In memoriam a Leonard y Leon
Extraño, por decir lo menos, eso de la iconografía que acompaña las fundas de los discos. Cuando se está en casa y uno quiere escuchar algo, simplemente busca en el anaquel el acetato o el CD de su predilección y se encuentra con esas viejas fotografías que en su mudez remiten a otras épocas. De entrada, antes de escuchar la música. Ahí están rutilantes los artistas. Sus miradas agresivas a la cámara. Su sonrisa abierta que recalca pliegues y contornos. Su bien cuidado ropaje ‘casual’. El entorno que lo centra en la foto de estudio o en la toma realizada en alguna presentación. La fuerza en sus manos al empuñar el instrumento… Son recuerdos de épocas que se fueron, que se vivieron con intensidad, que acompañaron veladas de alocadas bohemias y chispeantes discusiones que se daban cuando los discos en su incansable rotación, giraban reproduciendo la magia de la música a través de los parlantes.
Ahí, en esas carátulas, están los héroes del momento imponiendo modas y estilos que los demás mortales copiábamos en el afán de acercarnos a ellos de alguna manera y lo difícil que era el seguirles el paso en su alocada carrera. Los cambios eran raudos y veloces de un acetato a otro y los almacenes de cadena también aceptaban los retos y ofrecían su rutilante mercancía tratando de copiar una moda que siempre nos llegaba tarde.
En todo eso pienso, cuando desde hace algunos días vengo recordando a dos viejos amigos que partieron en los últimos días: Leonard Cohen y Leon Russell.
“Sólo en Canadá alguien con una voz como yo podría ganar el premio al Cantante del año”
Llegué tarde a la música de Cohen. Tal vez a finales de los ochenta del siglo pasado, aterrizó en mis manos un álbum en el que se destacaba I’m Your Man, una canción que mezclaba esa característica voz con sonidos techno pop que tanta acogida le generó en personas que como yo, tal vez, nunca habían caído en la tentación de escucharle. Y entonces comencé a buscar su música y a maravillarme con sus letras que tocaban el sentimiento.
¿Cohen se estaba despidiendo? Esa pregunta surge cuando en este azaroso año bisiesto de 2016 y tan solo hace algunas semanas atrás, publicara su último disco You Want it Darker que sonaba a una premonitoria despedida de la que ya había dejado entrever algo en esa carta que escribió luego de conocer la muerte de su musa Marianne: “pienso que te seguiré muy pronto. Hasta la vista”…
Estoy preparado, mi señor… Dejo la mesa, estoy fuera de juego… Buenas noches, buenas noches, mi estrella caída… Así de diciente era la letra de una de sus últimas canciones, lo cual lo podría equiparar a David Bowie quien publicó Blackstar tan solo dos días antes de su partida: Mira aquí arriba, estoy en el cielo… Así arranca Lázarus, uno de los sencillos del álbum de Bowie, cuyo proceso creativo coincidió en el tiempo con la batalla que el músico mantuvo contra el cáncer.
Y al igual que Bowie, Cohen nos dejó con su característica discreción. Hoy se sabe que murió el lunes 7 de noviembre en su casa en la ciudad de Los Ángeles junto a su familia que evitó el circo mediático anunciando su deceso en la noche del jueves 10. Así terminó la carrera de un literato que se convirtió en estrella del pop. Recordemos que el caballero ya era un treintañero cuando decidió dedicarse a la canción. Ya había desarrollado una admirable carrera literaria con la publicación de cuatro poemarios y dos novelas, que apenas le generaban unos modestos ingresos que compartía con la noruega Marianne Ihlen y que completaba con auxilios institucionales y un fondo que le había dejado su difunto padre.
Una carrera musical que no tuvo problema alguno en abandonar y retomar de nuevo cuando ya muy mayor y con una dignidad a prueba de todo, se vio obligado a rehacer cuando su mánager lo tumbó y lo dejó casi a punto de cantar en los buses. Aplaudido y venerado, fue introducido en el Salón de la Fama del Rock and Roll de los Estados Unidos y en el Salón de la Fama Musical de Canadá y en 2011 coronó todos los premios y distinciones que le otorgaron a través de su vida, cuando fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el cual recibió con unas memorables palabras las que puede encontrar e:
http://www.fpa.es/es/premios-princesa-de-asturias/premiados/2011-leonard-cohen.html?texto=discurso&especifica=0
El rugido de Leon
Con Leon Russell me pasó todo lo contrario. A este veterano músico que falleció el pasado 12 de noviembre lo conocí cuando en las salas de cine de la ciudad proyectaron el Concierto para Bangladesh con un George Harrison convertido en la rutilante estrella que el dúo de Lennon & McCartney apenas le aceptaban uno que otro de sus temas en esa loca competencia que suponía ser un Beatle y la hilarante y descabellada experiencia expuesta en Joe Cocker y sus perros rabiosos e ingleses (película y doble LP), gira que el propio Russell había organizado luego del éxito de Cocker con su Delta Lady y una serie de presentaciones en los Estados Unidos que ya le habían ofrecido al inglés que no contaba con una banda en ese momento.
Precisamente fue Cocker quien le facilitaría el ascenso a la primera división del rock a un músico que había sido arreglista de Phil Spector y dejado su impronta en los Byrds, Gary Lewis & The Playboys, Herb Alpert, Frank Sinatra, Bob Dylan…
Conocedor de sus limitaciones vocales, no dudó en entregar canciones que se convirtieron en éxito en boca de otros. Fueron muchas las que escribió en su estudio de grabación y que dejó conocer a través de su larga carrera con 31 discos publicados desde 1970 hasta EL 2014 cuando vio complicada su salud ese melenudo de Oklahoma.
Año duro este 2016. Se nos han ido Lemmy, Bowie, Prince, Cohen y Leon entre muchos otros. Contaba la esposa de Russell que el hombre había muerto en silencio, mientras dormía, sin enterarse. La mejor de las maneras de irse de este mundo, seguramente. Problemas cardiacos lo afectaron en sus últimos años, pero no terminaron con su ánimo y las intenciones de rodar de nuevo con sus canciones y sus músicos en el 2017. La gente no lo conoció mucho, desafortunadamente, aunque su presencia está ahí en esos discos de vinilo, con sus manos firmes puestas sobre el piano, la guitarra o el bajo, o como arreglista, compositor o productor.
Los grandes se están marchando y no aparecen de manera clara sus posibles sucesores. Es triste pero nos queda un consuelo: su música.
Si alguien me pregunta qué pienso hacer en estas navidades, sin dudarlo les cuento: me sentaré de nuevo frente al equipo de sonido a escuchar su música, mientras sostengo en mis manos esas carátulas con fotos añejas fingiendo que aún están acá. Que nunca se han ido.
@culturatotal
Precioso. Y es reconfortante, no sé por qué, el saber que otros tienen esas mismas sensaciones al escuchar un disco, ver una caratula. Después de todo, con los años, esta clase de personajes, se han ganado el derecho, a ser parte de nosotros. Tal vez, seamos nosotros quienes arrebatamos el derecho a ser parte de ellos. A fuerza de escucharlos, verlos, sentarlos a la mesa y empezar a soñar con todos ellos. Al hacerlos parte de nuestra niñez y adolescencia. Como fuere, es cierto. Estamos llegando a un tiempo al que nunca pensé que llegaríamos. Donde todo pasa. Y se vuelve recuerdo. Parece un sueño.
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