Si no están dispuestos a salirse de los esquemas, no vayan a Viva la Vida. Pero si no temen vivir una experiencia absolutamente novedosa y de talla internacional, este se va a volver uno de sus restaurantes favoritos.
Lo primero que pusieron los meseros frente a mí la noche en que fui a conocer Viva la Vida, fue una mano de cerámica con pintura esmaltada brillante. Leyeron bien, no era un plato cualquiera, era un plato en forma de mano, sobre el que descansaba un pequeño bocado de atún. Todos los comensales que llegan al establecimiento son recibidos así, en un acto que busca recordar el trabajo manual que realizan los itamaes (cocineros japoneses).
Al lado de la mano inerte dispusieron para mí una pequeña vasija sobre la que reposaba una toalla tibia con esencias de aloe vera, la cual sirvió para limpiarme las manos antes de empezar a comer. Aunque hay palillos chinos sobre cada mesa, la idea de Viva la Vida es que comamos con las manos. ¡Bye, bye, etiquetas!
Salmón con maiz pira: entrada
Todo en Viva la Vida evocaba a Asia. El host me saludó en japonés cuando crucé la puerta de entrada, vi estatuas de Buda en varias esquinas (una de ellas pesa más de una tonelada y fue tallada en una sola piedra) y me fijé en que la decoración principal está protagonizada por un cerezo japonés natural. Sin embargo, aquí la fusión es lo que importa. La comida no tiene barreras culturales y se le puede poner maíz pira al sushi.
Sé que suena más cool llamarle pop corn, pero quiero que entiendan cuán osado fue el chef Felix Jiménez al crear este rollo de maki: Imagínense un bocado de sushi compuesto de salmón, langostino crispy, masago y aguacate. Vamos bien hasta ahí, ¿verdad?
Bien. Ya que se lo imaginaron, continúen con esta imagen en mente y agréguenle a cada bocado una corona de palomitas de maíz crocantes bañadas en oro comestible. Y, como si esto no bastara para que se les haga agua la boca, esperen a que la mesera aplique sobre ellos un spray con aceite de trufa blanca.
¿Quién dijo que no se podía reinventar el maíz pira y, de paso, el sushi?
Sabor del tiempo: plato fuerte
Mi plato fuerte llegó dentro de dos cajones. Sí, de nuevo leyeron bien. Mi carne se cocinó dentro de una caja de madera con dos cajones. En el cajón inferior guardaron trozos de carbón hirviendo, con el fin de que a fuego muy lento se cocinaran unas jugosas costillas St. Luis que reposaban sobre hojas de plátano.
Mientras cortaba la carne con ayuda del tenedor, porque el cuchillo nunca fue del todo necesario, me sorprendí al ver que varias mesas solicitaban el mismo plato. Quizás sea por la experiencia innovadora, quizás sea por el corte de la carne, quizás sea por el acompañamiento de noodles de limón y mantequilla; no lo sé, pero si tuviera que aconsejarles un sólo plato de Viva la Vida, sería este. Claro, a excepción del postre…
Bienvenidos al Monte Fuji: el postre
Una diminuta matera de hierro llegó humeando a mi mesa. No era humo de fuego, eran las típicas ondas serpenteantes y blancas que genera el nitrógeno. Con un gesto teatral, la mesera retiró la tapa y dejó ver un esponjoso volcán de chocolate acompañado de un helado de té matcha.
Al presionar con la cuchara la flor amarilla que decoraba la punta de ese delicioso Monte Fuji de chocolate, un líquido cremoso color verde se esparció por el resto del recipiente y se mezcló con las migajas crocantes que estaban alrededor.
El dulce es mi debilidad, lo confieso, pero creo que si tuviera que elegir un solo plato en una próxima visita a Viva la Vida, sería este.
Anotaciones con la barriga llena:
- Una buena sugerencia para cuidar la digestión y el bolsillo, sin privarse de navegar por todas las delicias del chef, es pedir el Menú Degustación que tiene un valor de $198.000. Con esta experiencia podrán probar varios platillos con base en diferentes carnes y de todos los estilos. El Menú Degustación fue elegido por el mismísimo Chef Estrella Michelín Félix Jiménez, así que van a la fija si lo piden.
- ¡Casi olvido hablarles del cocktail! Se llama Los Tres Tiempos de Fuji y consta de whisky Macallan, chartreuse (licor francés de hierbas maceradas), miel de piña limón, brandy y jugo de manzana. Todos los ingredientes son servidos en tres recipientes distintos, como una invitación para que sean ustedes mismos quienes hagan la mezcla en las proporciones que deseen o lo tomen en el orden que se les ocurra. Ya les dije que a ellos poco les importan la etiqueta y el protocolo.
- La experiencia en Viva la Vida puede ser tan mística como ustedes quieran. Yo pedí que mi agua fuera energizada por un cristal que atrae la abundancia, me dejé hacer un ritual de alineación de chakras y el host pintó la mitad de mi frente con polvo de oro. Todas estas son experiencias opcionales, pero sin duda le suman historias curiosas a la visita.