Se ha hablado mucho de la participación colombiana en el anterior Festival de Cannes. El resultado es una puerta que deberíamos mantener abierta. Tenemos talento, historias, algo de apoyo y una masa crítica suficiente para poder alcanzar el nivel de cinematografías más desarrolladas como lo son las de México, Argentina o España.

¿Cómo llegar a ocupar esos lugares? No tengo ni idea. Hablaba con un amigo y me decía que con este bombo dado por Cannes a las películas que participaron la masa correrá a verlas, pero al salir estarán defraudados. ¿Será? ¿Por qué? Porque están educados para ver otro tipo de cine. A pesar de que la cantidad de festivales se ha incrementado en los últimos años el público nacional sigue sin saber ver cine. ¿Hay que saber? ¿Deberíamos enseñar a la gente a ver cine? Antes estaba totalmente con el sí; pero hoy no estoy tan seguro.

Una de las películas que más me sorprendió dentro del marco del 68 Festival de Cannes fue Youth. En el filme Paolo Sorrentino —el director— nos pregunta: ¿para qué estamos en este mundo?, ¿para qué hacemos lo que hacemos? El italiano encuentra una manera extraordinaria de respondernos: su película. Lo contradictorio es que la respuesta es muy simple: Para ser felices. Hagamos lo que hagamos estamos acá para disfrutar de la vida, para distraernos, mientras llega el momento de partir. Si estamos cuerdos, las maneras que encontramos para ello no están ni bien ni mal.

Y ahí está el meollo del asunto. Mientras el director napolitano se apura, se entrega y pone a otros a su servicio para darnos este hermoso trabajo cinematográfico; vemos dentro del filme varios asuntos para tener en cuenta: que cada uno es feliz como puede, que debemos quitarnos tantos prejuicios, que ser intelectual es normalmente sinónimo de aburrido, pero no por eso está mal. No hay respuesta definitiva, más bien es individual de acuerdo a lo que sintamos. Que hay una mayoría que valora ciertas cosas dándole espacio a una minoría que aprecia otras.  Eso es lo que da cabida para todos. ¿Se imaginan un mundo con los mismos gustos? Insostenible.

Seguro que la mayoría de las cosas que debemos hacer en el paso por este planeta no son completamente de nuestro agrado. Algunas vez un amigo me preguntaba: ¿Y por qué no aceptamos de una buena vez que somos mediocres y que no damos para nada más? Bueno, creo que de ser así hoy ni siquiera tendríamos zapatos y nadie podría leer esto. Igual, mientras no haya sentimientos de explotación, o de alienación, trabajar y hacer tiene sus recompensas per se. Y sin embargo nos quedan temas que de verdad disfrutamos. Actividades que cuando las hacemos nos sentimos plenos. Qué bueno pues, buscar alcanzar niveles superiores y quedar contentos con los logros. No es ser conformistas, es encontrar la realidad de nuestras capacidades.

Entonces, volviendo al cine nacional: debemos elevar el discurso, debemos tratar de ser mejores en lo que hacemos —así “solo” seamos espectadores—, en tanto que si nos gusta, pues chévere aprender a hacerlo mejor. Pero si no queremos ir más allá de pasar un buen rato en las salas de proyección… ¡Excelente! Porque como cierta noche me dijo alguien: «Yo he descubierto que la felicidad está en hacer lo que a uno lo hace feliz». Ni más ni menos. Entre tanto, larga vida a nuestra joven cinematografía.

Ve, ¡tremenda la historia de Bacca! Sí, y pocos excepcionales como él.

 

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