Es bueno tener noticias del tipo #HistoriasPosibles, y es mejor aún que personas excepcionales sean sujeto de reconocimiento. Pero si el que lo reconoce es el periódico de mayor tiraje en el país, el asunto toma otro cariz.

El especial periodístico arranca con: «Cuando la opción de vida bien pudo ser la pobreza o la violencia, el olvido o la resignación, un puñado de jóvenes entendió que el camino correcto era el estudio.» Aunque con ese titular se suponía lo que vendría, leí dos relatos antes de llegar al que supuso la canción más esperada en este desconcierto: la historia de Édison, al que parafraseando el título, ni la oscuridad pudo vencer su deseo por aprender.

Sobre Édison, nada que agregar, es un berraco que a pesar de tener solo 2100 pesos diarios ha sido capaz de llegar a donde llegó. Las becas son un comienzo —¿qué tal sin esa ayuda?—, sí, y siempre vale más tarde que nunca; lo jodido pasa por que se volvió recurrente. Ya en épocas de doña Ana Cecilia, mi mamá andaba peleando contra la pobreza y el machismo que no la dejaban estudiar, y con similar valentía logró ser profesional y darme a mí otras posibilidades. Y si nos quedamos con el encabezado de esta serie de reportajes, con esa lupa con la que se enfoca la problemática, ¿qué le podemos decir a la mamá de Édison?

¿En dónde quedan —la mayoría— de los que no pudieron? Sin hablar de vagos, sino de normales que no tuvieron ese coraje, ese aguante, a ellos se les carga la culpa de irse por el mal camino. El Tiempo en su labor periodística tiene la responsabilidad de mostrar también cuales fueron los porqués y cómos de algunas personas que hubiesen podido ser buenos —que no excelentes, como los destacados— pero llegaron a fracasar en el intento ¿Tan reprochable es que el hambre le pueda más que las ganas?

¿No sería chévere despertar la conciencia para que nos esforcemos en cambiar de sistema a uno en donde todos pudieran, sin tener que hacer esfuerzos hercúleos, llegar a la mejor universidad del país? ¿No sería bueno que esta universidad tuviese más sedes, y no incrementar el tamaño del ya enorme embudo que es Bogotá? Nosotros, a fuerza de repetición, hemos llegado a pensar que esos pedidos son imposibles en este mundo y que los que los hacen son utópicos, pero no es así, hay sociedades que lo han logrado, Estados que garantizan la igualdad de oportunidades de entrada: educación, salud y cultura, no son recibidas de acuerdo al dinero que se tenga. Y no hablo de Cuba, sino de Noruega.

¿Qué tal si este chico de Boyacá en lugar de haber tenido diez hermanos solo hubiese tenido la mitad? Seguro que sus hermanos y hermanas no son brutos, pero también seguro es que no tienen la piel en la que está forrado Édison. A ellas les tocó ser amas de casa y meseras en el sur de Bogotá, de los hermanos no se dice nada y ojalá ninguno delincuente, pero y si es así, ¿qué les dio esta sociedad para que siguieran los pasos del único bachiller de la familia en lugar de irse por otro camino? ¿Qué sacrificios tuvieron que hacer los otros hermanos para que Édison fuera el elegido? ¿Dónde quedan las oportunidades de los otros diez? ¿Qué tal una historia sobre ellos? ¿Será que sus padres con más educación, con más oportunidades y sin tanta dificultades hubiesen tenido once hijos? Los hijos fungen acá como el seguro pensional, porque sino cómo más.  ¿Cuál sería la realidad de Edison con algo más de libertad económica? De pronto cambiamos un héroe por cotidianidad.

Doña Ana Cecilia lo tiene claro: «Este muchacho es una bendición de Dios». Mas al Señor se le olvidan un par de familias… que le pasa, le pasa, o si no habría más bendiciones como esta. No podemos dejar en manos de lo divino algo tan importante.  De continuar así nos pasaría como con la selección Colombia del 94, que se dio por voluntad divina cuando todos esos grandes nacieron al mismo tiempo acá.

No hay por que dudar de las intenciones del matutino, pero más que a la admiración los reportajes llevan a la condescendencia a través de la sensiblería con la que se manejan. Estas historias deberían ser planteadas como un lugar de partida y no como un así es la vaina y haz como Édison, que no se queja porque tiene su soporte en Dios que le brinda ayuda y consuelo. ¿Qué tal llevar la luz mostrando también la otra cara de la moneda donde por ausencia del Estado se trunquen los sueños? Además de hacer eco en su estoicismo deberíamos también haberle enseñado a quejarse.

Ve, ¿vos habrías sido capaz de hacer lo que hizo Édison?

Relatos en: El Galeón Fracaso


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