¿En qué nos parecemos a los chinos? La respuesta más obvia es: en nada y en todo. Sin embargo, cayendo en otra obviedad, estamos regados por el mundo. El primer extranjero que yo conocí hizo la primaria conmigo, se llamaba Marco, «el chino», y su papá era el dueño del Dragón de Oro. La comida china en Neiva es tan popular como en cualquier otra parte del país. Es tan así que casi debería llamarse típica. Los peruanos hasta le tienen nombre a la apropiación que supieron hacer con exquisitez: la chifa.

Ahora tenemos otro sentimientos por los chinos, que de alguna manera ya son parte del paisaje, y que saltaron de los restaurantes al comercio al detal hace rato. Unos resultan un poco extraños debido a su presencia en San Victorino. Que hay ilegales, sí, un par; que tienen contrabando, también. ¿Y será que los competidores locales no? Entonces, ¿qué será lo que nos mueve hasta esta tan confusa situación en Colombia? Confusa porque en nuestro país, si no me equivoco, solo podría mencionarse la migración de los libaneses en la costa norte hace décadas atrás. Tanto durante la Guerra Civil Española, como en Segunda Guerra Mundial los flujos de personas que vieron en América un salvavidas no pasaron por acá. Nuestra tierra no ha sido nunca para migrantes.

No sé si es porque no hemos sido atractivos para ellos. O quizá porque eso de ser tan abiertos y amables solo está en el imaginario popular y la verdad es que no lo somos tanto. Nuestro arribismo y clasismo seguramente dio para cerrar la puerta a los que quisieron venir y no los encontramos aptos como para mejorar la raza. Quizá sea eso, la ignorancia de tratar con extranjeros la que ahora se manifiesta de mala manera. Y entonces les miramos rayado. Y yendo a peor con comentarios y actos pasados de xenófobos que ponen en una mala posición esa pose de ser gente civilizada, incluyente y amable. Por el contrario, nos acerca más al presentador de The Apprentice. ¿Ya vieron lo que este pretende en EUA con los ilegales? Muchos de ellos son colombianos. Situación legal que repiten bastantes compatriotas en no pocos países en el mundo.

Somos como los chinos.

Y es allí, cuando ellos nos reflejan que no podemos dejarnos llevar por esa ignorancia y bajar hasta el nacionalismo; ese mal por el cuál nosotros hemos sido maltratados en otros sitios. Porque nosotros también somos como ellos cuando resaltamos nuestros valores afuera en esa lucha que toca dar contra el cliché de ser colombiano. Allí es cuando nos autonombramos alegres, fiesteros, berracos pal trabajo, echaos pa’lante, emprendedores y buenos conversadores y buenas personas.

Excepto las dos primeras, las anteriores cualidades son a las que recurrimos cuando tratamos de barrer con la mala fama que nos ganamos en franca lid. Entonces, si los del gigante asiático vienen al país y plantean un modelo de negocio que no nos funciona, ¿qué debemos hacer? Seguro que el contrabando es una plaga, pero no es una que trajeron los chinos. Con maltratarlos y dañarles sus tiendas no vamos a cambiar nada y por el contrario recordamos las peores épocas de la humanidad.

La Nación entera es la que deberá ver cómo mostramos ese ser buenas personas mientras mantenemos las leyes. Y como dejamos competir libremente a los que llegan a hacer la vida en nuestro suelo. Los comerciantes y sus agremiaciones tendrán que ver cómo, en un país que ha firmado no se cuantos tratados de libre comercio, obtenemos otras ventajas para poder competir contra los precios bajos que ofrecen los asiáticos. Porque lo que sí es claro es que por precios, la pelea la tenemos perdida hace mucho.

Ve, ¿y qué canciones son las que canta el tal Iggy ese?

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