Aunque la opinión que tengo de Santos es que él no es más que cualquier otro presidente que haya tenido el desdichado país, yo te veo desde la otra orilla, así como veo a otros queridos y cercanos míos inclinados por el No. Pero lo único que espero es que ustedes estén equivocados. ¿Cuántos de nosotros vamos a leer los documentos del Acuerdo? Muy pocos. ¿Qué entenderemos de lo que se lea y de lo que digan unos y otros? Lo que queramos entender. ¿Qué de todo lo que se hable será cierto y cumplible? Como todos, no sé nada de futurología. Acá nos están hablando dos facciones que normalmente se han caracterizado por la manipulación y el engaño. En estas cosas estamos nivelados.
Porque la verdad es que como vos, yo tampoco confío. En ninguno de ellos.
Entonces, pues, estamos en las mismas condiciones.
Desde el lado de los buenos: ¿cómo creerle a la clase política que nos han mal gobernado? A la que en lugar de consolidar unos partidos políticos fundamentados en bases teóricas sólidas se dejado ir al vaivén de caudillismos para luego repartirse la torta. Ni vale la pena hablar de todos cuando con un solo ejemplo basta. En el gran partido Liberal caben desde Piedad Córdoba hasta Álvaro Uribe Vélez. Y han sido ellos, los políticos, los causantes de todo, los que han sabido mantener y crear las injusticias que luego rebosan en desigualdades insoportables. Los que han mantenido a masas incontables de personas bajo el sometimiento de la pobreza y sin casi ninguna luz de esperanza. Y la que cabe, la esperanza, no pasa de ser asalariados mal pagados, soldados o sirvientes todos ellos con una vida alienada. Eso es lo que el espera a la gran mayoría de los que nacen como un poco menos que vos en este suelo. Y no es que nos haya tocado fácil. La vida empeñada que han soportado la clase media no es la panacea cuando a la gran mayoría de los universitarios el país no les ofrece algo mucho mejor que el haber invertido el dinero gastado en estudios en comprarse un taxi, o un colectivo (con el cupo).
Y sobre los malos, las FARC, cabe recordar que al irse al monte lo hicieron con algunas pretensiones loables, a luchar por el pueblo contra esas injusticias mencionadas arriba. No obstante pasó como bien se sabe; que no se puede luchar con un monstruo sin dejar de convertirse en uno al mismo tiempo. La crueldad, la infamia, la ignominia, la falta de toda misericordia y humanidad, hizo de las FARC el enemigo público por definición. El llamado ejército del pueblo que lo secuestraba y asesinaba porque decía luchar por él. Y luego aderezó todo con el narcotráfico con todo lo malo que ello trae. El listado de canalladas es súper extenso y hace que la contradicción imposible de entender para cualquiera que no sean ellas mismas. Por supuesto que caben juicios moralistas calificando de malvados a los que allí se enlistaron; sin embargo, sería muy reduccionista o cuando menos facilista. Seguro que algunos que vieron en sus filas una opción de vida, lo hicieron cuando no encontraron otra más. Ser guerrilleros, delincuentes o narcotraficantes cuando lo que les espera después de su mal vivir es una muerte violeta no es el sueño de nadie. Y si es así, si todos los guerrilleros, que llegaron a ser más de treinta mil, no eran sino gente perversa dominada por pérfidas intenciones, pues, también nos cabe una reflexión como sociedad. Algo muy malo, hicimos, estamos haciendo, para que haya tantos y tantos que optan por esa forma de vivir.
Entonces, desde la otra orilla, me voy por el Sí.
Y porque apelo a los sentimientos que este asunto me genera es donde volvemos a igualarnos. Cuando nos bajamos de superioridades morales, tanto como pretensiones intelectuales, y nos dejamos llevar por las corazonadas. Sí. Amigo mío, no es más que eso. Es una apuesta a que las FARC dejen de hacer lo que han venido haciendo desde hace 50 años y que nos ha dolido tanto. El Sí es lo que intuyo como la mejor opción que se nos presenta. Mirar otro camino para llegar al resultado que queremos. Y es seguro que con el Sí no van a correr ríos de miel, no habrá salud más allá del ibuprufeno, educación mejor para la gran mayoría, oportunidades de desarrollo si acaso como las que vos y yo tuvimos. No.
Pero con la opción positiva en algo habremos avanzado. Que de alguna manera nos dejemos de matar no puede verse de otra manera. ¿Le podremos dar eso a los nuevos colombianos? No sé, quisiera eso para mis hijos, siento que es dificilísimo y me siento como una mamá con depresión postparto después de un larguísimo y extenuante embarazo. Las FARC eran un problema que pensé nunca íbamos a solucionar y tengo la esperanza que saldremos adelante. En mi caso, es la sensación, es la moral vista como ánimo, la fe de que alguna cosa puede ir a mejor en ese país.
Ve, y arranca ¡La Mostra!
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