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Siempre hay una boba a la que se le tiene más envidia que a las demás. Y no estoy diciendo que sea envidia de mala entraña, porque de hecho si le digo boba es de cariño. Es esa que tiene la vida tan arreglada que uno acaba alegrándose de sus desgracias amorosas por pura ley de la compensación. Son bonitas, carismáticas, todo el mundo las quiere, las apoya, las saluda y recuerdan su nombre sin esfuerzo y con mínima hipocresía. Y como si todo eso no fuera suficiente, son expertas en encontrar tipos bonitos, carismáticos, que todo el mundo los quiere, los saluda y etcétera, etcétera. Cuando uno se entera con quién están saliendo no puede evitar poner esa cara de ¿me estás jodiendo?, y luego reírse de su propia suerte. Pero la verdad es que yo creo en el karma y en que necesita ser equilibrado por alguna razón cósmica. Me han enseñado que todo lo que vivimos, la gente que nos rodea, las cosas que conocemos, todo está fríamente calculado en algún tipo de plan del universo y lo que no nos gusta sencillamente se le atribuye al karma. Si a pesar de tener este infinito carisma (libre de toda modestia) y la capacidad innata de hacer reír al mundo (o de ser el hazmerreír del mundo), no logramos engranar con la maquinaria emocional perfecta que nos permite hacer equipo romántico con los buenos partidos de pantalón bien planchado, camisa de rayas, zapaticos de goma y saco de lana alrededor del cuello, es porque hay que equilibrar karma enamorándonos de unos cuantos especímenes funestos.
Aún así, no quiere decir que dentro del plan de equilibrar karma sea necesario que todos esos seres nefastos sean del todo nefastos. Si bien es cierto que no encajan prácticamente con ningún estándar, tal vez porque no son muy atractivos, porque no combinan bien la ropa, o simplemente porque se olvidaron que una barriga prominente no es sexy para todas las mujeres, a veces todo eso puede pasar a un segundo plano cuando tenemos que enfrentarnos a un enemigo mucho más oscuro, una cualidad que en exceso se convierte en el defecto más peligroso y complicado de combatir: el intelecto. Salir con un hombre inteligente es una meta, algo agradable, lo que se espera por defecto y que permite hacer bosquejos de planes a futuro. Salir con un hombre demasiado inteligente, sin embargo, se puede convertir en una tragedia griega.
En mi caso, eso pasó de ser una simple nivelación de cargas energéticas a convertirse en un mero desatino del Cupido medio imbécil que me tocó en esta reencarnación, porque lo mío no son los tipos pilos, no señor, lo mío es hardcore, masoquismo puro y duro… a mí lo que me gusta son esos tipos cuyo coeficiente intelectual representa una agresión certera e inescrupulosa en contra de todos los demás miembros de su género. Yo no me quedo en la sencilla descripción de querer un hombre inteligente y que me haga reír, yo siempre acabo sin querer buscando un desafiante, alguien que me rete y me desarme con dos o tres argumentos; que represente todo lo que admiro en una persona, que hable más de un idioma y que ojalá, en lo posible, sea un completo misántropo desgraciado, cínico, inescrupuloso y con bonitas manos. Es que todavía me parece estar escuchando alguna divagación del último espécimen que encajaba en este cuadro. Una mezcla exótica de culturas: latino criado a la francesa con delirios imperialistas y raíces ibéricas (en alguna parte del pelo), pero con una sonrisa tan bonita que me desdibujaba cualquier pretexto y me obligaba a guardar ese retrato bajo los párpados para poder suspirar después con la imagen en negativo, así como se ven las cosas cuando cerramos los ojos. Pero tan distraído y tan desinteresado que está muy lejos de ser ese alguien con quien se puede construir algo real, alguien que le puede dar piso y techo al anhelo sencillo que tienen todos los humanos de encontrar el equilibrio, no el del karma por supuesto, sino esa estabilidad emocional que sin importar lo despreocupados que seamos, siempre estamos buscando aunque sea en mínimas cantidades. Y todo porque no son expertos en temas de amores ni se caracterizan por tener relaciones a largo plazo. Les preocupa cualquier asunto social, financiero o económico que afecte la realidad mundial, pero no les interesa en lo absoluto que su corbata no combine con su camisa o que las medias sobresalgan al caminar, y por consiguiente también pasan por alto lo que es evidente para los demás. Lo sé, es una ensalada extravagante de indudables desdichas para alguien promedio con aspiraciones de pseudo adulta como yo. El destino de quien se enamora de alguien así no dista mucho del que le corresponde a quien ama un mujeriego, un adicto o un maltratador. Todos esos amores, sin excepción, están condenados al fracaso.
Las realidades incómodas siempre son más incómodas cuando, a pesar de todo, con cada frase que se escribe acabamos extrañando un poco las emociones que acompañaron los desaciertos. A Cupido lo mandé de vacaciones por un buen tiempo a ver si cuando vuelva ha mejorado la puntería. Si lo ven por ahí, por favor no lo distraigan, porque de lo contrario, en unos días tendré que escribir otro desvarío.
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Blog Personal: Desvariando para variar…
Definitivamente en este mundo nada es completo y menos en temas de cupido. Peor a que no sepan vestir es cuando son tacaños. Ahí no hay karma que justifique aguantar.
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En eso estoy completamente de acuerdo.
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Ingeniera y escritora…………. de grandes tonterías y soberanas boberías.
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A eso súmele la cantidad de pendejadas que se me ocurren y que no publico.
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