Yulin, 25 de junio de 2015

Querido y muy bien estimado amigo Cerdo,

Te cuento que el viaje fue bastante bueno. Dormí todo el camino y aunque me levanté algo mareado y con algo de frío, por todo lo demás fue bien. Llegamos a Hong Kong y de allí empezamos a recorrer el sur de este país camino a Vietnam. Dirás que no tengo razón de quejarme de mi vida, pero no te imaginás lo que vi el pasado fin de semana.

Estábamos en camino hacia Ha Noi cuando mi amo vio un trending topic en su cuenta de Twitter: #StopYulin2015. Él no tenía ni idea de qué se trataba —y yo menos, igual ya sabés—; pero inmediatamente lo supo nos pusimos en marcha hacia Yulin. En el camino me enteré de que este es un pueblo chino famoso por un festival gastronómico en donde el platillo principal somos nosotros los perros. Mi amo, supongo que por solidaridad conmigo, encontró tan repugnante como yo esta tradición. La verdad yo pensé que esto era un cuento chino, que se nos valoraba por compañía, inteligencia y sentimientos, que por ello nos llaman ‘el mejor amigo del hombre’ y por tanto no se nos podía hacer esto. Ahora será un cuento para asustar cachorros: ‘va a venir un chino por ti, si te portas mal’.

Fuimos hasta allí para hacer parte de las protestas contra el festival. En las conversaciones que le oí a los humanos decían que hay un sitio web en donde más de cuatro millones de sus iguales firmaron para cancelar este horrendo festival. Mi amo estaba consternado y no paraba de comentar cosas que me revolvían el estómago. Son 10 millones de perros al año los que se comen en China. Y como si fuéramos gallinas, vacas o, perdón por mencionarlo así de crudo, cerdos, acá tienen granjas en donde nos cultivan para prepararnos para el consumo humano. Según seguía oyendo, fueron más de 10.000 de los míos los que cayeron durante este festival. Toda una masacre.

A estos animales bípedos les da por masacrarnos de la peor manera y no contentos con ello luego nos exhiben. Nuestras cabezas empacadas al vacío, congéneres enteros o por partes colgados de ganchos en las carnicerías, y nuestras partes internas en los mostradores. Ni hablar de los comedores por donde me paseé. Fue una barbaridad. Yo no podía darle crédito a mis ojos. Lo mismo que en Colombia pasa con tus iguales acá pasa también con los míos. Al menos nosotros tenemos muchos lugares en donde somos ‘vacas sagradas’, lastimosamente para vos, a pesar de que las religiones judeocristianas prohíben tu ingesta, el consumo de los tuyos nunca ha parado. Ya ni siquiera es por alimentarse, es solo por el gusto de nuestra carne que sin importarles nada te van matando para satisfacer sus antojos.

Y ahora hasta a mí amo le he perdido el respeto. No me malentiendas, claro que le valoro lo que hace por mí y mis pares, se le nota que de verdad le duele; mas lo que no entiendo es como el güevón, que no hace sino comer carne todo el tiempo, no ve el sufrimiento en los otros animales a los que los humanos someten a los mismos vejámenes con tal de probar un bocado de nosotros.

Antes entendía el sentimiento de afán y desasosiego que te generan los finales de junio allá donde se celebra el Sampedro; pero ahora puedo decir que lo viví en carne propia. Y sí, son días duros los que nos corren. Ojalá que vos podás pasar este fin de semana y me respondás.

Perrunamente afanado por vos,

El Perro

Ve, parece que inaugurar cosas sin terminarse es una moda que llegó para quedarse.

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