Una vez más, el Gobierno Nacional prende las alarmas del país anunciando una nueva reforma tributaria.  Sin embargo, en Colombia este cuento es indudablemente un disco rayado. Este disco rayado está compuesto por una canción que dice en coro: es una reforma estructural, es una reforma fiscal porque se recortan gastos del Estado y se busca fomentar el empleo y la formalidad. Igualmente, el disco trae un teaser o trailer en donde el Gobierno prueba a sus principales groupies, el Congreso, los gremios y los medios de comunicación, presentando una que otra propuesta de la reforma, se evalúa la respuesta, se modifica y radica el texto definitivo.

Pero cómo dejar de lado a los grandes artistas y compositores si por más que quieren innovar, cambiándole de nombre al disco, poniendo Ley de Financiamiento y ahora Ley de Solidaridad Sostenible, todos sabemos que efectivamente está rayado y se llama reforma tributaria. Sin embargo, el artista de éste, Iván Duque y su más fiel compositor, el Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquila, parecen estar preocupados debido a que el teaser no ha caído bien en el público.

La verdad es que debido a su exorbitante publicidad y las indebidas filtraciones del coautor, el Viceministro Juan Alberto Londoño, el disco parece no reproducir en la grabadora del ágora público. Lo concerniente al impuesto al patrimonio -tan temporal como el 4×1000- y a la ampliación de la base gravable del impuesto de renta para  personas con salarios mayores a 2,5 millones, evidentemente no caló en la discusión. Esto, sin mencionar el atentado a la inversión extranjera con el impuesto a los dividendos, que el Gobierno propone incrementarlo a un 50 % en la tarifa aplicable. Si a lo anterior se le suma el gravamen a los movimientos financieros, el ICA, el IVA y demás impuestos, estaríamos hablando de una tasa efectiva de tributación del 70 % a empresas formales. 

Indudablemente, lo más descarado de Duque ft. Carrasquilla y de su disco rayado disfrazado de ser nuevo o incluso de ser un remix, es que no llegará a reproducirse en el público al que más le incumbe y, sobre todo, le afecta: la clase media y las PYMES. Más allá del contenido de la reforma tributaria es inconcebible que al día de hoy, cuando el texto está ad portas de ser presentado al Congreso, no se conozca más que las gotas que el Viceministro, Juan Alberto, suelta de par en par en entrevistas. Debido a esto, la academia no ha podido cumplir su rol de accountability. Muy seguramente el disco se escuche a puerta cerrada en el Congreso y se baile a pupitrazos. 

La estrategia de lanzamiento y de marketing de Duque y sus demás compositores parece que será exitosa para el público que verdaderamente les importa: los gremios y el Congreso. Pero para la clase media e, incluso, para el público general el pueblo no parece haber mucho. En ningún momento se ha abierto la discusión en torno a las excesivas exenciones -que incluso  la OCDE y calificadoras de riesgo como Fitch y Moodys recomiendan revisarlas-, tampoco se ha buscado verdaderamente una progresividad en el sistema a través de mecanismos innovadores como la devolución del IVA a los sectores más vulnerables y por supuesto que ni siquiera está sobre la mesa disminuir la carga fiscal a las PYMES, que aportan cerca del 60 % del país.

Esta reforma tributaria indudablemente es un disco rayado y una repetición mal hecha de sus antecesoras. Cómo olvidar cuando se cayó la primera por vicios de trámite en la Corte Constitucional o peor, cuando Fedesarrollo anunció que la nueva dejaría desfinanciado al Estado debido a las exenciones. En fin, por más que el gobierno mezcle y mezcle sonidos, la realidad es que esta reforma no es un disco nuevo, todos sabemos que no es más que un disco rayado.