El plebiscito celebrado este 2 de octubre en el país se constituye en el mejor cortometraje de nuestra historia, marcado por la polarización, la influencia de la religión y un Estado ausente en las zonas marginales del centralismo capitalino, así como la toma de decisiones por parte de las grandes urbes del país ubicadas en la región andina, que una vez más han sido determinantes en unas elecciones.
El No empezará, seguramente, a desenmascarar a quienes votaron por intereses políticos y a quienes de verdad tienen voluntad de alcanzar un acuerdo político – jurídico en favor de las víctimas y la sociedad civil, en general.
El plebiscito puede ser la oportunidad perfecta para lograr un acuerdo de paz tripartito que incluya fuerzas opositoras, si y solo si, existe voluntad verdadera de justicia y reparación, no con el ánimo de “mandar al enemigo a la cárcel y librar mis errores”, es el momento para dejar el caudillismo y la capitalización de votos a un lado, es la oportunidad de pensar en quienes verdaderamente optan por la salida negociada al conflicto como instrumento para ayudar a alcanzar la paz, no como esencia de la misma, en tanto aquella implica algo más que un acuerdo escrito.
Han sido hasta el momento 6 años que, quizás, pueden convertirse en 8 años de una lucha y un mensaje constante en pro de la paz, pero como consecuencia de los gestos de arrogancia y juego de intereses políticos, el país no solo ha rechazado los acuerdos sino que el 63% de abstención también ha demostrado su frustración o indiferencia, quienes fácilmente podrían estar expresando que son acuerdos que no los afectan y que la construcción de paz va más allá de lo consignado en el papel.
Esta es una derrota para todo un país, así el oportunismo político y la sed de poder de algunos les genere reclamar una victoria que no les pertenece, los mismos que llegaron a unas elecciones para castigar al gobierno de turno y cuidar sus intereses terratenientes y mafiosos en varias regiones del país sin ni siquiera tener entre sus manos un verdadero y estructurado plan B.
Elección que fue convertida en campaña pre electoral para medir fuerzas de cara al 2018, muchos nunca entendieron que se trataba de un acuerdo y no de una disputa entre la guerra y la paz, que aunque parezca extraño y dejando atrás el ideario romántico y poético que reza «todos queremos la paz», pues déjeme decirle que a muchos la guerra los empodera y les genera un desahogo de odios y venganza, para ellos, la guerra es un negocio que les permite obtener el poder a través del miedo.
El No tendrá que mostrarle el camino al Presidente Juan Manuel Santos, quien tendrá que manifestar hechos reales de paz, empezando, por ejemplo, con aumentar el presupuesto para la salud o la educación, no disminuyendo el presupuesto para el deporte justo cuando se alcanzan resultados históricos y se logra darle la oportunidad a aquellos que triunfan con base en la disciplina y la tenacidad.
Es dialogar y preservar el orden con propuestas en beneficio de los sectores sociales, no por medio de la violencia y la represión como lo ha hecho frente a varias protestas, es no aumentando el salario de los congresistas vía decreto, es cumpliéndole a los maestros, pensionados, camioneros, campesinos, entre muchos otros que han sido engañados con sus propuestas.
La paz se hace sin amenazas ni afrentas a quienes piensan diferente; el No no ha significado, por lo menos, hasta ahora, una guerra urbana, ni tampoco el final del proceso y el retorno de la guerrilla a la selva para combatir, como había dicho el Presidente de la República y los sectores políticos que estaban impulsando el Sí.
Santos tendrá 2 años más para demostrar con hechos en pro de la aclamada justicia social, si quiere pasar a la historia como aquel presidente que luchó decididamente por la paz, al igual que Álvaro Uribe Vélez y los altos dirigentes de las FARC, en ustedes está la construcción del futuro del país, el pueblo ha dictado su palabra, es la hora de acciones y propuestas sobre la mesa, más vale lo antes posible para evitar lamentos en el futuro.
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