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Este blog fue publicado por el Fondo Monetario Internacional.

Por Alejandro Werner

Tras registrar un crecimiento decepcionante en los últimos años, la actividad económica de América Latina sigue apuntando hacia una recuperación gradual en 2017–18, ya que las recesiones de algunos países —en especial, Argentina y Brasil— están llegando a su fin. Nuestras proyecciones más recientes indican que la región crecerá un 1 por ciento en 2017 y un 1,9 por ciento en 2018.

Sin embargo, en un contexto de poca confianza, la demanda interna sigue siendo débil en la mayoría de las economías, y se cree que la recuperación no será sino gradual, a medida que el producto efectivo se acerque al potencial y las fuentes internas de crecimiento adquieran más dinamismo, gracias a la disipación de la incertidumbre tanto política como en materia de políticas en algunas de las principales economías. Algunos países necesitarán estrategias claras para profundizar los ajustes a los resultados fiscales y externos tras la pérdida permanente de los ingresos provenientes de las materias primas.

El crecimiento se revierte a una media mediocre

¿Adónde se espera que conduzca esta lenta recuperación económica? Las perspectivas de un crecimiento sólido a largo plazo en América Latina parecen más sombrías que hace unos años, en el apogeo del boom de precios de las materias primas. A mediano plazo, proyectamos que América Latina crecerá aproximadamente un 1,6 por ciento en términos per cápita, es decir, exactamente la misma cifra de crecimiento registrada por la región en el último cuarto de siglo, y muy inferior a las tasas del grupo de economías emergentes y en desarrollo (2,6 por ciento) y bastante lejos de las tasas de crecimiento de China (9 por ciento). Es preocupante que estas tasas de crecimiento sean esencialmente iguales a las de las economías avanzadas, lo que lleva a pensar que los ingresos en la región como un todo no están convergiendo hacia los niveles de ingreso de las economías avanzadas. Además, la escasa contribución de la productividad al crecimiento general obliga a cuestionar su sostenibilidad, en especial si tenemos en cuenta que la región se prepara para enfrentar una transición demográfica hacia una población de mayor edad, lo que limitará el crecimiento de la oferta de mano de obra.

Un desafío clave para América Latina y el Caribe en el futuro consiste en preservar (y potenciar) las mejoras logradas en los últimos años en cuanto a niveles de vida. Como se proyecta que el crecimiento a mediano plazo seguirá siendo moderado y que el espacio fiscal será cada vez más escaso, los países tienen que acelerar la ejecución de las reformas estructurales, que son tan necesarias para alcanzar el objetivo.

Las prioridades a escala regional incluyen mejorar la calidad de la infraestructura y la educación y facilitar la participación de la mujer en la fuerza laboral en los casos en los que siga siendo baja; reforzar la gestión de gobierno y el Estado de derecho para controlar la corrupción, que está frenando la inversión en algunos países; y, por último, profundizar la integración regional a nivel comercial y financiero, que es relativamente baja, a fin de crear economías de escala que darían un impulso necesario al crecimiento.

América del Norte y Central y el Caribe

Las estimaciones de crecimiento de Estados Unidos se revisaron a la baja y se ubicaron en el 2,1 por ciento para este año y el próximo, dado que ya no se espera que la política fiscal genere un impulso expansivo en 2017. Pese a esa corrección a la baja de las perspectivas de su socio comercial más cercano, el crecimiento de Canadá se revisó al alza, de 1,9 por ciento a 2,5 por ciento en 2017, debido al fortalecimiento general de la demanda interna, gracias a los estímulos del sector inmobiliario, el repunte de la inversión en el sector de petróleo y gas, y la contribución al consumo del programa de Canada Child Benefit.

La economía de México está mostrando resiliencia a corto plazo en un contexto de mayor incertidumbre sobre las relaciones comerciales futuras con Estados Unidos, lo que refleja en parte la solidez del marco de política macroeconómica.  A futuro, la política monetaria restrictiva podría moderar el consumo privado, y la incertidumbre seguirá frenando la inversión privada, en vista de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que empezará a fines de agosto. La plena ejecución del programa de reforma estructural del gobierno, incluidas las medidas de lucha contra la corrupción, estimularía el potencial de crecimiento de la economía.

Las perspectivas de la región del Caribe siguen mejorando en 2017. Las economías que dependen del turismo se están beneficiando de la recuperación económica sostenida de Estados Unidos, su principal mercado, en tanto que los exportadores de materias primas siguen ajustándose a la reducción de los precios de esos productos.

Entretanto, la actividad económica de América Central y la República Dominicana sigue siendo robusta, gracias al nivel bajo de los precios mundiales del petróleo, que han disminuido un 17 por ciento desde enero, las condiciones financieras favorables y el crecimiento inusualmente alto de los flujos de remesas. Los países de la región deben aprovechar la actual coyuntura externa favorable para fortalecer sus reservas fiscales, financieras y externas.

América del Sur

Las revisiones de las perspectivas de crecimiento de 2017 fueron variadas en América del Sur, y respondieron en gran medida a una serie de factores transitorios. En el este, las condiciones meteorológicas favorables propiciaron buenas cosechas en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y la continua implementación de políticas acomodativas ha apoyado al crecimiento en Bolivia. Pero al oeste, El Niño ha provocado inundaciones y deslizamientos de tierra, que mermaron la producción en Colombia y Perú. Las perspectivas a corto plazo de Perú también se vieron afectadas por la investigación de Odebrecht. Si bien la demanda externa se estabilizó en cierta medida con la revisión al alza de las perspectivas de crecimiento a corto plazo de China, la demanda interna sigue siendo débil en Chile, Colombia y Perú.

