Para enero y febrero del 2020 existía entre el Gobierno, el empresariado y los gremios un consenso alrededor de cuáles serían las prioridades para que la economía de Colombia continuará en ascenso como lo venía haciendo. Hoy, después de exactamente un año de que el Ministerio de Salud confirmara el primer caso oficial de coronavirus en Colombia, la agenda ha dado un giro de 180 grados y los temas que antes eran prioritarios para el Gobierno y la comunidad gremial, hoy son casi irrelevantes frente al auge y expansión de la crisis económica. 

Al hablar de economía, no es posible ni tampoco ético ignorar a su agente principal: el ser humano. A raíz del covid-19 han fallecido más de 60 mil colombianos y, en total, se han registrado más de 2,25 millones de contagios. Para entender la magnitud de estas cifras, si hiciéramos un minuto de silencio por cada muerte ocasionada por el coronavirus en el país, estaríamos 42 días completamente silenciados. Si bien las vidas han sido el daño más doloroso, incalculable e irreparable para la sociedad, hubo – y aún hay- muchos momentos en que la economía parece seguir la misma línea. 

Iniciando el 2020, Colombia tenía perspectivas macroeconómicas muy favorables, hasta el punto en que los pronósticos hablaban de un crecimiento profundo del PIB, superando el 4 % del 2019, pero que finalmente terminó en una caída de -6,8 %, la más fuerte en la historia reciente de Colombia. El pronóstico para el país era tan bueno que, incluso, si se miran los datos desagregados por mes, enero y febrero del 2020 muestran crecimientos contundentes cercanos al 4 % y el primer trimestre alcanza a cerrar medianamente positivo. 

Pero mucho más allá de las cifras, que si bien eran alentadoras no demuestran cuál era la agenda del gobierno en materia económica para el 2020, Colombia estaba teniendo un boom en su economía. Las empresas reportaron utilidades crecientes a finales de 2019 y, en muchos casos, se presentaron cifras récord que no se veían desde hace más de una década. Igualmente, el Gobierno estaba terminando de ultimar detalles en cuanto al lanzamiento del Plan de Infraestructura que venía acompañado a la Unidad de Planeación de Infraestructura y Transporte, una innovación interinstitucional creada como un canal de coordinación y comunicación constante entre el Ministerio de Transporte y de Vivienda que tendría como función el seguimiento y la actualización al Plan Maestro de Infraestructura. Este Plan tendría como función dinamizar la economía, y reordenar y focalizar el gasto en infraestructura, tarea importante para este sector, el de mayor potencial para la generación de empleo y de valor agregado. 

También, la Inversión Extranjera Directa (IED) venía en creciente aumento y se empezaban a ver los frutos del interés de Asia en América Latina, especialmente en Colombia. Además, más allá de las implicaciones y la desinformación política, el Gobierno había iniciado el camino para una reforma laboral y pensional -absolutamente necesarias-, la Misión de Mercado de Capitales y la Misión Energética empezaban respectivamente a hacer grandes aportes para generar más inclusión y bancarización del sector financiero y también, ideas para renovar y ampliar nuestra matriz energética.

Con la llegada del covid-19, el cierre del comercio internacional y las pérdidas de ingresos per cápita de un plumazo, la agenda cambió completamente. Si bien en el Gobierno Nacional no existía una meta de país antes de que llegara el virus, ahora sí existe y es simplemente vencerlo por medio del resguardo de la salud pública con el plan de vacunación, y la reactivación económica por medio del emprendimiento y la economía naranja. 

En fin, luego de un año de pandemia es natural aceptar que, efectivamente, la agenda económica dio un giro de 180 grados, sin embargo, el Gobierno Nacional tiene muchas tareas pendientes en torno a las grandes reformas que necesita el país. Si bien es necesario una reforma tributaria por la coyuntura -y también por los recaudos insuficientes que promete la Ley de Financiamiento-, la conversación nacional en torno a la Reforma Laboral y Pensional no puede agotarse. Las crisis son las puertas de los grandes cambios e Iván Duque y su gabinete no pueden olvidarse de esta consigna a la hora de establecer una agenda que permita no solo reactivar la economía, sino también adelantar las grandes reformas que le urgen a Colombia.