Según muchos de los gurús de la economía mundial, los ingresos de la clase media en un país como Estados Unidos están estancados desde hace al menos tres décadas. Y aunque también es verdad que el costo de vida ha venido disminuyendo este es un inútil torniquete que no logra atajar el crecimiento de la desigualdad. Es así pues en lo que va corrido de este Siglo XXI esta disparidad se ha incrementado en general todos los países «asociados» a la laissez-faire. Y el mundo se afana. “La sombra negra que se cierne sobre la economía global” fue el nombre que le dio la patrona del FMI, Christine Lagarde.

Y no es que ella sea muy socialista que digamos. Sumergidos en el «dejar hacer», desde su original Gran Bretaña hasta otros países más socialistas como Suecia ni hablar de las Banana Republics como la nuestra, los dirigentes políticos y económicos se despachan sendos y afectados discursos sobre el mentado asunto. ¿Soluciones? Pues, la receta de siempre: «trabajar en conjunto para recuperar la senda del crecimiento». Porque la batalla ideológica del modelo económico ya se da por perdida y todo lo que suene a impuestos progresivos suena cuando no mamerto, naive y peregrino. Los mismos gurús de siempre se inventan nuevas manera de decir que más impuestos alejan al capital como Caperucita Roja lo debe hacer del lobo feroz. Y de tanta repetidera ya se lo da por sentado.

Sin embargo, ni por bajas ni por altas que sean las cargas impositivas de cada país siempre se busca hacerles el quite. El escándalo de los papeles Panamá nos vino a confirmar el secreto a voces: la élite económica del mundo, los cacaos de cada país se gastan parte de su dinero en buscar formas alternativas para no pagar impuestos donde lo deberían hacer. Desde hermanas de reyes pasando por futbolistas y músicos hasta cineastas izquierdosos. Nada nuevo. Ya en 2007 al adalid de la lucha contra la pobreza en África y la condenación de la deuda al tercer mundo, Bono, se le había partido el motor cuando se descubrió que tenía su fortuna, y la de U2, en Holanda y por ello evitaban pagar impuestos en Irlanda.

Hablar siempre ha sido mucho más fácil que hacer. Acá mi parte. El Estado debe de ver cómo recauda mejor los impuestos y a quién se los exime. Hoy por hoy, es quitarle impuestos a los ricos, porque dizque así ellos generan empleo, y que sea la gran masa la que sostenga las finanzas del país. Del mundo. La cuestión funcionaría si esa masa que trabaja pudiera generar riqueza. Pero está estancada. Cualquiera con dos dedos de frente se podría llegar a preguntar para quién es que se estancó el crecimiento. Porque lo cierto es que dentro del tema de producir riqueza desde hace años la brecha que existe entre los dueños del capital y los del trabajo no deja de hacerse más amplia y profunda. Hace 30 años en Colombia un salario mínimo equivalía a 135 dólares, hoy alcanzamos los 224 dólares. Les dejo la tarea de comparar las inflaciones.

Con este modelito llegamos a que el 1 % de la población tiene tanto como el 99 % restante, y claramente las cuentas no dan y el asunto se revienta. O se reventará. Pero parece que los que dicen representarnos cada vez están más lejos de nosotros. Al fin y al cabo, ¿qué es un voto contra dinero para financiar las campañas, y la propaganda? Porque adivinen de dónde sale esa platica. Sí, sí. De allí mismo. Sería casi increíblemente fácil hoy con todas las ayudas tecnológicas saber por dónde va el flujo de dinero y de esta manera lograr que los impuestos que paguen los que más tienen sean destinados a donde más se necesitan con un control exacto. ¿Qué tal así mejorar las condiciones de vida de la mayoría? Los impuestos son la única solución racional en cuanto no se debería esperar que la caridad aparezca para salvar a nadie.

No obstante, todo parece indicar que no se quiere y que la tecnología solo está siendo usada para ayudar más al capital y menos al trabajo, recuerden en lo que quedó las exenciones de impuestos del gran colombiano con las empresas para aumentar el empleo. Lo fatalmente gracioso es que estamos viviendo en el mismo «Rascacielos» —el de Ballard— y como Laing nos sentimos falsamente a salvo; pero ya sabemos lo que se nos viene encima.

 

Ve, ¿y cómo hace Japón que no crece hace una década?