Como dijo Pablo Larraín —El club—, el humor está más en quien ve una película que en el metraje en sí. Invitar específicamente al humor es un asunto complicado. Ayer, esa fue la intención de la Berlinale. Podría disculparlos por eso echándole la culpa a mi falta de sueño, que a todos nos pone irritables, o a la gripa que me jodió la garganta, o al examen que tenía que presentar y la caminaba tan berraca que me tocó meterme para poder llegar a tiempo cuando el bus no pasó en 20 minutos. Igual, mis comentarios.
Eisenstein in Guanajuato me hizo recordar a Amadeus, aquel maravilloso film de checo Milos Forman en el que nos muestran al genio como un niño malcriado, un vulgar de risa estridente y fácil, tal cual como lo describe y lo sufre Salieri. Ahora, la vaina falla porque en esta peli de Peter Greenaway no hay un Salieri que le haga contrapeso a tanta pendejada que muestran de Eisenstein y el largometraje naufraga en un mar de chistes que tratan de encontrar un hilo conductor en la visita del ruso Guanajuato en donde, los diez días en los que él se transformó según el personaje, el director ruso se desenfrena y explora su sexualidad. Seguro que hay mucha más tela que cortar para una película.
Y así como el trabajo del genio Eisenstein en México no fue relevante, y la cantidad kilométrica de cinta usada nunca vio la luz pública, esta película tiene tantas variedad de cosas técnicas que hace que uno se pierda. Vamos de un lugar a otro dando tumbos: del blanco y negro al sepia, al color; de la incrustación de fotos en la narración a la imágenes en movimiento; de la genialidad de Eisenstein a su enamoramiento; de la falta de energía y poco trabajo a sus dibujos con referentes sexuales; del discurso político-histórico a los chistes desabridos y de una serie de personajes por todos conocidos a los que solo vemos minutos. Nunca supe pa dónde es que me quería llevar la peli y me hundí en medio del tedio y el hastío.
¿Qué sería de Amadeus sin la música y, por encima de todo, de Salieri? Pues este Frankenstein que me vi ayer en donde todo gira sobre las estupideces y el desenfreno del genio ruso de pelo alborotado. Tengo que decir que algunos de mis colegas quedaron con una impresión bastante diferente de la mía y el filme fue aplaudido tanto como otros de buena aceptación.
Luego, como en todas partes, llegaron los chinos y de ellos todo se puede esperar: una genialidad o algo espantoso. Con Gone with the bullets me tocó lo segundo. Solo puedo rescatar dos cosas buenas de toda la película: los primerísimos minutos en donde se parodia una escena de El Padrino, y ver a la estrella China Zhou Yun que destaca por su atractivo físico. Puede ser que ellos manejen un tipo de humor desconocido para mí y que allá rían a rabiar con este film; pero en el Berlinale Palast consiguieron una mezcla de bostezos y deserciones que hacen que no me sienta solo en esta opinión. La verdad es que no aguanté y después de 80 minutos me fui como una bala.
Todo eso lo tuve en cuenta y trate de ser comprensivo y hasta laxo y condescendiente; pero no, la verdad es que siento que no hay derecho a que estas vainas pasen en un festival de esta magnitud e importancia. No sé cómo trabajan los curadores, mas ayer me sentí como los asistentes a la carrera de los 100 metros libres de natación en los Olímpicos de Sídney en 2000 viendo al nadador de Guinea Ecuatorial, Eric Moussambani.
Lo que pasa es que acá uno no acostumbra a ponerse del lado del más débil como para aplaudirle el esfuerzo.
Pasate por acá pa que pillés lo de ayer.
Ve, ¿no será que fue un castigo divino?
Relatos en: El Galeón Fracaso
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