Por DiMogno
Y sí: en Colombia a la gente, como una señora de esas divinamente, le encanta indignarse por cómo la ven los demás y arma escándalos sobre los chistes externos para que quien emitió una ofensa rectifique lo dicho y ojalá hable bellezas de nosotros, aunque quién sabe si las merezcamos realmente.
Así fue cuando una señora holandesa de apellido Van Dam, que por fortuna no es pariente de Jean Claude, publicó un montaje sobre la coca y los futbolistas de la selección. Ella, que era embajadora de UNICEF, omitiendo el pequeño detalle de que por cuenta de la guerra del narcotráfico, tema que en todo su derecho le parece chistosísimo, muchos niños colombianos mueren y son reclutados. Era de esperarse que la entidad que defiende a la niñez la sacará de su cargo por cuenta de su ignorancia evidente, de su humor flojísimo e incoherencia. Por ello, la cancillería mandó su protesta y el colombiano de a pie, o de a Twitter, henchido de nacionalismo y rabia, pensó que lo apropiado para mejorar la vapuleada imagen del país era amenazarla de muerte.
Algo similar le pasó a un caricaturista belga que osó hacer la misma broma. Luego de enviar una carta de disculpas a la embajada, dejó claro también que su familia había sido amenazada de muerte, lo que parece ser ya un “deporte nacional” en el que somos tan competentes como en el ciclismo o en el fútbol. Es que sin duda, parece terrible para los colombianos que los vean como narcos, pero no tanto como matones.
Si yo fuera extranjero no me tomaría las amenazas a la ligera. Si en el país “más feliz del mundo” se matan celebrando un triunfo futbolístico, no podría imaginar qué llegarían a hacer estando realmente bravos. Porque si algo nos gusta acá es lamentar las burlas que vienen desde afuera, pero no mirarnos hacia adentro y ver si lo que se piensa del país tiene fundamento. De hecho, es grave el chiste del narcotráfico cuando viene de afuera, pero desde adentro nos “mata” de risa.
Es que eso de burlarse de los estereotipos es algo muy feo, muy ignorante y que se debe erradicar. Afortunadamente acá no nos gusta eso, será por ello que Sábados Felices, el programa humorístico preferido en esta tierra, lleva más de 30 años haciendo chistes sobre lo “brutos” que son los pastusos, lo “miserables” que son los negros, lo “locas” que son los peluqueros y demás clichés que seguramente ya se imaginará.
Ya vendría siendo hora de dejar de ser como una señoras indignadas, estaría bien mirar un poco más para adentro, ver la viga en el ojo propio y no sufrir por cómo nos ven los demás, sino intentar tener más Nairos Quintana o más James Rodríguez, que seguramente han puesto al mundo a hablar de Colombia, y no precisamente sobre coca. Para empezar, por ejemplo, dejar de amenazar de muerte a todo el mundo, o que el periodismo deje de fomentar el nacionalismo ciego y bruto, o el odio, que de ese ya tenemos demasiado. Con que tratemos de ser decentes, seguramente ya habremos ganado.
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Miguel de Unamuno sabiamente decía: «Uno no es lo que piensa que es, sino lo que los demás piensan que es uno». Por qué molestarnos con los chistes que relacionan al narcotráfico y a Colombia, cuando los canales privados, por solo mencionar un ejemplo, se han lucrado con series que le muestran al mundo esa cara de Colombia?
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Ojo ahí con estar olvidando las cosas y tan rápido.
No opaquemos nuestros logros con odio. Tenemos mucho que celebrar, por nuestros propios éxitos y por cosas más importantes que la pérdida de un equipo que nisiquiera es el nuestro. Que nuestras almas sean dignas de lo que hemos logrado a punta de esfuerzo y nuestros propios comentarios no lo opaquen.
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