Al haberse estabilizado las monedas, la inflación ha seguido disminuyendo en la mayoría de los países de América del Sur, gracias a una orientación restrictiva de la política monetaria, condiciones más débiles en el mercado laboral, una desaceleración del gasto público y la reducción de los precios del petróleo. Esto ha atenuado las disyuntivas planteadas por un período prolongado de inflación alta y demanda interna débil, y ha generado margen para que la política monetaria entre en un ciclo menos restrictivo que debería sustentar la recuperación. En todo el continente, los varios años de escasa inversión y productividad representan desafíos adicionales para el crecimiento a mediano plazo. Por esa razón, se necesitan con urgencia reformas estructurales para abordar los cuellos de botella antes mencionados.

En Argentina, la recuperación tras la recesión del año pasado está consolidándose, gracias al estímulo que el consumo privado recibe del repunte gradual del salario real, y la inversión está respaldada por el crecimiento incipiente del crédito y el aumento del gasto en obra pública. Se prevé que el crecimiento se recupere y llegue al 2,4 por ciento este año —nivel ligeramente superior a lo proyectado en el informe WEO de abril— y que se modere y se ubique en un nivel de aproximadamente 2¼ por ciento en 2018, ya que la mayor consolidación fiscal y la continua aplicación de una política monetaria restrictiva moderarán la demanda interna. La depreciación reciente del peso ayudó a corregir la sobrevaloración de la moneda y, junto al repunte de la demanda de Brasil, podría impulsar el crecimiento de las exportaciones. Además de reducir aún más los desequilibrios fiscales y de continuar reduciendo la inflación, para lograr un crecimiento sólido, sostenido y más equitativo será necesario redoblar los esfuerzos para avanzar en reformas de gran alcance en el lado de la oferta.

Tras ocho trimestres consecutivos de contracción, el crecimiento de Brasil pasó a terreno positivo en el primer trimestre de este año gracias a una cosecha abundante, el aumento del precio del mineral de hierro, un estímulo excepcional al consumo debido a la liberación de cuentas de indemnización inactivas, y la veloz expansión monetaria facilitada por una reducción de la inflación más rápida de lo previsto. En comparación con el informe WEO de abril de 2017, nuestro pronóstico de crecimiento para Brasil en 2017 es ligeramente más alto, tras un sólido primer trimestre, aunque para 2018, debido a la continua debilidad de la demanda interna y una mayor incertidumbre en torno a la situación política y a la política económica, se prevé un crecimiento más moderado. Las políticas están correctamente centradas en una estrategia de reforma de gran alcance del sector fiscal, con la que se busca garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas y la seguridad social, además de otras reformas estructurales.

Las proyecciones de crecimiento de Chile son de 1,6 por ciento en 2017 y de 2,3 por ciento en 2018, a causa de las perspectivas más moderadas en torno al consumo público y privado, vinculadas con la mayor debilidad del mercado laboral y la prevista desaceleración del gasto público de este año. El crecimiento habría de repuntar en el segundo semestre de 2017, gracias a la mejora de la confianza y los recortes de la tasa de interés aplicados en los meses recientes en un contexto de rápida reducción de la inflación. Tras varios años de crecimiento por debajo del potencial, existe el riesgo de que el desempleo aumente por encima de lo que contemplan las proyecciones actuales.

En Colombia, gracias a un oportuno endurecimiento de la política monetaria, la desaceleración económica ha continuado en forma ordenada este año, a medida que la demanda interna —en particular la inversión— se ajusta al shock permanente del ingreso nacional relacionado con la caída de los precios del petróleo. El ciclo de flexibilización de la política monetaria que comenzó con la disipación de las presiones inflacionarias debería respaldar la recuperación a corto plazo, mientras que el acuerdo de paz, el programa de infraestructura y la reforma tributaria favorable a la inversión deberían incentivar el crecimiento inclusivo a corto plazo.

En Perú, tras un comienzo lento en 2017 —debido en gran medida al escándalo de corrupción de Odebrecht y las inundaciones y los deslizamientos de tierra provocados por El Niño—, se espera que la mayor inversión pública genere más dinamismo en los próximos meses, con un crecimiento al final del año que sería de 2,7 por ciento y que luego se aceleraría a 3,8 por ciento en 2018. Las autoridades adoptaron una política contracíclica centrada en el ámbito fiscal a fin de abordar las necesidades de reconstrucción vinculadas con el fenómeno de El Niño, financiada principalmente con las reservas del Fondo de Estabilización Fiscal.

Venezuela sigue enfrentando una crisis política y humanitaria exacerbada por una prolongada recesión económica que avanza hacia la hiperinflación. Se prevé que el PIB real se contraiga más del 10 por ciento en 2017, tras una caída estimada del 18 por ciento en 2016, a causa de las disminuciones proyectadas en la producción y la importación de petróleo, además de la mayor incertidumbre relacionada con la crisis política reinante. Si se agrava o si se prolonga por mucho tiempo, la crisis plantea importantes riesgos a la baja para el crecimiento. Se proyecta que la inflación se acelerará, debido a la monetización de grandes déficits fiscales y la pérdida de confianza en la moneda. Si las condiciones de vida continúan deteriorándose, la crisis humanitaria de Venezuela podría salirse de control, aumentando así la cantidad de personas que migrarían a países vecinos.

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