
Las mujeres del agro son clave para el desarrollo sostenible
«Dale a una mujer una semilla y te alimentará para toda la vida”.
Proverbio africano.
En Colombia, la mujer rural es la columna vertebral de la seguridad alimentaria y la sostenibilidad agrícola. Ellas representan el 40 % de la población agrícola y producen el 45 % de los alimentos que consumimos, según datos de la FAO y el IICA. Sin embargo, sus oportunidades siguen siendo limitadas: solo el 13 % de las tierras están a su nombre y menos del 8 % recibe asistencia técnica.
Esto no es solo una brecha de género, es una pérdida de desarrollo para el país. Una nación que apuesta por sus mujeres rurales crece. Un ejemplo inspirador es Nueva Zelanda, donde políticas públicas enfocadas en la igualdad de oportunidades, la capacitación y el acceso a la tecnología han impulsado la participación femenina en la agricultura. En las últimas décadas, la presencia de mujeres en la fuerza laboral agrícola ha crecido 30 %, alcanzando el 37% de los agricultores. Además, el número de mujeres propietarias de tierras agrícolas ha aumentado en 20 %.
En Colombia, los cuellos de botella son evidentes y deben resolverse: falta de acceso al crédito y a la propiedad de la tierra, brechas en educación técnica y limitaciones en infraestructura para la comercialización. Superar estas barreras es una tarea de Estado y de sociedad.
Las mujeres también están revolucionando la ciencia agrícola: investigan para mejorar semillas y genética de seres vivos del agro, protegen polinizadores —como las abejas— e innovan en prácticas sostenibles. No piden favores, necesitan herramientas.
En este contexto, la labor de Procultivos ANDI es importante para sumar a esta importante apuesta. A través de CuidAgro, miles de mujeres rurales reciben formación en buenas prácticas agrícolas, protección de cultivos y apicultura. En 2024, más de 3.900 mujeres se beneficiaron de CuidAgro, fortaleciendo su papel en la producción de alimentos.
Las mujeres rurales son arquitectas de un futuro más próspero y sostenible para Colombia. Su empoderamiento no es solo una cuestión de equidad, sino de competitividad, seguridad alimentaria y futuro. Es momento de actuar. La mujer rural no espera, trabaja, así sea con las uñas. Ahora, el país debe responder.
Un fuerte abrazo a las mujeres del agro colombiano. Gracias, por tanto.
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