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Jorge Franco
Maldito Amor
Alfaguara
No a todos los novelistas se les da el género del cuento cuando deciden incursionar en él. La novela, decía Gabo, es como pegar ladrillo mientras que el cuento es como vaciar concreto. Y es justo reconocer que el autor de El mundo de afuera (con la que ganó el Premio Alfaguara de Novela) sale airoso con el presente volumen de cuentos que llevan todos el sello de la concisión y la brevedad- En total con diecisiete, que mayoritariamente narran historias de amor, o, cuando menos cargadas de erotismo. “Viaje gratis” trata de cómo un vejete inválido pierde a la mujer que lo asistía. “Movie star” es un monólogo de un director de cine frente a una actriz muerta; “Con tu perfume alrededor”, es sobre el amor enfermizo de una madre que es capaz hasta de espiarle los sueños a su hijo; “La venganza de Miranda Lorenzo”, trata de una mujer que confiesa en un juicio, por qué mató a todos sus amantes. Este cuento puede ser heredero del sentido de pérdida y venganza que anima a Rosario Tijeras, y parece otro resumen de una novela corta.
“Las mujeres de Charlie Brown” tiene como tema la iniciación sexual de un preadolescente, guiado por el mayorcito del curso; “Dos a las tres” cuenta los encuentros de motel de una joven pareja que, a veces, sólo duerme, pero nunca espera el amanecer; “La próxima fuga”, cuenta sobre otro par de amantes que espera cada uno el momento propicio para abandonar al otro.
A estos cuentos en los que Franco se atreve a utilizar técnicas como la de entreverar voces, les siguen diez más, entre los que lucen, por ejemplo, “No andes desnuda por toda la casa” y “No sé por qué me casé con vos”.
James Baldwin
El blues de Beale Street
Literatura Random House
La visión trágica de los negros norteamericanos que nos ofrece este magnífico escritor de Harlem, está muy en consonancia con la escritura de Toni Morrison y de Erskine Caldwell. Sin embargo la novela más emparentable con la presente es Matar a un ruiseñor, de Harper Lee. Ambas nos dejan el mismo triste corolario: La demora es que cuando ocurra un crimen, haya un negro por ahí cerca, para tener ya, ni siquiera a un sospechoso, sino al culpable. La toma de posición del autor, no esconde su crítica a la desigualdad social y al carácter excluyente de la sociedad norteamericana:
“Los pobres siempre están cruzando el Sáhara. Y los abogados y los leguleyos y toda esa muchedumbre sobrevuelan en círculo en torno a los pobres, como buitres. Claro que en realidad no son más ricos que los pobres, y, por eso se han convertido en buitres, en devoradores de carroña, en inmundos basureros.”
Los colores del incendio
Pierre Lemaitre
Salamandra
Magnífica novela que se puede leer como continuación de Nos vemos allá arriba, o se puede abordar como texto completamente autónomo. El final de aquélla y el comienzo de ésta, conforman una especie de rima de imágenes. Una se cierra con un suicidio, y otra abre con un intento de suicidio (el pequeño Paul se arroja al vacío durante el funeral de su abuelo). El hijo de Madeleine (personaje de dimensiones épicas) encontrará en su afición a la ópera y en su relación (bastante extraña, por cierto) con una diva de la época, su único aliciente para continuar con una vida poco menos que vegetativa.
La novela está llena de pasajes dramático – líricos y melodramáticos que le confieren, por momentos, visos de culebrón. Es una excepcional recreación del período de entre guerras, en una París pujante, cuyos periódicos se nutren de lo que ocurre en Europa (principalmente en Alemania en los albores del nazismo), de la forma cómo se agita la economía, y de los escándalos de corrupción. Puede dolerle al lector, que sea a través de lo que le ocurre a Madeleine, que se demuestre que la desgracia (así como la muerte) está al alcance de todas las fortunas. Ciertamente la joven pasa de ser la gloriosa heredera del banquero Marcel Péricourt, a ser simplemente una mujer de clase media (y eso), que tiene que estrenar su capacidad de lucha, para sobrevivir junto con su hijo tullido. Por supuesto la culpa, más que del azar o del destino, es de los canallas y trepadores (hombres y mujeres) que se aprovecharon de su inexperiencia administrativa y de su ingenuidad, para irle quitando toda su fortuna hasta dejarla prácticamente en la calle. No supo darse cuenta de que detrás de la sonrisa viene el colmillo, ni de que, como dijo Nietzsche, la cizaña suele hacerse pasar por trigo.
