Las ciudades son como mujeres. Por más que estés allí, que las recorras, que las vivas, sufras, que las explores metiéndote por los entresijos que ellas te van mostrando, hasta sentirte en la utopía de que las conoces, que las dominas… Quimera. Acaso sabrás un par de trucos. Cualquier tiempo es poco en tanto que nunca se termina de conocer a una mujer. Tampoco una ciudad.

Los años que pasé con ella los considero en extremo valiosos. Las diferencias de cultura; idioma, formas de ver la vida y enfrentar sus vicisitudes, hicieron que, gracias a ella, mi campo de visión se ampliara: el mundo, pues, luce diferente para mí hoy. Aprendí y crecí, y en el proceso la empecé a querer. Un sentimiento que floreció en la universalidad de la música y el fútbol, pues lograron que las diferencias no se notaran y nos permitieron disfrutarnos mutuamente. Con el fútbol, ¿cuántas decepciones compartidas? Verdad de a puño que a los humanos nos amalgaman más las derrotas que las victorias. Luego, para mi extrañeza noté que alguna afición tenía ella por la música de mi geografía. Fui su DJ. Le puse música, y la hice bailar salsa, merengue, reggaetón, pero donde más me aproximé fue con la bachata. ¡Increíble! Mis recuerdos de vos se nutren por canciones de artistas que cantan en mi idioma. Ahora la quiero.

¿Y el sol?

Fueron poco más de un par de vueltas al sol las que dimos, vivimos, juntos. ¿Cómo fue eso? Una relación asimétrica. Conozco parte de su historia, sé de sus luchas y sus logros en estos años, de los que tan orgullosa se siente, también sus temores y de algunos secretos que oculta. Ella tiene sus cosas. Y yo las mías. De este lado ni siquiera me puedo hacer entender con ella más que en un idioma extranjero, ella apenas se entera de nada mío. Mis constantes salidas de su espacio, las actividades que me retuvieron dentro de mi intimidad, sin poder salir a verla, a conocerla lo suficiente para disfrutarla más. Pueden ser sus quejas.

No quiso, podría decirme. Sumo a la disculpa ya expuesta, que ella es un punto de apoyo. Desde su lugar no solo conocí otras geografías sino, y lo que más aprecio y guardo, es que hice avances, y también alcancé metas. Sin embargo, lo mencionado no significa que yo no estaba y que no sintiera su ser. Su palpitar me lo hacía notar de una manera u otra. ¿Conseguí lo mismo?, no lo sé. Me repito, es una relación asimétrica. Pensará que ya no es tiempo ni siquiera para un último recorrido, que dejé pasar la oportunidad de conocerla mejor por estar ocupado en otras cosas.

Sí, y lo siento, pero no. Es un mecanismo de protección, cada uno tiene los suyos, que se activa, que vive alerta, que no puedo apagar y que no me permite dejarme llevar pues soy un vagabundo. ¿No lo notó ella desde un principio? Si no, le puedo decir que aquí no hay maquiavelismo de mi parte, que igual me involucré y decidí por conocerla. Tantas veces que subí y bajé sus colinas en tan diferentes formas que llegué a confiarme y caí. No hubo protección suficiente para mi atrevimiento: tengo una cicatriz, y un dolorcito, que me acompañarán hasta que la flaca me visite.

Estos son los últimos días que estaré acá. Estamos en pleno verano, cuando el sol que le suele acompañar, que debería estar calentándome, no brilla. Yo estoy aquí sentado con frío mientras le

Sabaja

veo llorar, no mucho, unas cuantas lágrimas, las que la ocultan de mí, que no me dejan disfrutarla a plenitud de su cielo. Le digo que quería despedirme de otra manera en donde el calor de estas fechas estuviese presente, que me dejara beberme unas cuantas de sus cervezas, de esas especiales que me enseñó, y brindar con ella. Mi egocentrismo me lleva pensar que me despide entre grises y lloviznas por tristeza. Porque siente que la dejo, mas ¿cómo se abandona lo que está adentro? Ya lo dice Cerati, «sos parte de mi ser».

Aunque soy yo el que se va, ella puede tener la seguridad de que no es gusto lo que siento. Así ella leyera estas palabras, la pantalla, fría, no transmitirá el pathos que quisiera. La uniformidad que le da a las letras el Word me da legibilidad, y este espacio el eco que no tendría de otra manera, pero se equivocaría ella si piensa que fue fácil teclearlas.

Ve, lo poco que se dice de la ley mordaza en España.

 ¿Querés leer más?


Este obra está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 2.5