la OCDE (irónicamente, el club mundial de las «buenas prácticas»). Esto socava nuestros esfuerzos por cambiar la imagen del país ante el mundo para fomentar más confianza, ejercer mayor influencia y atraer más inversión. La gran mayoría de quienes forman sus opiniones leyendo únicamente titulares volverán a asociar a Colombia con subdesarrollo, corrupción y trampas. Muchos incluso nos meterán en la misma bolsa que Venezuela. Entretanto, la opinión informada se preguntará si puede confiar en las prácticas de la institucionalidad colombiana.
  4. En las primeras elecciones en las que participa la Farc, el estado no podía darse el lujo de fallar. Los ojos del mundo estaban puestos en Colombia. La premisa central del proceso de paz fue cambiar balas por votos. Desde su origen, las Farc siempre argumentaron que acudieron a las armas porque, desde su punto de vista, no tenían garantías para participar en política. No en vano, la participación política fue un punto clave en la negociación. Desde ese punto de vista, e independiente de si se está a favor o no del proceso, la credibilidad del estado estaba en juego. Nada debía poner en duda la organización, la transparencia o la imparcialidad del proceso electoral. Lo que estaba en juego era nada menos que la confianza de decenas de miles de exguerrilleros que hacen parte de un frágil proceso de desmovilización y reincorporación a la vida civil. Este error no solo juega a favor de las disidencias, sino que también se presta para validar esa rancia retórica de la Farc con la que siempre ha buscado justificar lo injustificable.
  5. Finalmente, el mal cálculo de la Registraduría en Colombia desafortunadamente le dió oxigeno al régimen de Maduro en Venezuela. En un momento en el que la tiranía de la dictadura chavista de Maduro es cada vez más evidente para el mundo, el aparato oficial propagandista tuvo la oportunidad de utilizar lo que ocurrió en Colombia para minimizar las múltiples evidencias de falta de garantías y los serios indicios de fraude electoral que se han venido presentando en el vecino país en los últimos años y que quedaron consagrados en la ilegítima reelección de Maduro del pasado 20 de mayo. Esas son malas noticias para Venezuela, que tendrá que sufrir el régimen de Maduro 6 años más, y también para Colombia, que es hoy la principal afectada por la crisis humanitaria que desató el fallido proyecto del «socialismo del siglo XXI».

Los invito a seguir el debate en Twitter. Me pueden encontrar en @CamiloDeGuzman.

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