Perdóname hombre alado que use tus palabras, ya ves mi transgresión al hablarte de tú a tú. No me conocés, pero para mí vos sos más que un amigo: vos sos el sol. Yo que cuando era joven y vos eras yo, sentía que no había nada que temer. Hoy las páginas se mezclan. Como una premonición, el día de tu cumpleaños había escrito parte de esto y precisamente ahora, que ando paseando por Roma, me dices que no pregunte más por ti.

Y sí, al fin y al cabo, para qué preguntar si nadie sabe nada y tú la pasas bien. Hoy, después de tanto andar, tu que nos pediste no hablar de esperanzas vagas mientras muchos te pedimos hacer cosas imposibles, por fin dejas de estar en ese mismo lugar del que tanto te quejabas. En este momento sos parte de una lluvia lejos, y tu esencia es más visible del mismo dolor cuando volves al origen y al principio.

Yo, caminaré entre las piedras sintiendo el temblor en mis piernas cuando veo como la naturaleza insaciable no tiene reparo en hacer caer un ángel eléctrico, que así paga por quebrar la calma, paga por el crimen de hacer del descaro parte de la diversión. Hoy no me sirven las palabras, mas me obligas a este sentimiento en donde solo la canción animal se pide y se vive para que incendie mi conciencia con tus demonios, para que me acompañes en esta inútil noche dando un paseo inmoral.

Me mentiste y te dejé hacerlo; porque ahora que las horas bajan, el día no es tibio sin vos. Y tú me pides que no te siga, porque las cenizas vuelan en un claroscuro y te nublan. Pero en realidad son tus cenizas las que me nublan. Si nos quedamos solos, ¿Cómo sigue esto, Camaleón?

Pero saber decir Adiós es crecer: hoy, como el principito que siempre fuiste, vas a cuidar la flor en ese planeta de arena. En un viaje a la redención. Dejaste tanto en mí que sos parte de mi ser y no queda nada más para decir… solo hasta mañana.

Ve, Hoy cae el sol y yo sigo soñando.