Alice Munro
¿Quién te crees que eres?
Lumen
Afortunado regreso es el de la Nobel de 2013, con este libro cuyo mayor atractivo técnico, es su tenor de novela y al tiempo, de relatos independientes pero con los mismos personajes, que a la hora de sumas y restas, son sólo dos, Flo, una mujer de temple que regenta una tienducha en un pueblo perdido de la geografía canadiense, y Rose, su hijastra que lucha a brazo partido contra el provincianismo y la pobreza que le tocaron en suerte. Uno de los relatos que lleva la voz cantante del libro, es “privilegio”, formidable retablo de la vida pueblerina en un micro mundo (la escuela) en el que se cuece todo:
«Las peleas y el sexo y los hurtos eran los asuntos importantes del día a día […] Había tres chicas mayores en la clase de ingreso. Una se llamaba Donna, otra Cora, la otra Berenice. Ellas tres eran la clase de ingreso; no había nadie más. Tres reinas. Aunque cuando te fijabas bien, una reina y dos princesas. Así las veía Rose. Caminaban del brazo por el patio de la escuela, o agarradas de la cintura.»
Pero, es el relato o capítulo “La mendiga” en donde Munro pone más el dedo en la llaga respecto a dos asuntos muy reiterativas en toda su narrativa, el primero, que, como dijo Oscar Wilde, lo único peor que un matrimonio sin amor, es un matrimonio con amor solo por parte de uno (y si no, miren, es decir, lean lo que le pasó al esposo de la intratable Rose). El otro, nada más viendo como cunde el chisme y la mala entraña entre los habitantes de Hanratty, que pueblo chiquito equivale a infierno grande.
J.M. Coetzee
La muerte de Jesús
Literatura Random House
Con esta novela, el Nobel de 2003, no sólo cierra la que bien podría ser la gran trilogía (y a la vez saga) de la última década, sino que muestra lo vigente que está a sus casi 80 años de edad. En la novela anterior, David, el niño protagonista (insufrible, arrogante y pedante a más no poder) aparece en una llamada Academia de Danza regentada por una pareja de habladores de cháchara, que ofrece, a guisa de pseudoeducación, una mezcla de astrología, baile y una suerte de filosofía de puros hippies. En el relato que nos entrega ahora Coetzee, el mismo niño, ya más crecidito, pero más exasperante, en una conducta de absoluta ingratitud y falta de consideración con sus padres adoptivos, decide proclamarse huérfano para seguirle la corriente a otro embaucador con ínfulas mesiánicas, que con mañana lo sonsaca:
“David nos ha dicho que quiere irse de casa. Ha decidido que su lugar está entre los huérfanos: la palabra huérfano siempre le fascinó. Es una tontería romántica espoleada por un tal Dr. Julio Fabricante, que se dice educador y dirige un orfanato en la zona este de la ciudad.”
Dado que en conjunto la obra de Coetzee es un catálogo de desgracias, la desgracia se cierne sobre David, sobre sus padrastros y sobre todo el entorno del niño David, anunciada de manera inquietante por otro personaje que también repite novela, el asesino Dimitri, paradójicamente el más cercano al niño. La novela contiene una fuerte carga axiológica, que pone en aprietos la moral del lector y, de paso, plantea grandes interrogantes sobre la pedagogía, la ética médica y el orden jurídico.
Arturo Pérez-Reverte
Una historia de España
Alfaguara
Qué fácil resultaría aprender Historia si ésta se escribiera de forma tan amena (sin dejar de ser bien documentada) como lo hace este escritor, cuya característica más visible es que tiene a España en la cabeza. El recorrido que inicia con el despertar de la civilización en la “tierra de conejos” y termina prácticamente la semana pasada. En su lenguaje completamente anti-académico, el autor cartagenero, no cae en majaderías de ser políticamente correcto ni imparcial, sino que muy por el contrario, toma posición, se compromete, elabora juicios y le da lo suyo a quien históricamente (como el rey canalla Fernando VII o la institución más reaccionaria y funesta en la vida de los españoles: la Iglesia católica) se lo merece. Pérez-Reverte permite colegir que España fue por mucho el primer país europeo en muchos aspectos; que le llevaba ventaja a todo el mundo, y que, en plena Edad Media, se anticipó a la modernidad.
