Los creyentes son, en verdad, hermanos. Reconciliad, pues, a vuestros hermanos y temed a Dios. Quizás, así, se os tenga piedad (Corán, 49:10).

 

Menos mal somos civilizados. Qué tal que no lo fuéramos. Cada ciudad de Occidente se ha sabido llenar de estos lugarejos. Algunos se atreven a denominarlos de forma abusiva como templos. Ponele pues. ¿A qué diablos va la gente a esos lugares? A entregarse al libertinaje. Sin ningún temor de Dios, los degenerados llegan a consumir alcohol y drogas al ritmo de música estridente con bailes que solo incitan al sexo desenfrenado. Y para más inri, ahora dizque hay algunos exclusivos para maricas. ¡¿A dónde vamos a llegar Dios mío?! Llegamos: leyes pro aborto, matrimonio gay.

Alguien tenía que hacer algo. Omar Mateen, un enviado de Dios, al que él conocía con el nombre de Alá, tomó cartas en el asunto. El domingo pasado, en esa ciudad gringa con nombre de peluquería, él fue al club nocturno Pulse y con su rifle AR 15 , de los que podés comprar en Internet, dio de baja a 48 de esos. Lástima, su puntería no le dio para sobrepasar el centenar y dejó 53 heridos. Dicen que fue odio lo que le hizo actuar, yo lo dudo. Él fue escogido para luchar esta batalla contra los impíos de una sociedad que le permite a ciertos hombres degenerados que vayan besándose sin pudor en cualquier lugar.

 

Porque los valores, eufemísticamente llamados, laicos nunca pueden estar bien asentados cuando la sociedad pone de lado a Dios. Por eso llegamos a estas situaciones y en lugar de llorar por el inmolado, de corresponder a su martirio con gratitud, este mundo al revés le ha dado la espalda y lo ha condenado como a un salvaje. Como si no tuviera nada mejor que hacer, el señor Obama dice: «Nuestros pensamientos y oraciones están con las familias y los seres queridos de las víctimas». No sobra recordarle que ni siquiera con su poder esas oraciones llegarán a buen recaudo por cuanto pide lo antinatura. Sin embargo, parece que cierta sensatez corre por la cabeza de algunos en ese país cuando vuelve el mismo señor a reconocer que este es un caso de «extremismo hecho en casa». Recordemos que extremismo es la palabrita usada para los que no viven sometidos a esas normas mundanas alejadas de la ley de Dios.

 

El padre del mártir lo aclaró: «No tiene nada que ver con religión. Es solo homofobia». ¿Acaso no enseña el cristianismo que Dios es amor? ¿Acaso no insiste la palabra de Dios en enseñarnos con claridad cómo debemos vivir la vida? No obstante, al mundo le gusta ir por el camino ancho. Viviendo como si no tuvieran que dar cuenta de sus acciones. Como si en esos lugares oscuros los ojos de nuestro Señor no los vieran. Infieles de todo pelambre ¿a quién le van a rogar hoy? ¿Quién es el que está para defenderlos? Van en contra de lo que dice los libros sagrados y creen que pueden pavonearse de su increencia. Pero los mensajes de Dios son poderosos y aún hay oídos atentos.

 

Querían preparar una fiesta para celebrar la vuelta de Sodoma y Gomorra que nos ha manoseado cada vez más con su Orgullo Gay. Esta civilización tocó fondo cuando cada año vuelve a conmemorar Stonewall como si fuera algo más que el aciago recordatorio de la liberación homosexual. Hoy son tantas las distinciones que se dan, tanta la importancia de la que se apoderaron que imaginar que tan solo hace 30 años se les encerraba en prisión o en manicomios parece sacado de un cuento de hadas. Uno donde los hombres eran machos y las hembras eran mujeres.

 

Ve, se sabía que a Blatter le gustan las bolas calientes

 

Una Palma de Oro en Colombia

El 69 que se olvidará

 


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