Dejo un letargo bloguero que ya sobrepasa el año para hacer una petición a lado y lado del Atlántico: ¡este domingo sal a votar!

Mientras en el viejo continente tenemos elecciones al Parlamento Europeo, un trámite de burocracia continental que se ve tan lejano y aburrido que la abstención supera el 56%, en Colombia andamos pendientes de elegir o reelegir presidente, en una decisión que va a marcar el rumbo del país como hace mucho no sucedía.

Y aunque de parte y parte hay mil matices que vuelen más complejo el juego democrático, mi mensaje más básico, mi súplica para los indecisos, los apáticos, los polemistas, los perezosos, los ocupados es la misma: voten, por favor.

Basta con mirar atrás apenas un poco más de un siglo para comprender que la democracia sigue siendo una forma de gobierno fantástica frente a todas las que lo han precedido: el pasado está lleno de caos, destrucción y desgobierno en cientos de formas tiránicas y despiadadas de monarquía, feudalismo, militarismo, absolutismo, teocracia y dictadura.

Tal vez ni siquiera haga falta ir atrás en el tiempo: basta con mirar sociedades de plutocracia religiosa como Arabia Saudí, donde hoy en día lo únicos derechos políticos están en manos de una casta privilegiada de varones potentados, que gobiernan el país con una mano medieval que sostiene el Corán y otra mano llena de petrodólares. ¿Votar? Los últimos intelectuales que lo pidieron fueron azotados en público y encerrados por treinta años.

Por no hablar de los sospechosos de siempre: Corea del Norte, Cuba, Irán, Afganistán, Siria o Sudán, donde el sufragio va desde lo inexistente a lo inútil. La democracia es un lujo que nos hemos acostumbrado a tener, incluso en España donde el primer intento terminó con una dictadura de cuarenta años, y el segundo apenas lleva tres décadas.

Sé que parece poca cosa. Que los partidos políticos están dominados por corruptos con intereses personales. Que desde hace mucho ya no se gobierna para el pueblo sino para satisfacer las demandas de los poderosos lobbies, de las multinacionales, de los bancos, de las petroleras, de cualquiera con dinero suficiente para untar al político de turno o al partido entero.

Sin embargo, la democracia es aún el mejor de los sistemas que ha probado la humanidad. Es el único que consigue compaginar el respeto hacia los derechos y las libertades individuales, junto con la voluntad conjunta de las mayorías y la tolerancia hacia las necesidades de las minorías, los marginados y los desprotegidos.

No te abstengas, no te quedes en casa. Ve a votar por ti, por tu país, por la gente que ha luchado para que puedas tener este derecho y por quienes vendrán en el futuro, para que tengan la oportunidad de mejorar un sistema que es imperfecto pero que se puede corregir.

(Y si puedo pedir más, vota por la izquierda. Pero de eso ya no espero convencerte.)

      

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