El negocio del Shaolin y la montaña Shaoshi Shan
Continuando con el relato anterior del camino del Shaolin, por fin llegamos con el aprendiz de Kung-Fu Egipcio que conocí en el bus a lo que parecía ser el anhelado templo. Se destacaban entre los árboles una gran estatua de un guerrero haciendo un saludo Shaolin y algunos techos tradicionales Chinos. También era notoria la cantidad de carros en la vía, que vine a darme cuenta, para mi sorpresa, que se trataba de las hordas de turistas que también venían a visitar este sitio.
La cantidad de gente fue creciendo a medida que nos acercamos a la entrada. El Egipcio entró gratis pero yo tenía que pagar por mi ingreso en las atiborradas taquillas 120 Yuanes que son como 20 dólares. Así que dejé mi maleta en el locker dándome cuenta que en el afán de salir del bus olvide mi sombrero vueltiao que traje desde Colombia. Ahora un Chino iba a tener pinta de Colombiano…
Traté de buscar el bus en vano mientras veía la multitud de gente avanzar por el lugar. De nuevo era testigo de la masa de gente que se mueve en China. A lo sumo vi 6 turistas extranjeros en el tiempo que allí estuve. Contribuyó también el hecho de que estábamos aún en la «semana dorada» en la que media China sale de vacaciones. De manera que la visión del templo alejado del mundo exterior que me imaginé fue sólo una construcción romántica de mi parte. Esto lo que era era una fábrica de hacer dinero con el turismo y la educación.
Aquí vine a aprender que la escuela en efecto está desde hace siglos pero que ha ganado adeptos hasta recibir ahora 7000 alumnos cada semestre desde los 5 años en adelante. Parte de estos guerreros se ven entrenando en una gran plazoleta que existe en el complejo. Realizan diferentes prácticas coordinadas, secuencias de golpes, saltos, manejo de armas, etc. Muchos de sus graduados salen a trabajar en la policía, ejército, educación física, etc. Había incluso alumnos de unos 5 años de edad ya repartiendo patadas y haciendo saltos mortales mientras que yo a duras penas puedo dar un bote.
Ya resignado con la pérdida de mi sombrero, decidí aprovechar mi tiempo en en lugar. Aunque con el río de gente era difícil. Lo primero fue visitar los templos budistas que hay aquí uno de los cuales es realmente interesante pues tiene estatuillas doradas de los monjes destacados de Shaolin-Si en tamaño casi real. Son unas 300 estatuas con estos señores en toda clase de posiciones y gestos. Muy divertido para ver. En el centro del templo, hay estatuas de Buda de unos 10 metros tomando el protagonismo.
Luego de esto ingresé a una demostración del arte marcial. La muestra fue impresionante viendo a los guerreros hacer sus movimientos basados en los animales y usando armas blancas. El tigre, la grulla, el mono, la cobra (y no, el panda no hace parte del grupo). Fue también divertida pues llamaron a algunos voluntarios a la tarima para imitarlos, con el resultado cómico esperado.
Por último, visité el bosque de pagodas que hace justicia al nombre con cientos de estas, de entre 2 y 10 metros de alto congregadas como árboles. Hasta este punto la gente seguía siendo demasiada para mi gusto pero decidí continuar caminando cuesta arriba hacia una montaña que anunciaban los letreros. El camino me llevó a una estación de teleférico que convenientemente sube a un punto elevado por la módica suma de 10 dólares. Yo naturalmente decidí no tomarlo y encontré el camino de subida bien marcado y lleno de escaleras que luego de 45 minutos de rápido andar me llevó a la estación de llegada. Aquí la vista de la montaña fue mucho más clara e impresionante. Unas paredes verticales de roca blanca nos rodeaban.
El camino seguía y yo lo seguí. Me sorprendí al ver que habían trazado el camino suspendido con barras de concreto en la escarpada pared que tenía una apariencia asombrosa con grietas verticales. Era diferente a lo que yo había visto antes y he visto varias montañas. Los carteles en el camino explicaban que la montaña estaba hecha de Quarztita que es una roca muy dura formada bajo presiones muy altas. El lugar había estado sumergido 5 veces bajo el mar en su historia de más de 2500 millones de años.
Yo estaba feliz de hallar este lugar. Los turistas eran menos y el camino se habría paso contorneándose de manera casi inverosímil entre las paredes rocosas. Eran escaleras por doquier y yo estaba encantado de seguirlas para seguir viendo este paisaje. Sin embargo tenía que regresar antes de las 6pm a recoger mi morral así que no podía seguir indefinidamente. Entre las montañas vi que había una especie de templo a lo lejos y se convirtió en mi objetivo. Luego de un recorrido extenuante e inverosímil entre estos acantilados logré llegar con el tiempo contado de manera que el regreso fue casi corriendo.
Iba llegando ya al final del camino montañoso cuando una chica de China me habla (en Chino). Creo que me preguntaba por el camino de bajada. Así que le mostré por donde era y seguimos caminando y tratando de conversar pero su inglés era apenas ligeramente mejor que mi chino. A pesar de esto seguimos hablando durante el trayecto. Incluso me regaló un collar con una piedrita para la buena suerte que conservé por un tiempo. En el afán por llegar a tiempo a los lockers para recoger mi maleta nos separamos y hasta ahí llegó dicha amistad.
Al final me llevé una visión contradictoria de este lugar pues como muchas cosas en China se ha vuelto un gran negocio para recibir mucha gente y a pesar de esto se mantiene transmitiendo el arte milenario de Shaolin. Y por otra parte me fui feliz con conocer la montaña y mi amiga china que en cierta forma mejoró mi percepción de los Chinos.
Y así, llegada la noche tome un bus en la carretera pues el camino sigue a Luoyang a ver miles de grutas en las paredes de la colina…. En la siguiente crónica.
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