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Por los trinos de la señora Maria Fernanda Cabal, cualquiera puede deducir que ella le reclama al difunto en boga la falta de correspondencia que este habría tenido él entre la ideología que predicaba y su caudal. Y en su más afamado escrito, un tuit, doña María Fernanda le desea el infierno a un ateo declarado. Luego, en sus disculpas (?), menciona valores, habla de libertad de expresión, de principios democráticos, de la verdad. Su dialéctica no la encuentro coherente.

En una economía basada en los principios económicos que profesa la derecha —así en Colombia vergonzantemente se hagan llamar Puro Centro Democrático—, en donde a los más ricos se les rebajan los impuestos; ¿será que Cabal cree que dicho privilegio se da para que los millonarios, distribuyan equitativamente ese dinero o, como mentan otros, pongan los acueductos de donde nacieron? Si no entiendo mal, es un logro de este sistema, al que la representante defiende e impulsa, que una persona de las periferias logre destacarse tanto hasta llegar a tener una mansión. ¿No es acaso ese el gran sueño americano? Que el infierno no exista para un gentil no es óbice para que mandarlo allá no sea una canallada, sobre todo tomando en cuenta la intencionalidad que dicho expresión de dicho deseo puede tener en una persona con la orientación religiosa de la Señora Cabal.

Y cierto es que todos tenemos el privilegio de usar libertad de expresión y de esperar que no se nos satanice cuando lo hacemos. Como parece ser que Cabal lo hace con los demás y deja constancia pública en sus trinos. Quisiera dar por sentado que la libertad de expresión va en las dos vías, que ese derecho de poder decir lo que se me pase por la cabeza, así sea la de ella, no es exclusivo de las personas que creen tener la verdad consigo. A los valores que son sinónimos de su apellido, ella los abandonó. Y uno que se le echa mucho de menos en sus trinos es la templanza, ese que nos ayuda a contenernos, a dominarnos. Ése que como decía Aristóteles, es el justo medio entre el libertinaje y la insensibilidad.

Le atribuyen a Marc Twain la frase: «el paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía». Así que, desde esa perspectiva, estoy de acuerdo con la representante y yo también quiero ir allá cuando La Flaca pase por mí. No me podría imaginar una eternidad con la bella Maria Fernanda en un ágape organizado por el padre Marianito; o encontrarme inmerso en una deliciosa charla con Alvarito y Andrés Felipe. Eso sí sería un anillo del averno que ni Dante pudo haber imaginado peor. Además porque esperaría haber vivido una vida llena de faltas, de pecados que me haya permitido dominar algunos y la inteligencia para saber llevar los otros. Una vida que intente ser coherente, que valga la pena Vivir para contarla más allá de un tuit.

Ve, ¿tiene sentido Pixies hoy con Indie Cindy?

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