¿En qué momento comenzó a echar para atrás? Pues cuando cogió vuelo el fanatismo cristiano y la xenofobia. Hablando en plata blanca, a partir del nefasto reinado de los llamados reyes católicos. La caída en abismo fue si acaso atenuada por la época de oro de las letras y por atisbos de modernización durante la efímera Primera República.
La brevedad y velocidad de los capítulos del libro, obedecen a que se escribieron primero como columnas periodísticas. Sin embargo le alcanza para echar por tierra una cantidad de imaginarios que, a fuerza de repetirse se volvieron verdades:
“quienes hoy hablan de la Segunda República como de un edén social frustrado por el capricho de cuatro curas y generales no tienen ni puñetera idea de lo que pasó, ni han abierto un libro de Historia serio en su vida —como mucho leen los de Ángel Viñas y el payaso Pío Moa, cada uno en una punta.”
Piergiorgio Odifreddi
Diccionario de la estupidez
Malpaso
Ácido y polémico hasta decir no más, este profesor universitario y divulgador científico, se viene, en este entretenido diccionario, lanza en ristre contra muchas de las infinitas formas de la estupidez (que, por algo dijo Einstein, es más extensa que el mismo universo). Odifreddi le cae a instituciones, inventos, libros, costumbres, partidos políticos, personajes históricos y, sobre todo, a creencias religiosas (como que según él, no se sabe si son más estúpidas las religiones o las personas que las siguen). Llama la atención el hecho de que se lleve por delante, por ejemplo, a Hegel, a Goethe (por su Teoría de los colores y Las afinidades electivas); a Umberto Eco y a William Blake. No sorprende para nada, sino que resulta obvio en casos como los de Bush, Hitler, Berlusconi y el cardenal Belarmino. Entre latigazo y latigazo, el autor se alinea con posturas filosóficas serias (v.g. Byung-Chul Han) sobre temas de la posmodernidad, y es así como los usuarios de Facebook, también son catalogados de grandes estúpidos.
Isabel Allende
Largo pétalo de mar
Plaza & Janés
Esta magnífica novela épica y dramática (con pespuntes de culebrón en su segunda parte) reafirma a su autora como a una de las dos o tres figuras señeras del post-boom latinoamericano. Su narración (en la primera parte) de cómo se gestó y se desarrolló la Guerra Civil Española, es verdaderamente notable, y habrá de tomarse como de invaluable valor documental. Muchos episodios son de gran intensidad narrativa y tenor cinematográfico:
“La salida de Barcelona presentaba un espectáculo dantesco de miles de seres tintando de frío en una estampida que poco a poco se convirtió en una lenta procesión avanzando al paso de los amputados, los heridos, los viejos y los niños. Los pacientes de los hospitales que podían moverse se unieron al éxodo, otros serían transportados en trenes hasta donde se pudiera, el resto habría de enfrentarse a los cuchillos y bayonetas de los moros. Pronto la ciudad quedó atrás y se encontraron en campo abierto. De los pequeños pueblos salían los campesinos, algunos con sus animales o con carretones abarrotados de bultos, y se mezclaban con el gentío en movimiento. Quienes disponían de algo de valor, lo cambiaban por un lugar en los escasos vehículos, el dinero no valía nada. Las mulas y caballos se doblaban con el peso de las carretas y muchos caían boqueando; entonces los hombres se enganchaban al arnés y tiraban, mientras las mujeres empujaban detrás. Por el camino iban quedando los objetos que ya nadie podía cargar, desde valijas hasta muebles; también quedaban los muertos y heridos donde caían, porque nadie se detenía a socorrerlos. La capacidad de compasión había desaparecido, cada uno velaba sólo por sí mismo y por los suyos. Los aviones de la Legión Cóndor volaban bajo sembrando muerte y dejaban a su paso un reguero de sangre mezclada con el lodo y el hielo. Muchas de las víctimas eran niños. La comida escaseaba. Los más precavidos llevaban provisiones, que les alcanzaron para uno o dos días, el resto soportaba el hambre, a menos que algún campesino estuviera dispuesto a hacer trueque con alimento. Aitor se maldijo por haber dejado las gallinas”.
