Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Decir que uno hace, dice, piensa o apoya cualquier cosa por “el bien de los niños”, se volvió una excusa peor que “no eres tu, soy yo” o “me voy a comer eso para no desperdiciar”. No importa que se haya convertido en un célebre chiste en Los Simpsons hace más de una década, la gente recurre a esa excusa para casi todo. Para censurar películas que no les gustan, para truncar el avance de los derechos civiles, para justificar el ataque a políticos, empresarios, profesores, colegios, marcas, cualquier cosa. En principio suena bien, pero la verdad es que se trata de una excusa más. Acá nadie se preocupa por los niños.

La razón más común para oponerse al matrimonio homosexual y la adopción es “hay que proteger a los niños”. Y la gente lo dice como si esa frase fuera el punto final a la discusión, como si el interlocutor inmediatamente pensara “esta persona es brillante, caritativa y profunda, solo un bien mayor se interpone en su cruzada por la igualdad y la tolerancia”. Pero cuando uno pregunta por qué están protegiendo a los niños, se acaba la excusa. ¿Los está protegiendo de qué? Pregunta uno, y se vuelven un ocho. “Es que les estaríamos enseñando que está bien ser homosexual”, dicen sin vergüenza, y se les cae la fachada de tolerancia. “Es que se la montarían a los niños en el colegio”, replican después, y se quedan sin respuesta si uno les recuerda que deberían ellos enseñarle entonces a sus hijos a no hacerle matoneo a un niño por tener una familia no convencional que lo ama, le da techo, le da comida y le brinda la educación que nunca tuvo o podría tener acceso jamás. Tremendo motivo de burla y discriminación ese que justifican “por el bien de los niños”.

“¡Es por el bien de los niños!” gritan las empresas, los políticos, las cadenas de comida rápida, las iglesias y los medios cuando promocionan sus marcas, pero deberían aceptar que es solo palabrería para incrementar ganancias. La verdad es que explotan, manipulan y perjudican a esos niños que tanto dicen proteger y cuidar. Veamos más allá de los posters que cuelgan con fotografías de niños sonriendo. Las empresas de pañales montan un abominable cartel de precios para sacarle más plata a los padres y a sus hijos, plata que debería haber ido a la alimentación o a la educación y terminó en pañales con sobrecostos. Pasó de agache tamaña porquería, y no sé cómo no fuimos todos a devolverles los pañales a estas empresas, usados, por supuesto. Disney y Nickelodeon hacen todo por los niños pero en realidad viven de ellos, llegando al punto de explotar la sexualidad de niños y niñas. Qué sorpresa que Miley Cyrus sea lo que es hoy en día. Las cadenas de comida rápida los explotan promocionándoles y vendiéndoles comida que no alimenta, los políticos se roban la plata que va para ellos o les venden comida de cartón en los colegios, los curas repiten “dejad que los niños vengan a mi” y terminaron protegiendo abusadores sexuales. Los ejemplos son interminables.

Con el suicidio de Sergio Urrego se levantó la comunidad en las redes sociales y me pareció bonito. De manera sospechosamente unánime nos levantamos contra el matoneo a un niño homosexual. “Es por los niños”, pensé. Pero esta semana esa misma comunidad se le fue encima a otro niño por ser un excelente bailarín. Por ser hijo de un jugador de Nacional. Por ser hijo de Juan Pablo Ángel. Sin saber siquiera cuál es su identidad sexual. Miles de jóvenes y adultos sin vergüenza matonearon a un niño, esos mismos que justifican sus creencias y acciones con su preocupación por ellos.

Entonces que nadie diga más “es por el bien de los niños”, que es falso. Aceptemos que todo es por el bien de nuestros ingresos, de nuestros prejuicios, de nuestros miedos y de nuestros reconocimientos en las redes sociales. Todo eso es lo que de verdad importa. No los niños.

Compartir post