El espíritu de la tecnicidad que ha conducido el credo masivo de un activismo antireligioso en el más acá, es espíritu; puede que sea un espíritu maligno y demoníaco
Carl Schmitt
En 1932 el abogado, católico y pensador de derecha alemán Carl Schmitt presentó su polémica obra: El concepto de lo político. Allí, explica como la definición amigo-enemigo es fundamental dentro de lo político. Su terror, una sociedad burguesa llena de comodidades dedicada al ocio y al goce cuando su vida no se ve amenazada. Un mundo sin enemigos, el triunfo del Anticristo. La vida en la Tierra carente de seriedad.
Schmitt dice «todos los conceptos centrales de la moderna teoría del Estado son conceptos teológicos secularizados»[1] para hacer una crítica virulenta contra lo liberal. Insiste en especificar que así como en lo estético tenemos bello-feo, en lo político es la oposición amigo-enemigo —público— el criterio mediante el cual se expresa esa necesidad de diferenciación, al contraponer la afirmación de sí mismo en contra del otro. La conciencia de igualdad con el amigo genera cohesión ya que se contrapone a la alteridad del enemigo, con la que se enfrenta y a la que complementa. Su criterio está en las aguas de la decisión y la discriminación. La distinción amigo-enemigo es «aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones y motivos políticos» (Schmitt, 2009, p.56) y es en lo político, y no en la cultura, donde todo cabe. Schmitt denuncia que el liberalismo diluye el concepto de enemigo en lo económico como «competidor» y en lo espiritual como «oponente en la discusión» pero la posibilidad de muerte física inminente por causa de un conflicto público se evidencia cuando el enemigo se concretiza y los esfuerzos del liberalismo por minimizarlo se pierden. En este antagonismo amigo-enemigo, Schmitt se ubica en la otra orilla del liberalismo hobbesiano.
Schmitt crítica el concepto de cultura liberal cuando dice «El camino que va de la metafísica y la moral a la economía pasa por la estética, y la vía del consumo que y disfrute estéticos, todo lo sublime que se quiera, es la más cómoda y mas segura para llegar a una “economificazación” general de la vida espiritual» (Schmitt, 2006b, p. 111). Así pues, la coherencia del liberalismo no está dada en términos de la política liberal sino en los del pensamiento liberal, «que a despecho de tantos retrocesos sigue sin ser reemplazado en Europa por ningún sistema alternativo».[2] El rechazo el Estado universal, la seguridad que brinda el status quo y un mundo más pendiente del ocio y de parecer interesante que serio donde la humanidad que ha reducido a ser una «cooperativa de consumo y de cultura».
Lo que tal vez omitió el abogado, y que Pablo de Tarso tampoco imaginó, fue que dentro de la secularización de religión de la encarnación en el Estado liberal, el Dios humanizado es la pieza fundamental por la cual pasan todas esas prebendas e impulsos a las libertades individuales. Y así pues, a pesar de los denodados esfuerzos de sus dirigentes, la Iglesia ha visto como estas audacias individuales van en contra de la moral que ella trata de instaurar en cuanto ellas son pieza fundamental del entramado de la economía liberal de mercado; tanto así como el culto a lo nuevo que rompe todo lazo con lo anterior, lo viejo. Lo conservador. Y así pues, vemos dentro de este sistema representaciones de libertad hasta en la forma de vestir, y nos ufanamos de que nuestras mujeres ya no usan velo, mis abuelas iban a misa con él, que se ponen escotes y minifaldas, aunque estas prendas hayan sido vistas como afrentas contra la moral y la vida recatada que toda mujer debe tener dentro de una sociedad cristiana.
En estas contradicciones se mueven tanto la religión como la política dominante en Occidente. Una relación que juega a hacernos pasito y donde a veces el llamado Estado laico se echa de menos, como en el caso de que no encarcele a curas pederastas, con tal de no perder los votos de una masa aún muy creyente. Mientras tanto la derecha ultraconservadora y ultracatólica, lamentablemente a pesar de Francisco, ven en el respeto entre iguales y la unificación de derechos una afrenta a su mundo. Uno que tiene como condición primordial de ser la existencia de enemigos públicos. Los otros, las mujeres emancipadas, los indios, los negros, los drogos, los maricas.
Ve, hay que ser muy marica pa pensar que según como alguien se vista es hombre o mujer u otra cosa.
Te acordas del Álbum Negro
[1] Carl Schmitt, Teología política, Madrid, Alianza, 2009, p. 37
[2] Carl Schmitt, El concepto de lo político, Madrid, Alianza, 2009, p. 99