La segunda parte es la que le da todo el sentido al título de la novela (que, dicho sea de paso, se escribió con 40 años de retraso), pues narra la travesía del Winnipeg, el carguero que por gestión directa de Pablo Neruda y con la anuencia del presidente Aguirre Cerda, transportó a casi dos mil milicianos y republicanos derrotados. Los sacó del infierno y los llevó al Val (paraíso). Una pareja de esos migrantes más los miembros de una prestigiada familia chilena comportan el retablo que da fuerza a la realidad imaginaria creada por Allende en los dos tercios finales de la novela.
Carlos Zanón
Tarde, mal y nunca
Salamandra Black
Después del bombazo que significó la publicación de su novela Taxi y que lo posicionó como grata revelación de la narrativa urbana (y de género negro) en España, Zanón reaparece con otra trepidante trama. Dando saltos en el tiempo, el narrador nos pone en escena a un puñado de perdularios (dos de ellos hermanos) entre los cuales se criba un trío amoroso que conduce al asesinato con el que inicia la novela:
“Tiffany, Tanveer, Epi. Sí, alguien sobra en aquel mundo que podía ser idílico. De hecho, se trata de una ecuación de lo más sencilla: sin Tiffany, Tanveer y Epi serían colegas inseparables. Sin Tanveer, Tiffany estaría con Epi. Y ya está. Porque para Epi, en ese punto, se acaban todas las matemáticas.”
El gran mérito de Zanón es reflejar fehacientemente el ambiente de la parte más tenebrosa de una gran ciudad llena de inmigrantes y de mujeres que guerrean en medio de un inexorable “sálvese quien pueda”.
Nueva narrativa mexicana
Palabras mayores
Malpaso
En esta selección de veinte textos narrativos (incluidos los de siete autoras) encontramos composiciones de autores ya consagrados que figuran en otras selecciones como Granta y Bogotá 39. Todos son menores de 40 años y son mucho más que prospectos. Dos de los mejores escritores mexicanos responden por esta selección: Cristina Rivera Garza y Juan Villoro, quienes pusieron el ojo en algo que salta a la vista, la diversidad. “Meth Z” de Gerardo Arana, se refiere a una potente droga inventada por un universitario que se hizo yonqui desde niño y que incumple una y otra vez la promesa que le hizo a su novia de dejar de consumir. “La pajarera” de Nicolás Cabral, es el eufemismo utilizado por unos reclutas para designar la celda del prisionero al que custodian y al que, por pura diversión, hacen “cantar” cada vez que oprimen un botón que le produce descargas eléctricas. “Un gorila responde” de Brenda Lozano, cuenta cómo un empleado de zoológico encuentra en la compañía de un gorila el consuelo por el abandono de su mujer. “Hormigas” de Pergentino José Ruíz, es un relato con visos de gótico y misterioso, que nos pone como en sordina Aura, de Carlos Fuentes. “En vez de hermosos sueños” de Ximena Sánchez Echenique, es un relato que hace de la incongruencia, la improvisación y la yuxtaposición de imágenes su virtud estética. Completan la selección, cuentos de Juan Pablo Anaya, Verónica Gerber Bicecci, Laia Jufresa, Luis Felipe Lomelí, Valeria Luiselli (ponderada por Margo Glantz), Fernanda Melchor, Emiliano Monge, Eduardo Montagner, Antonio Ortuño, Eduardo Rabasa, Antonio Ramos, Eduardo Ruíz, Daniel Saldaña, Carlos Velázquez y Nadia Villafuerte.
Édouard Louis
Historia de la violencia
Salamandra
El segundo libro de este joven autor francés, es verdaderamente impactante tanto por su contenido como por su técnica narrativa. La historia le llega al lector de manera polifónica: El relato de Édouard a la policía, el relato de la hermana de Édouard a su marido, y el monólogo interior del mismo Édouard. Es además un texto expansivo que encaja en diversas tendencias: autobiografía novelada (con mínimos elementos de ficción), narrativa testimonial y/o vivencial, literatura de no ficción. En esa medida se emparenta estéticamente con otros franceses contemporáneos, pero de manera sensible con Y tú no regresaste, de Marceline Floridan-Ivens. La novela comienza in medias res, es decir, la acción no sólo ya está avanzada, sino que el episodio que mueve todo y jalona la narración, ya ocurrió. Este se narra justo promediando la novela, conformando su clímax. Dado que el tema ya se le revela al lector desde un comienzo, el interés se centra en cómo ocurrieron los hechos, pero superada esta expectativa, todo se desplaza a cómo el protagonista interioriza los hechos y elabora un cúmulo de reflexiones de talante metafísico-existencialista y también de una fuerte carga psicoanalítica.
