A ver si son tan machitos, róbenle la bicicleta pues. Foto por Cliff

Como se acaba de morir, hay que hablar de Muhammad Ali y hay que vincularlo a las bicicletas de alguna manera, así como incontables personas muertas han sido vinculadas al tema de la bicicleta por los fanáticos de ese aparato. Por eso supimos que Robin Williams tenía bicicletas hechas a medida que ordenaba en fábricas que visitaba en su jet privado, que Einstein se montó una vez en una bicicleta en 1933 cuando visitó a Ben Meyer en California, que Cortázar escribió sobre la estúpida prohibición de entrar bicicletas en cualquier parte y, ahora, que gracias a un ladrón de bicicletas Muhammad Alí se convirtió en boxeador.

Ya he explicado cómo robarse una bicicleta, cómo volver a robársela y cómo robársela por tercera vez. De hecho en mi primer post al respecto fue donde bauticé la Técnica Milenaria, que ahora se usa en foros de robos de bicicletas y hasta en mapas de robo de bicicletas Y en un video descrito por un youtuber cuasidesnudo (tengo mi propio meme tipo Dawkins, ¡qué gran orgullo!). Pero la historia de Muhammad Ali me hizo recordar que me hacía falta describir una forma de robo: la típica en la que uno va a recoger su bicicleta y, oh sorpresa y dolor, ya no está ahí. Una de las pocas veces de la vida en que uno dice «jueputa» con todo el sentimiento y con dolor en el fondo del estómago y del corazón.

Por eso es que se puede decir que los ladrones a veces no son tan malas personas, y de ahí la historia de Muhammad Ali. Cuentan los que saben (o los que han leído la historia aquí) que Muhammad Ali comenzó su carrera de boxeo a los doce años porque un ladrón le sacó la piedra. El muchachito había ido con un amigo a comer dulce de algodón o algo así en una feria en Lousville en su flamante Schwinn roja. Para su grandísimo empute, cuando salió a montarse a su nave roja encontró que no estaba. «Vida hp», dijo él (o la frase grosera que fuera la usanza en aquél caluroso pueblo de Kentucky de la década de 1950). Después de encontrar a un policía amigo, le contó la historia y le dijo que iba a dar en esa jeta al ladrón (literalmente dijo «I’ll whup the guy who took it«).

 

Esta es la nave que le robaron al enano aquél. Fuente: Catálogo 

Hagamos una pausa en la historia y veamos qué opciones de respuesta tenía este policía ante la frase del muchachito iracundo. Desde mi punto de vista, son tres (de menor a mayor gravedad):

Opción de respuesta policial A: Responderle «bueno, vamos a buscar al choro. Venga me cuenta cómo fue y tranquilícese. La justicia no se hace por mano propia sino que vemos la situación» y todo eso.

Opción de respuesta policial B: Decirle «pues venga le enseño a romper jetas más bien porque ud es un langaruto»

Opción de respuesta policial C: Llamar a sus amigos (policías, boxeadores y demás) y decirles «oigan hay parche pa’ ir a romperle la jeta a un man, ¿vamos? lleven bates también. Beban sangre de cerdo antes de salir para tener más ganas» – o alguna variación de lo mismo.

Hay dos cosas tristes de todo esto: una es que muchos de los que leerán esto van a decir que ellos optarían por la opción C. Lo sé porque es lo que siempre dicen en los foros de bicicletas robadas cuando a alguien le roban una bicicleta, y me aterra cuando lo leo. La segunda cosa triste es que la opción A es la que suena a ser gallina y pendejo, y me da rabia que seamos así…

Una cosa que lo deja a uno pensando es esa opción B. El policía que habló con el Ali doceañero y langaruto le respondió así, y es por eso que Muhammad Ali se convirtió en boxeador: lo entrenaron, se ganó medallas, se volvió el gran boxeador que fue, y lo demás ya es historia. La idea de darle unas clases de boxeo a un muchachito de doce años sonaría como una historia de moralidad retorcida, pero en realidad era una buena opción para un adolescente con ganas de vengar el robo de su bicicleta saliendo a la calle a darle en la jeta al que se encontrara con una Schwinn roja (que era, además, la bicicleta más popular de la década y de pronto rompía la jeta de un hombre incauto pensando que era un ladrón). Y de pronto, de no ser por ese robo de bicicleta y por el policía que canalizó esa energía de super-empute del muchachito para pegarle puños a una pera (y sí, darle en la jeta a gente en un ring), Cassius Clay habría terminado como cualquier otro personaje que anda con rabia por la vida y que, de haber vivido en el siglo XXI, se metería a foros de feisbuc a decir que le va a romper la jeta al que le robó la bicicleta.

Entonces, por la memoria de Muhammad Ali, gran rompedor de jetas de la historia (en contextos controlados), cuando nos roben una bicicleta vayamos a aprender boxeo y encontremos mejores formas de vengar los robos.