Pasar la Semana Santa en Bogotá puede parecer, para muchos, una condena. Para mí, fue un regalo. Sin los afanes del tráfico, sin el cronómetro laboral de lunes a viernes, me propuse algo sencillo pero poderoso: volver a mirar mi ciudad y sus alrededores con ojos de turista.
Con esa consigna, armé mi itinerario a través de Civitatis, una plataforma que ya conocía por viajes internacionales, pero que ahora descubrí como una aliada para explorar Bogotá de forma más curiosa. Así, sin grandes expectativas pero con la intuición despierta, aterricé un viernes cualquiera en un lugar que marcó la infancia de muchas generaciones: el Parque Jaime Duque.
Un parque con historia (y con propósito)
El Parque Jaime Duque fue fundado en 1983 por el capitán Jaime Duque Grisales, un piloto civil que soñaba con crear un espacio educativo, cultural y recreativo para todos los colombianos.
Con los años, el parque se convirtió en un clásico. Para muchas personas, sin embargo, permanece anclado al recuerdo de excursiones escolares, al mapa de Colombia en alto relieve, a maquetas de las maravillas del mundo y a un imaginario algo anticuado. Ese fue, honestamente, también mi prejuicio. Pero lo que encontré superó por completo lo que esperaba.
Mucho más que una maqueta gigante
Para empezar, el parque está muy bien cuidado. No se siente viejo ni desactualizado. Hay zonas que incluso lucen nuevas, con instalaciones que se han renovado o ampliado. Lo más importante: tiene propuestas para todos los perfiles y edades.
Los más pequeños pueden disfrutar de zonas de juegos, atracciones mecánicas, camas elásticas y actividades interactivas. Pero hay también museos –como el Museo Aeroespacial y el Museo del Hombre–, senderos ecológicos rodeados de verde, restaurantes con opciones variadas, espacios para el descanso y una oferta educativa que no subestima al visitante. A mí, por ejemplo, no me alcanzó el día entero para recorrerlo. No logré ver el tradicional mapa en alto relieve, simplemente porque el tiempo no me dio. Y eso, para un parque de este tipo, es una buena señal.
Una mirada ética al turismo con animales
Una de las sorpresas más grandes fue su zoológico. Como viajera y como periodista, evito en lo posible el turismo que involucra animales en cautiverio. Me incomodan los espectáculos, los espacios reducidos, la instrumentalización del sufrimiento animal como entretenimiento. Por eso, llegué con muchas reservas.
Pero lo que encontré fue un enfoque diferente. El Bioparque tiene una misión clara: rescatar, rehabilitar y proteger animales víctimas del tráfico ilegal, el maltrato y la tenencia irresponsable. Actualmente alberga más de 400 individuos de diferentes especies, muchos de los cuales llegaron heridos o sin posibilidades de regresar a su hábitat natural.
Entre sus proyectos más significativos está el Santuario de Cóndores Andinos, una especie emblemática de Colombia y amenazada por múltiples factores. Este santuario no solo los protege, sino que trabaja en su recuperación con fines de conservación, en alianza con biólogos, ambientalistas y organizaciones expertas.
No hay shows, no hay fotos con animales. Hay ciencia, compromiso y una narrativa coherente sobre nuestra relación con la naturaleza.
A tan solo 40 minutos de la ciudad
Lo más sorprendente de todo esto es que está a solo 40 minutos de Bogotá. Es decir, no hay que planear una gran expedición ni pedir días de vacaciones para redescubrir un lugar que aún tiene mucho por ofrecer. Es un plan ideal para familias, para visitantes nacionales e internacionales, o simplemente para bogotanos que quieran regalarse un día distinto.
Agradezco haberme puesto la tarea de descubrir mi zona en Semana Santa, además porque, de paso, encontré otras experiencias que permiten vivir Bogotá con nuevos ojos: tours históricos, recorridos gastronómicos, caminatas en Monserrate, paseos nocturnos. Porque no se trata solo de ver, sino de observar. De cambiar el ángulo, de cuestionar lo que dábamos por sentado.
Una invitación a mirar distinto
Si usted hace parte del grupo que pensaba que ya lo había visto todo en el Parque Jaime Duque, le propongo algo sencillo: vuelva. Pero no como quien repite algo, sino como quien se permite la duda. Como quien explora con curiosidad, sin certezas. Porque redescubrir también es una forma de reconciliarnos con lo que nos pertenece.
Y si tiene niños, padres mayores, pareja o incluso un buen libro que quiera leer bajo la sombra de un árbol, hágalo plan. No siempre hay que salir del país para sentir que se viaja. A veces, el viaje más valioso es el que nos permite mirar otra vez lo que creíamos conocer.