En ellas, Édouard (autor, protagonista-narrador) elabora su “Historia de la violencia”, algo así como la descripción de la secuencia vivida por él durante la noche de Navidad y los días que siguieron: el intento de homicidio, la violación, la comisaría, la diligencia judicial (con el peso de los interrogatorios); el paso por las urgencias de hospital, los invasivos exámenes médicos, la valoración de su estado, hasta el preámbulo de una cita psiquiátrica:
“Había ido pasando, una a una, todas las pruebas, todas las etapas obligatorias, de las más oficiales, las que exigen las reglas, a las más oficiosas: los médicos, los exámenes clínicos, la policía, la policía judicial, los médicos medio psiquiatras y sus consejos; pero también, casi como si estas etapas estuvieran tan institucionalizadas y fueran tan obligatorias como las otras, el miedo, la oscilación entre la palabra y el silencio, los ataques de arrogancia para protegerse.”
La novela cuestiona seriamente eso de que hay que contar lo que a uno le pasa, dizque para liberarse o hacer catarsis. Es justamente lo contrario: hay que guardar silencio, para no infligirse uno mismo otro castigo.
Federico García Lorca
Palabra de Lorca: Declaraciones y entrevistas completas
Malpaso
Por su contenido, este extensísimo libro tiene que, por fuerza, anexarse a la también extensa obra de uno de los mayores poetas del siglo XX y de la lengua castellana. Recordemos que Borges consideró el diálogo como género literario y que el teórico francés Gerard Génette en su obra Umbrales legitimó la entrevista y la voz del autor, elementos del paratexto indisociable de la obra literaria. A Lorca no le gustaban las entrevistas, pero su incandescente personalidad y su condición de hombre bueno lo imposibilitaban para rechazarlas. El presente volumen contiene ciento treinta y tres textos entre diálogos, notas de prensa, reseñas, comentarios y valoraciones críticas, más que todo sobre el teatro del poeta granadino. Mucho de ello recae en sus visitas a Buenos Aires y Montevideo con motivo del montaje de unas obras que enloquecieron al público, con lo cual su popularidad tocó techo. Dado que, aunque se conservan grabaciones de Lorca tocando piano (acompañando a “la argentinita”), pero no hay ni una sola con su voz, todo lo dicho por él en conferencias y en las respuestas que dio, comportan invaluable testimonio. “Escuchemos” algo:
“A mí lo único que me interesa es divertirme, salir, conversar largas horas con amigos, andar con muchachas […] Lo último para mí es la literatura”.
“Todo lo que yo he publicado me ha sido arrancado por editores o por amigos. A mí me gusta recitar mis versos, leer mis cosas. Pero luego le tengo un gran temor a la publicación”.
“En cuanto a Antonio Machado, es un monumento en persona, y de poeta, siempre cubierto de ceniza y de honda simpatía”.
“No a todos gusta mi poesía. Dicen que es buena, yo no lo sé bien. No sé bien si me gustan mis versos. A los curas de Granada, por ejemplo, no les hizo gracia”.
“No he sido nunca poeta de minoría. He tratado de poner en mis poemas lo de todos los tiempos, lo permanente, lo humano. A mí me ataca lo humano, creo que es el elemento fundamental en toda obra de arte. La literatura ha sido siempre de segundo plano para mí, que creo en la vida, ante todo. Y por eso, porque el elemento humano me ataca, voy al teatro, al contacto de las masas, a la vida”.
¿Qué tal, ah?
Y el libro recrea, precisamente, cómo Federico se echó al hombro empresa tan noble como la de llevar las obras clásicas a los lugares más polvorientos y abandonados de la España franquista. Cómo gestó y sostuvo con estudiantes universitarios y una actriz de otro mundo (Margarita Xirgú) su teatro La Barraca. Fue uno de los motivos (además del protagonismo dado a la Mujer española) por los cuales el franquismo infame lo condenó a muerte.
