Hace un par de días leía la lista de las últimas catorce canciones que han acompañado las Copas del Mundo. Lamentablemente para llegar a confirmar que el fútbol —llamado deporte hace unos años— ahora es solo un espectáculo de masas en donde lo de menos es el deporte y que hoy pasa más por las rentas que se generan al rededor del mismo y las maneras de producirlas.
¿Alguien se acuerda de la canción del mundial de España 82′? Perdón, no habían nacido ustedes. ¿de Italia 90′? ¿Que no tan difícil? Bueno, ¿de Corea & Japón 2002? Nadie, nadie se acuerda y no porque no las hayan oído, tampoco es una simple cuestión de edad; sino porque algunos de esos temas no tenían la chispa que se requiere, y además la FIFA no las valoró haciendo poca su promoción. Dichas melodías tampoco fueron interpretadas por don Julio Iglesias, ni Eros Ramazotti, u otra estrella pop del momento. Algo que cambiaría en 1998 en tanto que a Francia llegaría Ricky Martin y su Copa de la Vida, y en el 2010 Shakira. Y así vamos, y acá estamos ya con Jennifer López con Pitbull. Y siempre hay una zanja De Ennio Morricone en el 78′ a Ricky solo veinte años después.
Esta es la segunda Copa Mundo dentro del grupo de los BRICS —el club de los nuevos ricos—. La FIFA, al final terminó hilando a tres de estos países, si sumamos el próximo en Rusia, para organizar el evento. Pero quedemos acá en Brasil: que está organizando el Mundial más caro de la historia. ¡Escándalo! Se oyen frases como: «si la mayoría de la gente es pobre allá, si no tienen que comer, ni en donde estudiar, si viven sin oportunidades». ¿Qué esperábamos? ¿Uno barato porque este es un país aún tercermundista en vías de desarrollo? Es que todo lo del pobre es robado. Nos damos pues cuenta que tanto a las personas como los países la gente que asciende no nos gusta: arribistas, igualados, lobos, boletas. Mañés. Adjetivos que se dejan oír. El mundo, al fin y al cabo lleno de humanos, juzga entonces al nuevo millonario. Los acaudalados tradicionales, en últimas, no les quieren dejar entrar. ¿Se acuerdan de lo que nos vendió la gran prensa mundial con los Olímpicos de Invierno s Sochi? Los informes de su atraso en las obras, las burlas sobre algunos detalles en la infraestructura, las quejas de los ambientalistas avenidos, y los comentarios de los normales dueños del capital sobre el derroche. Pasa lo mismo con Brasil y su evento. Obvio, si el adinerado gasta no hay lío, pero si lo hace el nuevo rico ya es chabacano, sin gusto. Porque una cosa es ser lo anterior y otra es ser excéntrico.
Clarísimo que muchos brasileños no están de acuerdo con el evento; y normal es que sigan reclamando una mejor distribución de la riqueza, que su país genera, a pesar de los grandes cambios que se han venido sucediendo desde 2002. Al menos ellos lo hacen, ¿y nosotros? No, nosotros somos godos, allá no se protesta, allá se aguanta porque primero pasa un camello por el ojo de la aguja, que un rico entrar al cielo. Mientras tanto acá en Brasil tenemos entonces un Mundial de fútbol patrocinado por Coca Cola y McDonald’s, por Adidas y Nike —con todo lo que significa: ¿una final Brasil vs Argentina? ¿Nike vs Adidas?—. Y mientras Platini busca como salir del lío por Qatar, esperamos a ver cómo se cotizan los jugadores, y a que Ricky vuelva para el próximo Mundial con una canción pegajosa.
Ve, y los colombianos dándose el la jeta acá, pero preocupados por el mal nombre del país…