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Cuando comprobó que sus estudios en literatura clásica, sus conocimientos en lenguaje de señas y su especialización en cartografía medieval no llamaban la atención de ninguna de las empresas a las que aplicaba, decidió inscribirse a un curso de E-commerce y marketing 2.0. Al comienzo, como era natural, puso una barrera entre él y sus compañeros, impulsado –inexplicablemente– por un sentimiento de inferioridad. No entendía la mayoría de términos, y en su presentación estaba tan nervioso que se puso a hablar pomposamente de sí mismo. Solo con unas cervezas de por medio pudo sobreponerse a la timidez. Tarde, pero los prejuicios se fueron desvaneciendo, de lado y lado. ¿Era posible que, al final, las semejanzas fueran mayores que las diferencias? Compartían la ciudad, los programas de televisión, la música, el humor, ¡y todos parecían tan inconformes con el programa de estudio! ¡Estaban tan contentos de que hubiera acabado! Como él. Eran iguales, muy iguales, había descubierto al fin. Tenían, incluso, amigos en común. Tenían, incluso, temas en común, y todos estaban ya muy borrachos.

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