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Un ex soldado gringo que vivió cuatro años en Nigeria, me habló de su mejor amigo allí: un católico con tres mujeres y tres hijos en cada una de ellas. Su amigo le ofreció a una hija de nueve años para que se casara con él. El gringo le explicó que nosotros no compramos seres humanos y muchísimo menos una niña para casarnos. Él nativo respondió que si le parecía muy joven la podía dejar crecer un poco, pero que esta transacción era el mejor futuro que él le podía dar a su hija.

 

Mujeres musulmanas

Mujeres musulmanas, archivo personal

No somos nosotros, crecidos bajo la moral católica, los que dictamos las normas de conducta, ni morales del planeta; porque no pertenecemos a esa élite blanca y protestante que sí lo hace. Los colombianos, si acaso, estamos en una nalga en este mundo occidental, mundo que cree que puede decir cómo hacer las cosas y cuales son los parámetros para todo. El estómago se nos revuelve igual al leer las historias como las del artículo que publicó El Tiempo el pasado martes: El drama de las niñas que son esposas en SiriaEs, al menos, perturbador imaginarse que en el año 2014 niñas de nueve años mueren en su noche de bodas o que otras son sometidas a la ablación.

Que niñas sean entregadas en matrimonio, porque de otra manera serían violadas, debería incrementar la curiosidad para intentar saber qué es lo pasa realmente (?) en los lugares en donde se dan esas comportamientos. Tratar de entender, que no aceptar, estas conductas. Lejos queda el juzgar una cultura y una religión, bajo nuestros criterios, sin contextualizarlas, tal y como se refleja en los foros. Calificativos que van desde, la muy colombiana, «nosotros no somos así» hasta «qué porquería de cultura« y «religión de mierda», son la mayoría. Claro la caricatura de El Tiempo en su pagina de Facebook no ayuda mucho a cambiar los estereotipos.

Aya Sofia, Estambul

Aya Sofia, archivo personal

No soy relativista al decir que no podemos usar el mismo rasero moral. Sino que es reduccionista hacerlo de esa manera, en cuanto que hay muchos más matices sin contemplar (recuerdan el ejemplo de que vemos la tierra plana, pero no lo es). Algunos de los valores occidentales, de los que estamos orgullosos, como la igualdad de género aún no se dan completamente en estas latitudes. Todavía estamos en fase de experimentación, incluso hoy necesitamos discriminación positiva en muchos campos para nuestras niñas y mujeres. Aunque sin serlo —europeos—, estamos manteniendo el europeocentrismo que llevo a aniquilar a todos los que no eran cristianos en «el Descubrimiento». Acuérdense de nuestros nativos. No nos damos cuenta de que tanto nuestra moral católica como nuestra cultura son desdeñadas igual.

Nosotros felices porque una de las nuestras es expuesta, por su exuberancia, en una plataforma giratoria durante la emisión de unos premios gringos. Los mismos, protestantes en su mayoría ellos, que después la critican por sexista. Y nuestras mujeres que hacen parte del atractivo turístico del país, y las exhibimos para explotarlas. ¿Desde qué edad nuestras hijas están sometidas a esa presión de ser perfectas? Salones de belleza para niñas, nuestras niñas que piden «las tetas» al cumplir quince años, la depilación láser —de las cejas para abajo—, los gimnasios para vaginas y la cirugía estética vaginal. Todo bajo el paraguas de «la que no muestra no vende mamita», pero al mismo tiempo, «es que vestida así se lo estaba buscando», cuando son abusadas.

¿Cómo cambiar una cultura que lleva siglos con algunas prácticas que a nosotros se nos antojan bestiales?, ¿y qué hacer con las que a ellos les parecen terribles de nosotros?, ¿cuál es el camino para que las mujeres tengan un verdadero espacio y sean vistas como iguales a los hombres?

Turcos

Turcos, archivo personal

¿Cómo hacer que los derechos humanos sean realmente universales? No sé, pero estoy seguro que no será a través de una cruzada, como leía algún comentario del artículo, siguiendo la idea de los que nos subestiman por vagos, por coloridos, por exóticos. Esos que invaden países prometiendo libertad y justicia para todos.

En fin, ¿quién nos dio esta superioridad moral? Culpar al Islam de que ocurran estas situaciones, desacreditar por ellas mismas una cultura, que desconocemos tanto como su situación actual, para medirlos con nuestro rasero moral es sencillamente atrevido.

Ve, ¿ya viste Searching for sugar man?

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