¡Gracias García Lorca por todo lo que nos dejaste! Y gracias a Rafael Inglada por esta edición.
Martín Caparrós
Larga distancia
Malpaso
Precedida de un comentario preliminar de Tomás Eloy Martínez, en el que destaca la crónica como “el género central de la literatura argentina” esta colección de breves crónicas confirma a Caparrós como el actual bastión de dicho género, no sólo en Argentina, sino en Latinoamérica. “Don Miguel o el honor de la deshonra” es una crónica de apariencia ficticia, que muestra a Cervantes haciendo de alcahuete de su hija y de su sobrina, que se hacen su dinerito, como decía el mismo Cervantes: vendiendo su honor al baratillo, y, en tanto, éste termina de escribir El Quijote. “Fouché o el arte de la permanencia” es una semblanza biográfica del hombre que fue el poder detrás del poder en Francia; un zorro de la política al que Zweig le dedicó una biografía. “De Madrid al cielo” es una crónica pequeñita sobre la Madrid de los noventa, insegura y fría, pero a la que se asomaba el consumismo. “La patria 2: dos tres, muchos Guevara” es un homenaje a “uno de los primeros argentinos que triunfaron en el exterior”, con hincapié en el acierto de la foto que se convirtió en icono universal. “Caparrós o la derrota esperanzada”, por la forma de relatar la vida de un tío del autor, nos recuerda mucho la “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” de Borges.
Roberto Bolaño
La pista de hielo
Alfaguara
Atravesada por La danza de fuego, de Manuel de Falla, la novela de intriga (que no alcanza a ser negra ni policíaca) de Bolaño, está narrada desde tres perspectivas; tres personajes protagonistas cuyas intervenciones como narradores son repartidas equitativamente por el autor. Sobre uno de ellos caerá la sospecha de un asesinato, por demás gratuito. Las acciones transcurren en Z, una pequeña ciudad de la Costa Brava, en la que una mansión abandonada alberga una pista de hielo montada clandestinamente y en la cual se entrena una muchacha que aspira a hacer parte del equipo olímpico español de patinaje. Cualquier lector medianamente perspicaz advierte que sobre dicha pista va a ocurrir algo lamentable. Es decir, el mismo título de la novela, es ya una “pista” para sus lectores.
El tono de la escritura de estas 216 páginas nos recuerda el de otra novela de Bolaño, El tercer Reich; pero al final sí que nos deja con la impresión de que en esta “pista” Bolaño nos quedó debiendo. Nunca se sabe, por ejemplo, quién es la mujer que embarraba hasta las paredes de un baño público con sus propios excrementos.
John Kennedy Toole
La conjura de los necios
50 Anagrama
Pocas novelas habrá como esta que terminó siendo la publicación póstuma de su autor. No haber encontrado ningún editor que la valorara, llevó a John Kennedy al suicidio (con gas dentro de su coche encerrado en el garaje) y fue su madre quien al año siguiente logró que se le hiciera justicia.
Hoy día es una de las novelas leídas con mayor fruición en Norteamérica y es el emblema de Nueva Orleans. Por eso vale la pena comentarla y celebrarla a propósito de esta nueva edición en español. Ignatius, su protagonista, es una mezcla de Gargantúa, Falstaff y Sancho Panza. Como personaje, es una verdadera multiplicidad: cínico, vagabundo, embaucador, descarado, impostor, falsificador, patán y grotesco; un verdadero crápula, quien, a pesar de su edad, peso y tamaño, no deja de ser el bebé consentido de su mamá. Sus razones para no conseguir empleo con tan absurdas como las que esgrime para no pagar las salchichas que se come en un puesto callejero:
“Me temo que tendrán que correr a cuenta de la casa, o del garaje, o lo que sea. Mi madre descubrió anoche en mis bolsillos varias entradas de cine y hoy sólo me ha dado para el transporte.”
El tono permanente de la novela, es de comedia (que no pocas veces suscita la carcajada abierta); pero con intersticios por los que se cuela una crítica feroz al racismo, la mojigatería, la ignorancia, el consumismo y la sobrevaloración de la clase media norteamericana.