El domingo pasado la periodista de El Tiempo María Isabel Rueda escribió un artículo en el que califica como desastroso el paso de Gustavo Petro por el Palacio de Liévano. No vale la pena ponerse hablar de la pobreza que muestra, tanto en la forma como en fondo, la llamada «respuesta» del alcalde, en tanto que por  la manera en que está escrita parece más una colección de tuits o un arrebato por la calentura del momento. Sin embargo, lo que se puede leer entre líneas sí resulta interesante.

Tenemos una foto que ocupa al menos el mismo tamaño que la respuesta. Una imagen que dice mucho por cuanto el foco está en la boca sonriente del burgomaestre. ¿De qué diablos se ríe? ¿Será de nosotros? Parece. Porque en lugar de responder con claridad a los reclamos de la periodista sobre las promesas que él hizo para ocupar el cargo que detenta, en lugar de refutarla con hechos y demostrando que sí ha cumplido, él se fue a la refriega metiendo la lucha de clases. Si te fijás y mirás sin pasión Petro es igual a Uribe en la forma que tienen para responder cuando se les pide explicaciones. Trinan de la rabia, acusan y enlodan a otros, pero respuestas a lo preguntado: nada. En los dos lados del espectro político colombiano esta comparación es más que odiosa; pero no por odiosa deja de ser verdad. Y es una pena que así sea, pues lo que nos queda a nosotros es la triste verdad que dice que sin importar de donde venga el político, para nosotros nada cambia.

Petro, es su intento de zafarse de los cuestionamientos se hunde más. Él se centra su argumentación en la pobreza y en la lucha de Bogotá Humana contra la misma; mas la realidad que uno ve cuando vuelve a Bogotá es la de una ciudad que está creciendo como la cola de las vacas. No sé si valga la pena recordarle al alcalde que uno se humaniza para arriba, no para abajo y en lugar de volvernos más humanos, cada vez se llega a comportamientos más animales que se resumen en la ley del más fuerte. Bogotá no se está humanizando, Bogotá se está pauperrizando: basura que se recoge en volquetas, vendedores ambulantes por doquier, el Transmilenio como el salvaje oeste. El cacareado gobierno de Petro debería llamarse la Bogotá Inhumana.

Como dice la canción, «los amores de petrona fueron una ensoñación», el alcalde nos prometió un gobierno socialista y nos tiene comido el cuento que el socialismo es meter gente de estrato 1 en donde viven los de estrato 6 como él. Socialismo es otra cosa. Socialismo es poderse mover en la ciudad, no es una caravana con escoltas de alcalde, sino en bicicleta o en tranvía, como el que usted prometió: es igualar la salida con la educación en los colegios de alta calidad que usted prometió. Para no ponerme jarto con ejemplos, socialismos en Suiza y Dinamarca, pero por lo mostrado en su gestión señor alcalde son los modelos de Venezuela y Cuba los que quisiera implementar.

Ah mal que hace con eso de generar odios de clases. No es a través de esos sentimientos y rencores como se logra la paz. Él, más que muchos de nosotros, sabe que no será con esas herramientas como vamos desmontar la godarria que como monarquía se ha enquistado en el establecimiento colombiano. Tampoco se le pide al alcalde que sea un pusilánime y se deje atacar o manejar por ese establecimiento, pero la verdad es que la oportunidad la perdió en tanto sus pobres resultados. «En la rueda del cumbión sus amores acabaron… Como se apagan las velas cuando se están acabando».

Ve, Agua y Maizena pa todo el mundo. ¿cuándo es que va a amanecer en Bogotá?

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